Hoy se llaman simplemente apps, son aplicaciones y programas informáticos de todo tipo que invaden nuestros dispositivos móviles y por ende nuestra cotidianidad. Las hay para realizar una videollamada, pasando por un videojuego, hasta las que manejan la agenda de forma eficiente. Esta revolución de tener “el mundo en la palma de la mano” ha causado todo tipo de transformaciones en la dinámica del ser humano, desde lo social, educativo, laboral, e incluso el entretenimiento. Se habla también de que, el uso excesivo de esta tecnología causa individuos “conectados a la red, pero desconectados de su entorno real”.
Con plena consciencia de los aspectos negativos y positivos de la proliferación y uso de las apps, se abren también oportunidades enormes para el desarrollo de nuevas economías, emprendimientos, comunidades, grupos, etc., que se integran a través de la tecnología y están cada vez más cerca de los usuarios. Hoy en día, estas aplicaciones acompañan prácticamente todo el día a la persona en su teléfono inteligente y últimamente también en los llamados “wereables”.
Un ejemplo de esto es SpeakLiz, plataforma de comunicación entre personas sordas y oyentes, creada en la empresa TALOV, donde tengo la satisfacción de trabajar hombro ahombro junto a Lennin Encalada, Carlos Obando y todos los miembros del equipo, para cumplir nuestro objetivo de mejorar la calidad de vida de personas con discapacidad auditiva alrededor del planeta e integrar así a esta comunidad a un mundo vertiginoso donde todos debemos participar, porque, siendo sinceros, como sociedad en general hemos descuidado las necesidades y realidades de las personas con discapacidad.
Estos procesos de integración se dan en un mundo virtual donde uno de los activos más valiosos es la información, los datos. La “minería” que se haga con ellos permite obtener preferencias de consumo, patrones de comportamiento, tendencias de búsqueda con segmentación por edades, grupos socioeconómicos, geográficos, culturales y una larga lista de más opciones, esto sumado a la cercanía e identificación que sentimos con nuestro entorno personal virtual, es aprovechado por las empresas para darnos publicidad dirigida, captar mayor atención según las preferencias de cada usuario, etc.
Recientemente se ha visto un aumento sustancial en el uso de herramientas como la llamada inteligencia artificial, redes neuronales o deep learning para lograr mayor automatización de esta “minería de datos”. Empresas que gestionan la información de millones de usuarios y que también venden servicios derivados del manejo de aquellos datos a sus pares, generan miles de millones de dólares en beneficios en una particular industria, naciente en términos cronológicos pero desde ya avanzada en términos de aplicación y explotación de oportunidades; sin embargo, aún con un campo enorme por desarrollar.
Es aquí donde cobra enorme importancia la migración de muchas estructuras de negocio al mundo del Internet y sobre todo de las apps , por ser un medio más directo de interacción con el usuario; el poder brindarle a éste la opción de realizar búsquedas, compras, ventas, servicios o sustituir algunos procesos que físicamente implican traslados y logística por un simple click en su teléfono o dispositivo móvil, abre grandes opciones de desarrollo en varios sectores con posibilidades virtualmente infinitas, solamente una pequeña muestra: transacciones de toda clase en instituciones públicas y privadas, compra-venta de bienes y servicios, educación, consultorías de todo tipo, medicina, servicio y atención al cliente, comunicación e interacción, inclusión social, entre muchísimas otras.
En esta mixtura de factores, resalta el siguiente aspecto que a muchos usuarios les preocupa: el manejo seguro de su información. Las empresas que deseen continuar en el mundo informático deberán contar con los respaldos técnicos y legales suficientes para brindar al usuario esta seguridad y confianza, para evitar filtraciones que podrían poner en jaque a una estructura extremadamente interconectada. Luego, en la aplicación de todos estos avances tecnológicos está pendiente la inclusión de ciertas “buenas prácticas de convivencia tecnológica” que la naciente inteligencia artificial debe manejar. Ésta última, considero, aún no ha llegado a representar fielmente lo que su nombre dice; peor aún, poseer cualidades éticas o deseo de obrar bien hacia el prójimo, aún si fuera éste un “prójimo virtual”.
No siempre un ente inteligente actuará en beneficio de sus semejantes, y ante el riesgo latente de que la inteligencia artificial no aprenda exclusivamente los aspectos positivos del ser humano, hay que actuar pronto. Sólo así podremos ahondar en el uso adecuado de una tecnología que tome sus propias decisiones para producir un impacto positivo y convertirse en generadora de oportunidades para todos los actores involucrados.
Hugo Jácome Andrade, presidente de TALOV.