Seis pasos para sanar heridas emocionales

Todas las personas estamos expuestas a sufrir heridas emocionales. Si lo pensamos bien, durante toda nuestras vidas seguramente hemos pasado por frustraciones, traumas, miedos, pérdidas, duelos e incluso catástrofes

Algunas han sido personales, las cuales tocan solamente a nuestra familia o amigos cercanos, otras más bien colectivas, ya sean locales o mundiales.

Las situaciones traumáticas impactan de forma diferente a cada persona porque son experimentadas desde el tamiz de nuestras experiencias y de las capacidades emocionales que hemos adquirido con anterioridad, de las que nos servimos de forma resiliente para poder afrontarlas y eventualmente ser superadas

Nuestras capacidades emocionales están conformadas por todas las maneras que aprendimos sobre cómo afrontar situaciones emocionales durante nuestras vidas, ya sean placenteras o no.

Los psicólogos llamamos al conjunto de estos aprendizajes Inteligencia Emocional y dependen de la educación emocional que recibimos de parte de nuestras familias o en los diferentes entornos sociales en los que nos hemos desarrollado. 

Por ejemplo, poner nombres a los sentimientos es una parte primaria e importante de nuestra educación emocional, por ello sabemos identificar sentimientos como el amor, la rabia, la tristeza, la caridad, la ternura, la felicidad, entre otros.

También es parte de nuestra educación emocional la tolerancia al dolor emocional, a las frustraciones, el manejo de las decepciones, entre otras tantas capacidades y habilidades emocionales.

Por otro lado, Resiliencia es un término tomado originalmente de la ingeniería (el uso de un material para fines no convencionales) y es usado por la psicología para designar el uso de una cualidad personal en la superación de un evento traumático o cuanto menos problemático, aún cuando cotidianamente dicha cualidad se use con otra finalidad. Por ejemplo, hacemos uso resiliente del amor, cuando resulta de utilidad para superar la pérdida de un ser querido o para entender una pataleta de un niño pequeño.

Las capacidades emocionales que adquirimos en nuestras vidas son muy importantes para sanar experiencias traumáticas porque nos ayudan a darle nombre y significado a esas experiencias, a darle una magnitud personal a lo ocurrido, a comprender la situación y nuestras reacciones o sentimientos, mejorando nuestra percepción o interpretación personal de lo que nos sucede.

Hay muchas formas de sanar heridas o traumas emocionales. Una de las prácticas más recomendadas es contar con el apoyo de personas de confianza, que puedan ayudar a interpretar la situación y confrontar la realidad con amabilidad y respeto por sí mismo.

Los pasos que recomendamos para ello son:

1. Poner en palabras lo sucedido

Contar lo ocurrido de la forma más objetiva posible, sus consecuencias, significados, expresando su impacto, sin compararse con los demás. Ante una calamidad sólo tenemos dos caminos: victimizarnos o hacernos más fuertes.

Si nos victimizamos no dependemos de nosotros mismos para sanar, lo cual nos pone en desventaja porque nos hace más vulnerables, potencialmente agresivos o vengativos. 

Si nos fortalecemos, haremos uso de nuestra propia capacidad de ser resilientes. Éste primer paso nos permite estar al mando de la situación y no dejarnos arrastrar por ella.

2. Valorar la situación de forma equilibrada y objetiva

Evitar los extremos en la valoración o asignación de un significado a lo ocurrido. Evitar decir o pensar que “no ha pasado nada” o que “no es para tanto”; o por el contrario pensar “este es el fin” y “no podré salir adelante”.

Los extremos impiden dimensionar la realidad y tienen el poder de hacer invisibles las formas en que se puede actuar para resolver la situación, afrontarla o minimizar sus efectos.

3. Reconocer dónde está el dolor y comenzar a aceptar lo sucedido

Aceptar el dolor, la pérdida, la situación y el cambio en la realidad, nos pone en el camino de la sanación, por el contrario, negar la situación nos pone en una situación vulnerable porque tardaremos más en tomar las medidas de autoprotección necesarias.

Es necesario llamar a las emociones por su nombre: dolor, rabia, enojo, ira, culpa, tristeza, vergüenza, incapacidad, debilidad, es decir, decirnos la verdad.

A partir de este reconocimiento es posible gestionar la recuperación, porque se ha podido identificar claramente lo sucedido y sus efectos en nosotros.

4. Darse cuenta cómo preferimos percibir la vida

Es necesario reflexionar y elegir entre la percepción del mundo como un lugar hostil o como un lugar amigable, con personas generosas, sucesos positivos y soluciones a las dificultades.

Para cualquier persona representa un reto superar las dificultades, pero si nos centramos en lo negativo, nuestra actitud no será de utilidad para superar la situación.

Es tu decisión hacerte más fuerte o hundirte en el dolor, la culpa o el rencor.

5. Tener disposición para perdonar

Es necesario perdonarse a sí mismo y a los demás, clarificar lo que se ha aprendido y aquello que se puede usar para construir y no para destruir.

Hay muchos ejemplos en la sociedad de cómo una experiencia traumática puede servir de punto de partida para ayudar a otras personas en situaciones parecidas, transformar el dolor, la culpa y la rabia en servicio a los demás.

En lugar de compartir los sentimientos negativos y permanecer en la queja, es posible compartir nuestra experiencia para ayudar a otros a salir a flote también. 

6. Haz uso de los aprendizajes que atesoras

Recuerda otros momentos en tu vida en que saliste airoso de una experiencia desagradable, por pequeña que sea.

Seguramente hizo falta una mezcla de voluntad, paciencia, auto-comprensión, claridad mental, energía, apoyo, creencia en tu capacidad y confianza en encontrar la salida.

Esas cualidades son tuyas, siguen en tí, seguramente estarán a tu disposición una vez más y con ellas te has hecho más fuerte.

Acerca de Carmen Nagy Tremaria 16 artículos
Venezolano-Húngara. 54 años. Residenciada en Budapest. Licenciada en Psicología (UCV). Especialista en Psicología de la Instrucción (UCV). Psicoterapeuta (28 años de experiencia). Enfoque cognitivo conductual. Ex docente universitaria de pre y post grado (UCV-Caracas, UPEL-IPC-Caracas, Colegios Universitarios-Caracas). Conferencista e investigadora en las áreas de familia y sexualidad adolescente, experiencia con grupos académicos, docentes, familias, niños y adolescentes. Grupos especialmente vulnerables. Scout y terapauta ad honorem en tiempos de pandemia para la Asociación Civil Venezolanos en Hungría (Budapest). Asesora e investigadora en Psicología de la Instrucción, Creadora del emprendimiento Psicomentorías, dedicada a la investigación y divulgación del conocimiento psicológico. Atención psicológica on line, con presencia en las redes sociales y sede actual en Budapest (Hungría). Redes: Psicomentorías (FB, IG, TG). Twitter: Carmen Cecilia Nagy Tremaria