Lograr equilibrar en la práctica el ser/tener es una tarea ardua y requiere de mucha serenidad y sentido común. Es necesario que los padres o quienes ejerzan estos roles en la crianza, entiendan que la primera estrategia para enseñar a nuestros hijos es siendo el ejemplo. Es inaceptable, injusto e irresponsable que exijamos a nuestros hijos las actitudes que somos incapaces de asumir.
Los padres somos el primer modelo de nuestros hijos, a quienes observan cuando quieren entender el mundo y cuando requieren sentirse protegidos, amados, respetados. Una mala crianza o criar mal es el equivalente a tallar un bumerang que con los años volverá a nosotros con más fuerza: si lo hicimos bien los resultados serán alentadores, pero si no tendremos resultados como los descritos en las historias de nuestra primera parte.
Los padres somos ejemplo de cómo tratar a nuestros semejantes, de cuánto amor prodigamos a nuestra familia y a quienes no lo son, desde nuestras palabras y acciones hasta nuestra forma de pensar, aunque no nos lo propongamos. Por ello, desde la práctica constante de los valores familiares sugerimos las siguientes estrategias:
- Recordar siempre que siempre somos ejemplo para nuestros hijos, para bien o para mal, nos estén viendo o no, lo queramos o no, estemos vivos o no, presentes o ausentes. Modelemos para ellos las actitudes que deseamos para su adultez.
- De nuestras actitudes ante las situaciones de la vida depende que nuestros hijos sean merecedores de estima y aprecio, que valoren las experiencias de la vida y perciban las situaciones dolorosas o desagradables como oportunidades para aprender. También modelamos para ellos el uso óptimo de los recursos disponibles, ya sean naturales, financieros, materiales o emocionales.
- Evitar los extremos en la crianza de los hijos, las posiciones equilibradas dan más oportunidades para la reflexión y en entendimiento de las situaciones. Es tan inhumano enfrentar a los hijos a las carencias, “para que aprendan” como castrante darles todo “porque para eso trabajo, y mucho”. El desequilibrio en la crianza da como resultado adultos rotos, con muchas inseguridades y carencias emocionales.
- La satisfacción de las necesidades básicas de los hijos, tanto las materiales como las afectivas, debe ser una prioridad en la familia y otorgarse sin reservas porque forman parte importante de su estabilidad física y emocional. Ejemplos de ellas son: la comida, el vestido o calzado básico, la seguridad, el descanso y recreación, la participación en los rituales familiares (navidad, cumpleaños, viajes familiares, entre otros), las visitas al progenitor separado, las visitas familiares, la asistencia a la escuela, conocer y compartir con la familia, entre otras.
- La crianza debe evitar el castigo en cualquiera de sus formas. No hay castigo bueno, porque el costo emocional es mucho mayor que los supuestos beneficios. La disciplina debe estar presente, pero no como sinónimo de castigo, sino como una forma de autorregulación, claridad en las metas y perseverancia para lograrlas.
- En lugar de premios y castigos, la mejor forma de crianza es a través de la disciplina positiva: valorar el amor, la convivencia y la práctica de otros valores, así como ofrecer oportunidades para crecer ejercitando la inteligencia emocional y la conciencia ecológica en todos los ámbitos de la vida, además del cuidado de la naturaleza.
- Aprovechar cada oportunidad de enseñar a nuestros hijos a tener confianza en sus capacidades y a desarrollar las necesarias. Los seres humanos somos imperfectos y cometemos errores, nuestros hijos también lo son. Los padres tienen el poder de mostrar los errores como fracasos o como oportunidades para aprender. Se aprende cada vez que revisamos lo sucedido, si encontramos el error, lo enmendamos o resarcimos y volvemos a actuar poniendo atención para que no volvamos a errar o el error sea más leve con cada ejecución hasta que desaparezca. Así desarrollamos la perseverancia.
- La obtención de los objetos o las situaciones más deseadas se valoran más cuando se consiguen producto del esfuerzo propio. Ese juguete anhelado será más valorado si en lugar de ser un regalo de navidad, el niño participa en la compra con sus ahorros, vacía su alcancía, si guarda los regalos en dinero que le den familiares o guarda las pequeñas remuneraciones que pueda lograr por trabajos domésticos. Para ello es particularmente útil la negociación, por ejemplo, estimularlo para que ahorre con su esfuerzo una parte y facilitarle la parte restante. Una vez adquirido lo deseado, la probabilidad de cuidarlo es mayor, porque ha sido conseguido con su propio esfuerzo. Además adquirirá confianza en el empeño de la palabra y también estaría involucrado el apoyo que sus padres o la familia han dado al cumplimiento de una de sus metas.
- Al animar a nuestros hijos para lograr por sí mismos sus metas, felicitar en público por sus habilidades y hacer ver sus errores en privado, dando oportunidad para explicarse y para proponer las formas de resarcir los errores cometidos. Los padres siempre tenemos la tentación de imponer el castigo que “se merece”, pero así sólo se fomenta la irresponsabilidad, porque el control del comportamiento propio se desplaza a los padres. Al imponer la forma de resarcir el daño, se impide al niño asumir la responsabilidad, en consecuencia tenderá a correr más riesgos de forma impulsiva, se le niega la oportunidad de resarcir el daño causado y de experimentar el compromiso sincero.
- Promover la tenencia de plantas y mascotas como una excelente oportunidad para desarrollar el respeto por la vida, la empatía, la responsabilidad y la paciencia. Si se trata de plantas participar desde su siembra. En caso de optar por una mascota no debe ser sorpresivo o inesperado, porque no se trata de un juguete. Se trata de tener en casa una vida, lo que debe ser discutido aclarando todas las responsabilidades que ello implica, porque debe involucrar el compromiso de toda la familia. Se debe evitar a toda costa comprar la mascota. Hay muchos sitios donde pueden conseguirse en adopción y así dar la oportunidad de proteger, entender y respetar la vida.