Karen Carabajal encontró en el grado sanitario y en el deporte las herramientas para sobrellevar la distancia con su madre y el alcoholismo de su padre.
Karen Carabajal siente el peso de los guantes en sus manos. Aprieta la mandíbula y entra el ring de boxeo. Cuando suena la campanilla, sus pies empiezan a danzar sobre la lona, mientras que combina golpes directos y ganchos. Durante el combate, los impactos que recibe no le parecen tan dolorosos, tensa los músculos y aguanta con tesón, así como ha tenido que hacer ante las embestidas de la vida; esa que, fuera del cuadrilátero, le enseñó a vivir a la lejanía con su madre y hermano, así como con el alcoholismo de su padre. Sin embargo, la joven argentina desconoce qué es rendirse, por lo que refugiada en el deporte encontró la fuerza para seguir e, incluso, para terminar el grado de Psicología.
La combinación del boxeo y de la Psicología le ha permitido expresarse y comprender los escenarios conflictivos donde vivía. Justamente, son las mismas herramientas que le dejan sonreír al pensar en su futuro. Y es que tiene unos sueños muy claros: enfrentarse cara a cara con quien sea necesario para convertirse en campeona del mundo, así como aprovechar sus conocimientos académicos para trabajar en el tratamiento de las adicciones dentro de los servicios penitenciarios, con jóvenes en conflicto con la ley y en centros de rehabilitación.
¿Cómo surge tu vocación por el boxeo?
El boxeo era un deporte que me parecía interesante cuando lo veía en la televisión. Sentía que era algo más que de dos personas arriba de un ring pegándose. Eso fue lo que me impulsó a practicarlo, así que, como lo veía algo complicado, pensaba que no iba a poder hacerlo y se convirtió en un desafío personal.
Actualmente, pienso que no fue sólo eso. Las carreras o los deportes no se eligen al azar, sino que algo de mi vida determinó que fuera ese deporte y no otro. Fue un momento de mi vida dónde pasé algunas coyunturas familiares y que me hicieron sentir que mi familia se estaba desarmando y no terminaba de encontrar en qué lugar quedaba yo.
El boxeo y el gimnasio me brindo un lugar, una nueva familia y fue un formador de mi personalidad. Fue un lugar dónde encontraba reconocimiento y una forma de decir algo que, quizá, no podemos expresar de otro modo. En este caso, un modo de sublimación de cierta violencia de algún tipo.
¿Qué te impulsa a formarte en el grado de Psicología?
Creo que llegué a la Psicología por motivos similares que al boxeo. Por el 2001, mi mamá viaja a Misiones por cuestiones laborales, por lo que me quedé viviendo en Buenos Aires con mi hermano, mi papá, mis abuelos y tíos (vivíamos en una casa de dos pisos). Luego que mi mamá se va, mi papá empieza a caer en un alcoholismo cada vez más profundo, mi hermano a los años se da cuenta de que acá no encuentra el impulso y la forma de estudiar y se va con mi mamá para Misiones. Por lo que me quedo acá con mi papá, que cada vez estaba peor.
Creo que la experiencia y los años que viví me impulsaron a querer entender qué es lo que pasaba por sus mentes y cómo poder ayudarlos, ya que los veía sufriendo y no podía hacer nada. Creo que, cuando uno es psicólogo, se intenta que las personas entiendan un poco qué les pasa y que, a partir de conocerse, ayudarlos a que vivan de la mejor. Que el sufrimiento no sea tanto.
¿Qué es más duro: una pelea en el ring o un examen de la facultad?
Una pelea en el ring. En cierta medida, los dos son exámenes dónde te mides a ti mismo. Con la diferencia de que, en un examen de la facultad, si te equivocas te sientes mal por sacar una nota baja; pero si te equivocas en el ring, lo que está en juego tu integridad física.
¿Qué aspectos del boxeo consideras que te han ayudado en tu formación académica?
