La Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) ha presentado, en su III Encuentro nacional de médicos residentes y tutores, los 10 puntos clave a considerar.
La Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) ha enumerado, en su ‘III Encuentro nacional de médicos residentes y tutores’, los 10 puntos imprescindibles para “conseguir profesionales con un ejercicio de la Medicina de Familia de alta calidad y seguridad para la atención del paciente, la familia y la comunidad”.
¿El primer punto?, recordar que “la Formación Sanitaria Especializada (FSE) en general, y de Medicina Familiar y Comunitaria en particular, es un proceso de alta calidad y reconocimiento internacional que debe protegerse de cualquier injerencia que ponga en peligro el resultado a alcanzar”.
En la misma línea, recuerda que “la homogeneidad del proceso, es un bien en sí mismo dado que preserva el sistema docente de intereses ajenos a la propia formación de especialistas y asegura obtener los mínimos comunes en todas las Unidades Docentes independientemente de los circunstancias asistenciales y recursos locales”. De ahí que “cualquier modificación debe aportar valor respecto a lo previo, considerándose importante e irrenunciable el que en todas las especialidades se adquieran las competencias transversales comunes además de las específicas de la propia especialidad”.
Sobre este último punto precisa que “todas las especialidades generalistas, entre las cuales la Medicina Familiar juega un papel primordial, deben tener una implicación regulada en el proceso docente y con un seguimiento adecuado que asegure su cumplimiento óptimo”.
En el cuarto punto recuerdan que la coordinación entre niveles y la continuidad asistencial como objetivos a alcanzar son irrenunciables, por ello, “deben empezar a abordarse desde el inicio de la FSE, considerando prioritario este concepto para el desarrollo de cualquier modalidad que modifique el actual modelo”. Del mismo modo, consideran “improcedente la aplicación de cualquier modelo alternativo que ponga en peligro estos conceptos mediante fraccionamientos de especialidades justificados por cuestiones ajenas al objetivo docente de obtener un especialista con una visión integradora del paciente y del sistema sanitario”.
Medicina Familiar y Comunitaria busca consolidar su protagonismo por lo que indica que “es una de las especialidades nucleares del proceso de la Formación Sanitaria Especializada por su carácter generalista y sus características integradoras, de igual modo que Medicina Familiar debe ser el eje de un sistema sanitario sostenible, eficiente y con criterios de equidad”.
La otra mitad del decálogo
“Las competencias a adquirir deben estar definidas, actualizadas y acordes al rol profesional que desempeñará ese futuro especialista, y serán las que definan los entornos formativos más adecuados para adquirirlas y los itinerarios formativos a desarrollar para obtener un especialista de calidad, sin la interferencia de intereses ajenos al propio ámbito docente”, apuntan desde la SEMG.
Sin embargo, no se han olvidado de los tutores MIR, a quienes consideran “el punto nuclear para el funcionamiento de la FSE”. Sobre este punto ahondan en que “sólo con el reconocimiento de la ingente labor desarrollada por tutores, colaboradores docentes, y el conjunto de la estructura docente se podrá mantener un sistema que hasta ahora se basa en el voluntarismo y que está llegando a sus momentos más críticos de supervivencia”.
Otro aspecto necesario es contar con “un sistema de acreditaciones de Unidades Docentes y dispositivos flexible y resolutivo (…) Si no se corrige esta situación en breve no será posible proseguir con el desarrollo de la Formación Sanitaria Especializada”.
“El sistema de FSE se basa en formadores que no han sido formados para formar. Es imprescindible que el propio sistema invierta en la formación en metodología educativa de sus propios profesionales para mantener un nivel coherente con el desarrollo de sus funciones”. Por lo que explican que “no parece adecuado esperar que el sistema se base en la formación que sus profesionales tienen de forma innata o adquieren de forma voluntaria y heterogénea, sin mantener y asegurar unos mínimos docentes, como asegura unos mínimos asistenciales a través de la cartera de servicios”.
Finalmente, afirman que es preciso “mejorar el sistema evaluativo, integrando aspectos formativos además de sumativos, y convertirlo en un elemento docente en sí mismo que nos permita medir mejor el resultado alcanzado, identificar las áreas de mejora y guiar el aprendizaje durante el recorrido por los años de residencia. Este punto precisa de un desarrollo normativo homogéneo, pero también de aprendizaje por las figuras docentes que intervienen”.