La tecnología usada en La Palma cambia el estudio de los volcanes

Solo diez años. Este es el tiempo que ha pasado entre la erupción submarina de El Hierro y la fisural y estromboliana de La Palma, que alcanza este domingo los tres meses de actividad y se convierte en la más larga de la isla y la cuarta en Canarias desde que hay registros.En apenas unas semanas, nos hemos acostumbrado a términos como tremor, deformación del terreno, nivel de emisiones de gases y piroclastos o superficie cubierta por la lava.

Palabras mucho menos cotidianas hace una década, que ahora se han convertido en indicadores diarios de un fenómeno que ha sido estudiado y retransmitido al minuto casi por primera vez en nuestro país.

Para recabarlos, los expertos han desplegado equipos y herramientas cuya utilidad ha trascendido los límites de ciencia, ayudando a conocer cuántos edificios han acabado bajo la lava o el terreno que el volcán está ganando al mar. La irrupción de tecnologías como los satélites, los GPS o los drones ha permitido que geólogos y vulcanólogos pasen de las estimaciones a los datos cuantificables.

De la observación a la medición

«De haber contado con los registros y las gráficas de un observatorio sismológico situado en el archipiélago canario, es indudable que se habría contado con datos abundantes y precisos que hubieran sido los antecedentes inmediatos de la actual erupción».

Así se lamentaba en 1950 el ingeniero geógrafo Juan María Bonelli en un balance de la erupción del volcán de San Juan, también en La Palma. Más de 70 años después, sus sucesores le dan la razón.

«Lo que hacemos ahora no tiene nada que ver con las mediciones que se hacían hace 50 años», dice la geóloga del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) Rosa Mateos, que recuerda las imágenes de sus colegas en la erupción del Teneguía, también en la isla de La Palma, en 1971. Pero también dista mucho de lo que se hizo en El Hierro en 2011.

Aquello «fue una especie de ensayo general en pequeñito», explica la geóloga. Mateos estudió el volcán submarino y asegura que sobre el terreno en La Palma ha visto una revolución tecnológica «de tal calibre» que ha facilitado el paso de los datos cualitativos a los cuantitativos.

«Gracias a la tecnología, en las últimas décadas, hemos pasado de esa imagen bohemia del vulcanólogo que se mete dentro de un cráter a estudiar el volcán, a la de un técnico capaz de interpretar señales de todo tipo y de programar», coincide el vulcanólogo y portavoz del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), David Calvo.

Satélites para medir la deformación del terreno

El sistema de vigilancia europeo Copernicus ha puesto al servicio de los vulcanólogos su red de satélites Sentinel, que orbitan sobre la tierra a unos 800 kilómetros de altitud. «Hemos podido ver, con un ojo espacial, la extensión de las coladas de lava, cómo iban avanzando día a día y cómo iban ocupando nuevo territorio», relata Mateos.

Además, añade la geóloga, los satélites han servido para estudiar con precisión milimétrica la deformación del terreno, un indicador del ascenso del magma que permite saber cuál es el estado de la erupción.

El siguiente gráfico, por ejemplo, muestra el avance de las coladas del volcán semana a semana. Su uso también ha sido muy importante para gestionar la emergencia volcánica, argumenta la científica.

En los últimos 90 días, el volcán de Cumbre Vieja se ha convertido en el que más magma ha expulsado de todas las erupciones de las que se tienen registros en la isla: 159 millones de metros cúbicos, según las primeras estimaciones.

Además, los datos de Copernicus indican que su colada también es la que más superficie ha cubierto hasta la fecha, y la altura del cono volcánico se ha quedado a pocos centímetros de superar los 200 metros de la erupción de 1646 en Martín de Tigalate.

El balance de daños se calcula desde el espacio

Las imágenes satelitales también han ayudado a identificar las propiedades que han quedado sepultadas bajo la lava. Y su cruce con los datos del catastro permite saber que el 45 % de ellas son construcciones residenciales. No obstante, también aparecen otras 1.300 estructuras cuya función todavía se desconoce.

En cuanto a los damnificados, la erupción de Cumbre Vieja es la que más evacuados ha provocado de las que se tienen registros: 7.000. Además, hay que lamentar al menos una víctima mortal de forma colateral.