Cuando entras al mundo del boxeo, empiezas a conocer realidades sociales y modos de encarar la vida que, de otro modo, no hubieses percibido. Es un deporte donde existen muchos obstáculos, por lo que es común ver a un boxeador que no sólo con sus propios problemas sino también intentando ocupar un lugar dentro del boxeo. Es algo que habla muy bien de sus esfuerzos por superar objetivos.
Digamos que me mostró a un sujeto que busca superarse en el día a día, que persevera y que, para eso, se propone objetivos y sueños. Encontrando motivos que le permitan disfrutar de lo que hace y aplacar un poco de sufrimiento. Algo muy similar a lo que intentamos en Psicología.
…¿y de la Psicología en la trayectoria deportiva?
La Psicología te abre la mente. Te ofrece un nuevo modo de pensar y entender por qué nos pasa lo que nos pasa. Creo que eso es una ventaja y una herramienta importante a la hora de subir al ring y poder luchar con ciertos bloqueos, miedos, inseguridades, y ansiedades que se pueden presentar a la hora de pelear.
¿Cómo lograste combinar dos disciplinas que requieren de mucha dedicación?
Al terminar secundaria, sabía que el boxeo me gustaba y que lo quería hacer. Sin embargo, también entendí que no dura toda la vida y que necesitaba contar con algo que también me gustase y que me ayudara a ganarme la vida cuando se acabe mi tiempo en el boxeo.
Entonces priorice los horarios de entrenamiento y acomodé el resto para cursar el grado en la Facultad. Los fines de semana eran para pelear o para estudiar. Fue complicado, ya que al principio quería cursar muchas materias y no encontraba cuándo estudiar, por lo que empecé a no disfrutar del todo. A esto se suma que soy exigente conmigo y quería hacer todo al máximo.
Fue en ese momento cuando pensé en que estaba haciendo las dos cosas porque las había elegido, que nadie me corría para que terminase la carrera y que si no me presionaba tanto podía disfrutar de mis elecciones. Entonces, empecé a cursar las materias que, por su contenido y carga horaria, me quedaban más cómodas, así como a estudiar para aprender y no para aprobar. Poco a poco, todo se fue ordenado y terminé la carrera.
Tu historia es similar a la de Yésica Bopp, ¿hay alguna relación entre ustedes?
A Yésica la conozco de habernos cruzado y por su trayectoria como boxeadora, pero no tenemos una relación. Aunque si sé que es psicóloga social.
¿La preferirías como contrincante en un ring o en una consulta?
Cómo contrincante no creo que se dé, porque ella debe pesar 10 kilos menos que yo (risas), pero en cualquier caso considero que todo es mejor mediante la palabra, así que seguramente en una consulta (risas).
¿Cómo te imaginas viviendo a futuro: enfundada en guantes o junto a un paciente en el diván?
En mi futuro más inmediato me veo como boxeadora. El boxeo tiene un tiempo útil y éste es mi momento, pero cuando cumpla mis objetivos como deportista voy a estar realizada para disfrutar de mi otra pasión, que es mi rol como psicóloga, dedicándome plenamente a eso.
¿Cuál consideras que es el golpe más duro que puede dejar a cualquier persona en KO?
Eso es algo muy personal. Depende mucho de la subjetividad de cada uno. Quizás un golpe que me puede dejar KO a mí, no lástima tanto a otro. Obviamente, no me refiero a golpes físicos
¿Qué recomiendas a las psicólogas que nunca se han subido a un ring?
Que no lo hagan (risas), es más riesgoso y peligroso que atender en el consultorio, salvo que estén muy convencidas y decididas de emprender ese camino. En ese caso, las incentivaría a intentarlo.
Tus planes personales y profesionales a futuro
Seguir algunos años más con el boxeo, seguir madurando como deportista e intentar llegar a ser campeona del mundo, esa es una de mis principales motivaciones. Cuando logré mis objetivos como boxeadora, y sienta que ya llegué a mi techo, me gustaría dedicarme de lleno a la Psicología, donde trabajaré la temática de las adicciones dentro de los servicios penitenciarios, con jóvenes en conflicto con la ley y en centros de rehabilitación.
No estoy segura del momento, pero cuando me veo dedicándome a la Psicología, también me veo con mi familia constituida y siendo madre.