Desempleo: el riesgo psicológico que acarrea

Desempleo

El perder el empleo puede llevar a desarrollar problemas de salud mental como la ansiedad o la depresión. Sin embargo, no todas las personas que pasan por la situación de desempleo experimentan psicopatologías.

La pérdida de trabajo conlleva una serie de cambios drásticos en la vida de la ahora persona desempleada. El tener empleo es parte integral del ‘nosotros’, de cómo nos definimos como persona, por lo que el desempleo puede afectar, y mucho en algunos casos, a la autoestima de la persona.

Así lo advierte el profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Álvaro Sánchez-López, quien dirige el equipo de investigación E-Motion Lab de la citada universidad, y que actualmente se encuentra analizando a través del proyecto ‘ADAPT’, que estudia cuáles son los factores de salud mental y del manejo del estrés en las personas en situación de desempleo.

«Se rompe el patrón de actividad que se tenía antes, éste se reduce, al mismo tiempo que pueden verse alterados sus hábitos de actividad diaria y de descanso. También supone una disminución del nivel de las redes de contacto social de la persona, y en muchas ocasiones éste se reduce a la familia, y con ello también otras fuentes de apoyo social también importantes», detalla.

En concreto, Sánchez-López menciona datos de las encuestas de salud nacional de 2017, donde se refiere que las tasas de depresión y de ansiedad afectan a un 6,7% de la población general, una cifra que se duplica en el caso de los desempleados, tal y como así lo contemplan también estudios internacionales.

En cuanto a los factores que favorecen el desarrollo de los problemas psicológicos en la persona, aparte de los recursos sociales mencionados anteriormente, el profesor de la UCM apunta también a los individuales, y que dependerán de cómo esa persona valora y vive el estrés, de su nivel de sensación de control sobre los cambios que están sucediendo, de cuál sea su nivel de motivación, o de las formas de hacer frente al estrés y de afrontar nuevas dificultades, por ejemplo.

«Hay diferentes estilos de afrontamiento, más centrados en resolver problemas o bien en regular emociones, y todos pueden cumplir diferentes funciones y ser más o menos adaptativos, según la condición específica de cada situación y de las características individuales de cada persona», aprecia.

Entre las patologías psicológicas que podrían desarrollarse a raíz del desempleo, Sánchez-López reseña que sobre todo la pérdida de trabajo en sí, pero también las nuevas dificultades que pueden surgir en los meses posteriores, de tipo económico o relacional, pueden suponer una fuente de estrés importante.

«El incremento de estrés conlleva que puedan aparecer síntomas de depresión y de ansiedad, que son las patologías más comunes en la sociedad, así como problemas de somatización asociados a cambios en los biorritmos de la persona desempleada (debidos a esa disrupción de hábitos y de actividad), como las dificultades a la hora de descansar», añade el director del equipo de investigación E-motion Lab de la Facultad de Psicología de la UCM.

Al margen de las patologías, este experto también advierte de que una parte integral de la persona, que es la experiencia del bienestar psicológico, se ve igualmente afectada ante la situación de desempleo prolongada, de forma que, independientemente de que puedan darse o no problemas de depresión o ansiedad, podría reducirse la capacidad para experimentar emociones positivas, así como la satisfacción con uno mismo; «un aspecto que también es muy importante para la salud integral del individuo», agrega.

De acuerdo con los datos preliminares del proyecto, señala que se ha encontrado depresión en un 46% de las personas en situación de desempleo de larga duración, así como de ansiedad en un 54% de los evaluados; unas cifras muy por encima de la media en la población general.

Asimismo, dice que el 50% de los analizados indican niveles de bienestar bajo o muy bajos.

«Se ve que ese 6,7 % de prevalencias de dificultades psicológicas en población general se tiende a duplicar en el primer año de una situación de desempleo. Cuando la falta de trabajo es una condición estable de larga duración, de más de un año, se suelen triplicar esas cifras. Por eso es muy importante la monitorización inicial, el detectar si la persona empieza a desarrollar problemas durante el primer año, sobre todo en los primeros 6 meses, para poder hacer intervenciones tempranas de forma que esos problemas no se establezcan de forma tan consolidada», subraya el investigador de la UCM.

En cuanto a si el impacto psicológico por el desempleo es más frecuente entre los hombres o las mujeres, Sánchez-López remarca que suele ser más frecuente entre varones de entre 35 y 50 años, si bien puede tener lugar perfectamente en otro rango de edad o bien en el sexo femenino.

CÓMO AYUDAR A QUE HAYA UN MEJOR ‘ENCAJE’ DEL DESEMPLEO

Sobre cómo ayudar a una persona a que tenga un mejor ajuste psicológico si se queda en desempleo, el profesor universitario pide diferenciar los problemas que requieren un plan de asistencia profesional, de lo que son problemas de adaptación a una nueva situación que todos podemos experimentar.

«Pueden aparecer problemas graves que es importante detectar, por ejemplo, si acumulamos más pensamientos negativos de lo normal, si nos está afectando en el funcionamiento diario y dejamos de hacer nuestras actividades habituales, y si esta nueva situación genera un malestar significativo. Lo recomendable en estos casos es acudir a un especialista, ya que aportará los recursos a poner en marcha para comprender y modificar la situación», según relata.

No obstante, destaca que hay personas para las que el impacto psicológico del desempleo puede ser algo transitorio, y en las que no suponga un problema psicológico a largo plazo.

Por eso, el profesor de la UCM dice que en este tipo de situaciones, y a la hora de evitar un importante impacto psicológico, es importante, por un lado, tratar de incrementar la actividad diaria y los contactos sociales lo máximo posible, así como crear nuevas rutinas adaptadas a la nueva situación.

Aparte, Sánchez-López considera que puede ser útil el realizar una evaluación de lo que ha sido cada día, y pensar qué situaciones he vivido y qué he hecho para afrontarlas, así como valorar sus consecuencias. Pero siempre, según destaca, y desde el primer momento, es muy importante el mostrar las emociones que uno siente, aunque sean negativas.

«Hay fases. Durante las primeras semanas es bueno canalizar el impacto inicial a través de los cambios de rutina. Y tras ese parón inicial, que durará en función de la situación de cada persona, habrá que retomar la actividad dirigida a la búsqueda activa de empleo», sostiene.

Todo depende de la persona, según insiste, pero en muchos casos la mejor estrategia de afrontamiento es esperar unas semanas para canalizar ese impacto inicial, para después hacer un plan de cómo se va a hacer la búsqueda de trabajo, y en qué empresas puedo encajar. «Muchas personas, al precipitarse por no prepararse los suficiente, pierden a veces alguna buena oportunidad de trabajo cuando podrían haber encajado perfectamente», añade.

Según considera, en ocasiones el poder pararse a establecer primero un plan de acción en esas primeras semanas que incluya una modificación del currículum adecuada, un establecimiento de empresas más adecuadas para mi perfil, o una actualización breve sobre la profesión ejercida ajustado a la situación económica y laboral del mercado en ese momento puede ayudar a prevenir la aparición temprana de sintomatología psicológica, y promover una mayor probabilidad de reempleo».

Otro de sus consejos es programarse un horario de rutinas para la búsqueda activa de empleo, y que una franja de tiempo de nuestro día se destine a buscar trabajo, el hacerlo de forma organizada, para conseguir el máximo partido. Es decir, el marcarse unos horarios, una rutina de lunes a viernes, con otros espacios del día para otras actividades de ocio y de descanso, incluyendo el descansar los fines de semana.

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