IberoEconomía vive en primera persona el día a día de los residentes del Sistema Nacional de Salud para conocer más sobre la cotidianidad de su proceso de formación especializada.
La puerta de una sala de hospital se abre. Con la seguridad que transmite la experiencia, Borja entra al “pase de guardia”, o lo que es lo mismo, a la reunión diaria que tiene a las ocho de la mañana junto al resto de residentes, adjuntos y jefe de servicio para analizar todos los ingresos realizados durante el día anterior y tomar las decisiones colegiadas sobre qué tratamiento es el más idóneo para cada uno de los pacientes. Su voz no pasa desapercibida en estos encuentros. No solo porque se encuentra en su último año de especialización, sino también por el cariño que le tiene el equipo del Hospital Universitario Infanta Leonor de Madrid, ya que Borja es su primer residente en Cirugía Ortopédica y Traumatología.
“La reunión suele durar entre 15 o 30 minutos. Una vez terminada, acuden a consulta o a quirófano, según lo previsto para cada día”, explica Borja Limousin Aranzábal. En la primera, el R5 cuenta con un control total de la situación, debido a que es una práctica que ha venido realizando desde que era un novato en la residencia. “Desde muy pronto tenemos nuestras consultas, donde podemos citar a los pacientes que vamos viendo en Urgencias o a quienes hemos operado para tener un seguimiento sobre su evolución”, precisa IberoEconomía. En caso de no tener sus propios pacientes, “podemos estar en la consulta de los adjuntos, observando y aprendiendo de cada una de las cerca de 30 personas que acuden a diario”.
Los días de quirófano, el residente admite que su horario se prolonga un poco más de lo habitual. “Normalmente nuestro horario es de ocho de la mañana a tres de la tarde, pero cuando se entra en el quirófano suele alargarse un poco más”. La experiencia en las operaciones ha sido muy gratificante durante su proceso de formación especializada en Madrid. “El servicio está dividido en unidades y hacemos rotaciones por cada una de ellas. En base al grado de la patología del paciente y el año que se está estudiado, los MIR podemos realizar la intervención o estar presentes como ayudantes”, puntualiza. Una práctica que, al día, repite dos o tres veces al día.
En la recta final de la residencia, Borja afirma haber acertado al momento de escoger su especialidad y centro. No solo porque descarta volver a presentarse al MIR, sino también porque “he tenido una muy buena experiencia personal. Me he formado en un servicio que es muy joven y, quizá por ser el primer residente,me he sentido siempre muy apadrinado”. No obstante, reconoce que “aunque tendrá sus deficiencias porque no es un hospital grande que, por ejemplo, reciba politraumatizados o porque no tenga todas las especialidades, han sabido complementar bien la enseñanza con rotaciones externas”.
En otras palabras está a meses de cumplir su sueño de convertirse en especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología, tal y como lo decidió “durante los últimos años de la carrera, siendo la especialidad que más me ha gustado. Por eso, quería cursarla en Madrid, pero en un hospital que no estuviera muy lejos del centro de la ciudad”.
En el ‘box’ de la guardia
Cuando hace memoria, el R5 asegura que uno de sus miedos iniciales era cómo afrontar al paciente y dar soluciones a su patología. Una situación que se agrava cuando se trata de una guardia. Sin embargo, el miedo se despejó casi instantáneamente en el día a día de su trabajo. “En mi caso, no me acuerdo de una situación en la que lo pasase mal y que no fuera capaz de sacar adelante un caso, tanto solo como con el apoyo constante de algunos de mis compañeros”, recuerda. Sin embargo, advierte que la superación depende de cada uno más que del propio centro. “Al final, la residencia depende más del residente que del hospital, porque esto no es un colegio donde te dicen qué tienes que hacer”, puntualiza.
Esa determinación le permitió destacar en sus rotaciones por los centros privados de Argentina y los públicos del Reino Unido, así como mantener los nervios de acero desde su ‘box’ de Traumatología en Urgencias. El mismo espacio donde pasa una gran parte de las 17 horas que debe trabajar durante una guardia de semana y las 24 horas de fines de semana. “En nuestro caso, somos una especialidad de segunda llamada. Es decir, que nos requieren una vez que el paciente está tratado y necesita una valoración de una patología traumatológica”, explica.