La sismicidad: un mecanismo de alerta que ha funcionado

Haciendo caso a las añoranzas de los geógrafos de mediados del siglo pasado, el Instituto Geográfico Nacional (IGN) cuenta desde hace años con una Red de Vigilancia Volcánica en el archipiélago. En La Palma, tiene desplegadas más de una veintena de estaciones de medición, de las que casi la mitad se dedican a vigilar la actividad sísmica.

Con estas prospecciones, «los científicos supimos predecir que se iba a producir la erupción en breve», recuerda Mateos. Los terremotos -de baja magnitud, pero muy cerca de la superficie- vaticinaron la explosión del volcán días antes de que el magma brotara de la tierra en Cumbre Vieja.

A finales de diciembre, continúa la geóloga, las mediciones dibujan un escenario parecido que apunta al agotamiento de la erupción. La desaparición del tremor volcánico ha dejado a la vista temblores de magnitudes por debajo de 2. Sin embargo, en esta ocasión se encuentran a una profundidad mayor.

Medir el tremor de la lava bajo la tierra, ahora silenciado, ha sido posible gracias al DAS, un sistema que, según el vulcanólogo David Calvo, ha venido para quedarse. Se trata de un mecanismo de distribución acústica que utiliza parcialmente las redes de fibra óptica por las que circula la señal de internet. «Siempre hay alguna fibra vacía que nosotros utilizamos como receptores sísmicos», explica el experto, que destaca el «gran descubrimiento» que ha supuesto contar con un sistema de detección sísmica cada diez metros en esta erupción.

Drones para gestionar la emergencia volcánica

Un vuelo diario a las 6:00 de la mañana. Esta es la rutina que han seguido los pilotos que han colaborado con los geólogos en el seguimiento de la erupción volcánica en La Palma. Sobrevolar con drones las coladas y los puntos de emisión ha sido fundamental para decidir el minuto a minuto de la emergencia en la isla.

La posibilidad de saber casi en tiempo real si se abre una nueva boca, qué focos emiten piroclastos y cuáles lava o hacia dónde y a qué velocidad se movían las coladas ha servido para definir evacuaciones y confinamientos que el Cabildo de La Palma ha comunicado a través de un semáforo diario.

Más allá del seguimiento visual, añade Calvo, los drones han sido esenciales para recoger muestras. «Hemos incorporado electroválvulas capaces de abrirse y cerrarse, que pueden programarse para que cojan gases en las zonas que necesitamos», ejemplifica el vulcanólogo.

Calidad del aire para predecir la actividad del volcán

Otra de las mediciones que ya se usaba en el pasado es la altura de la columna eruptiva, pero se ha afinado en esta erupción. Este dato da una idea de la actividad de la erupción y de su capacidad explosiva. Además, los expertos señalan que el control de los gases que emite el volcán ha servido para anunciar el inicio del fin de este fenómeno natural.

«La estimación de dióxido de azufre (SO2) es un parámetro que se utiliza en casi todos los volcanes activos, quizás porque es uno de los indicadores más certeros», explica el portavoz de Involcan, cuyas mediciones detectaron niveles «extremadamente bajos» de este gas el miércoles.

Estos sensores ópticos remotos llevan años empleándose de forma fija, aunque es en La Palma donde se ha alcanzado un uso masivo en posición móvil terrestre. Desde el inicio de la erupción, Involcan ha tomado entre cuatro y cinco mediciones cada día. Las han hecho con receptores montados en un coche o sobre el helicóptero ya la patrullera de la Guardia Civil.

Tanto Calvo como Mateos coinciden en que las innovaciones que se han desarrollado en La Palma tienen un largo recorrido en el estudio de las erupciones volcánicas y están convencidos de que han venido para quedarse. «Cada vez hay más volcanes que empiezan a estar rodeados de poblaciones muy densas, y muchos grupos han querido venir para desarrollar técnicas de vigilancia y probar nuevas tecnologías», explica el vulcanólogo.

Para los expertos, es probable que la de Cumbre Vieja sea «una de las erupciones mejor cubiertas y mejor documentadas de los tiempos modernos». Y ninguno tiene dudas de que lo acontecido en torno al primer gran volcán urbano del siglo XXI ha marcado un antes y un después en la gestión de este tipo de emergencias.

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