La red social se ha convertido en un canal para la comercialización entre particulares de los platos y postres tradicionales de cada región.
Las nuevas tecnologías están irrumpiendo en todos los mercados. Cada vez son más los restaurantes y cadenas de restauración que han encontrado en internet una fórmula para llegar a un variado público sin la necesidad de disponer de un espacio físico para atender a sus clientes. Pero no hablamos de las plataformas como Just-Eat, Nevera Roja o El Tenedor, la realidad es que son canales incluso más comunes: las redes sociales.
Los emprendedores ofertan sus productos gastronómicos a través de cuentas de Facebook y de Twitter, lo que permite medir la aceptación en el mercado de la oferta, así como tener una relación directa con el consumidor y ahorrarse los gastos que requiere tener tanto una infraestructura física, como los trámites que conlleva el establecimiento y la constitución de la empresa. Un mecanismo que, a pesar de su flexibilidad, no cuenta con el visto bueno de la Administración Pública, ya que no pueden comprobar que se cumplan con los requisitos mínimos de sanidad o de manipulación de los alimentos.
Lo más común es que estos nuevos canales de comercialización estén relacionados con la gastronomía tradicional. Es decir, con personas que desde sus hogares son capaces de recrear las recetas de sus países de origen y las venden a otros inmigrantes que echan de menos los sabores de sus raíces. A pesar de que los más comunes son los platos oriundos de Latinoamérica, también se encuentran ofertas de Asia, África e, incluso, de Europa del Este.
La operación siempre es entre particulares. En este sentido, no tiene ninguna vinculación con el servicio habilitado por Facebook para la compra de comida a domicilio. Desde la red social sólo se están comercializando, en Estados Unidos, productos vinculados con GrubHub, EatStreet, Delivery.com, ChowNow, Olo, Five Guys, Panera, Papa John’s y Chipotle, siendo las cadenas con las que ha firmado un acuerdo comercial.
Precaución en cada pedido
“Ofertamos los productos a través de las redes sociales y es el canal a través del que nos llega la mayoría de los pedidos, aunque a veces también nos llaman para consultar alguna duda o hacer una orden más específica”, aclara a IberoEconomía una colombiana que está ofertando sus platos tradicionales a través de las redes sociales, pero que prefiere no revelar su nombre. “Una vez recibí una llamada de una persona con acento español. Me asusté al pensar que podía ser alguien de la Administración, por lo que negué que vendiera comida por internet y colgué. Quizá perdí un cliente o tuve suerte, aún no lo sé”, afirma.
Con el objetivo de reducir a mínimos los gastos de infraestructura, las entregas a domicilio se hacen dentro de un área cercana a la vivienda del ‘emprendedor’. “Para los repartos va mi esposo o mi hijo, quienes se mueven en bicicleta para ir más rápido por la ciudad, pero a veces llevamos los platos hasta localidades más lejanas si se trata de platos que están congelados para que sean cocinados por parte del cliente”, admite.
Una pareja de venezolanos, al contrario, ha decidido pasar de las ventas en un local físico a las ventas por redes sociales. “Hemos visto que nuestros productos y marca tienen una buena aceptación en el mercado, pero la mayoría de los pedidos nos llegaban por medio de los canales digitales y no por el establecimiento. Por eso hemos decidido dar el salto y ahorrarnos los cerca de 3.000 euros de alquiler que pagábamos al mes para estar en un espacio pequeño por el barrio de Chueca”.
Las nuevas tecnologías están reorganizando los canales de comercialización, pero no sólo para las grandes empresas, sino para aquellas personas que, desde los recursos de su hogar, deciden encender los fogones y encontrar un nicho de mercado. Una tendencia que ya habían ido explorando con éxito las firmas dedicadas a la comercialización de productos personalizados, bisutería, y artesanía.