El salto al mercado laboral
“Siempre existe un poco de incertidumbre sobre qué pasará al terminar la residencia. En mi caso, estoy en una especialidad que suele tener algunas oportunidades, al menos en Madrid”, reconoce. En este sentido, advierte que “aunque no suelen tener las condiciones idóneas, son un buen punto para comenzar”. Por eso, no descarta destinar un poco más de su tiempo para seguir formándose. “Traumatología es una especialidad muy amplia y donde prima la subespecialización, por lo que creo que es un buen momento para seguir aprendiendo en una rama más específica”, sentencia.
Una de las opciones que está valorando es continuar con su proceso profesional en el extranjero, concretamente en Reino Unido. Pero hay limitaciones económicas que le condicionan a la hora de tomar esta decisión. “Una persona que termina el MIR no tiene un poder adquisitivo lo suficientemente sólido para sustentar estos estudios, así como sí podría hacer en España”, aclara. Por eso, “aunque lo considero una buena opción, no creo que llegue a hacerlo”.
La humanización ‘vía tutor MIR’
En el último año, Raúl García Bógalo, tutor MIR de Cirugía Ortopédica y Traumatología, ha sido uno de los grandes compañeros de viaje de Borja. El vínculo entre ambos se ha fortalecido por compartir, entre otros aspectos, su pasión por la humanización del médico. “Hemos percibido que los residentes llegan bien formados académicamente, pero que suelen carecer de competencias laborales y personales relacionadas con el trato médico-paciente. Por eso, intentamos que las aprendan durante el MIR, ya que creemos que es fundamental en un profesional sanitario”, indica a IberoEconomía.
El acompañamiento a los residentes empieza desde el día 1. “Cuando llegan los MIR, a finales de mayo habitualmente, los primeros 15 o 20 días están siempre acompañados de un adjunto, que les ayuda con el proceso de adaptación, el dominio informático de los equipos, la elaboración y evaluación de las historias clínicas, peticiones de pruebas y otros aspectos fundamentales para comenzar. Con la llegada del verano, el R1 ya está en las distintas unidades como observador y bajo análisis constante”, profundiza el tutor MIR.
Para medir el desempeño a lo largo del proceso de Formación Sanitaria Especializada, el Hospital Universitario Infanta Leonor cuenta con su propia Guía de Itineraria Formativa, donde se establecen las competencias mínimas que hay que adquirir durante cada año en línea con lo establecido por la normativa nacional, autonómica y de la propia Sociedad Española de Traumatología. En este sentido, se dispone de una lista exacta del número de rotaciones al año, así como número y tipo de cirugías a realizar, guardias mensuales, entre otros aspectos.
La comprobación del estado del residente se hace por medio de cuatro entrevistas al año, así como encuestas y una evaluación final que “está reglada por los tutores, así como por la Comisión de Docencia y por la Comunidad de Madrid, que trae a un representante para garantizar los niveles de calidad sanitarios”, afirma García Bógalo. A todo esto se suma el libro de evaluaciones que el residente adquiere durante sus rotaciones, el control de las intervenciones quirúrgicas realizadas como principal o ayudante y los trabajos científicos (comunicaciones, publicaciones, poster) en los que ha trabajado.
“Suspender el MIR es muy complicado, pero no por la falta de exigencia”, aclara el tutor MIR, quien considera que para quedar fuera de la residencia hay dos opciones: “Ser un mal médico, es decir, con competencias personales bastantes flojas que puedan generar un expediente; o que sumen muchas bajas durante el año de formación (superior a tres meses), por lo que repetirían el año”.
No obstante, considera que aún quedan aspectos por mejorar. “Encontrar un perfil único del tutor MIR es muy complicado, por lo que hay que intentar que cada uno tenga un máximo de tres residentes asignados, así como que el perfil de cada uno de los tutores sea diferente y complementario”, explica. De ahí que, mientras uno puede tener un enfoque más científico, otro puede ser más organizativo y otro más humanizador. “En mi caso, el valor está en ser cercano y empático, teniendo un buen recuerdo de mi residencia que he querido trasladar a los MIR”, reconoce.
Al final de la jornada, Borja y Raúl caminan por los pasillos del hospital. Intercambian opiniones sobre los casos que han visto a lo largo del día y sus posibles soluciones. A pesar de que son tutor y residente, para quienes no les conocen se trata de dos especialistas sanitarios más que se encargan de mantener posicionado al Sistema Nacional de Salud entre los mejores del mundo.