
Como nutricionista, no puedo dejar de recomendar el aceite de oliva como un pilar fundamental en la alimentación saludable. Este «oro líquido», como lo han llamado durante siglos, no solo es un ingrediente estrella de la dieta mediterránea, sino que también es un aliado insustituible para la salud cardiovascular, el control del peso y la prevención de enfermedades crónicas.
Un escudo para el corazón
Los estudios científicos han demostrado que el aceite de oliva, especialmente el extra virgen, es rico en ácidos grasos monoinsaturados y polifenoles, compuestos que reducen la inflamación y mejoran la función endotelial. Su consumo habitual está vinculado a una menor incidencia de enfermedades cardiovasculares, ya que ayuda a reducir los niveles de colesterol LDL (el «malo») y aumentar el HDL (el «bueno»).
Aliado contra el envejecimiento y las enfermedades crónicas
El aceite de oliva es una fuente poderosa de antioxidantes, como la vitamina E y los polifenoles, que combaten el estrés oxidativo y el envejecimiento celular. Se ha asociado con la reducción del riesgo de padecer enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson, gracias a su efecto protector sobre el cerebro.
Regulación del peso y metabolismo
A diferencia de lo que se podría pensar, incluir aceite de oliva en la dieta no conduce al aumento de peso, sino que favorece la saciedad y el control del apetito. Estudios han demostrado que su consumo moderado en el contexto de una alimentación equilibrada ayuda a mejorar la sensibilidad a la insulina y a reducir el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
Beneficios digestivos y antiinflamatorios
Este aceite también tiene un efecto positivo sobre la salud digestiva, ya que estimula la producción de bilis y facilita la digestión de las grasas. Además, su capacidad antiinflamatoria ayuda a aliviar síntomas en enfermedades como la artritis y otros trastornos inflamatorios crónicos.
Conclusión: un hábito saludable imprescindible
El aceite de oliva no solo es un placer para el paladar, sino un verdadero escudo protector para nuestra salud. Incluirlo en la dieta diaria, preferiblemente en crudo para preservar sus propiedades, es una de las mejores decisiones que podemos tomar para nuestro bienestar a largo plazo.