El 90 por ciento de los hospitales tiene una escasez de medicamentos que se agrava ante los fallos en los servicios del agua, luz o profesional cualificado.
“Enfermar en Venezuela es equivalente a morir”. La frase se escucha por las calles de un país sumido en una crisis política, económica, social y, por supuesto, sanitaria. Cada día son miles las personas que entran a los centros de salud en Venezuela, pero la tasa de los que logran salir es mucho menor. Una estadística que no es de sorprender cuando se conoce que el 90 por ciento de los hospitales tiene una escasez de medicamentos que se agrava ante los fallos en los servicios del agua, luz o profesional cualificado.
El Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España ha advertido del «serio deterioro» en el acceso sanitario en Venezuela, y ha reclamado actuar «de manera urgente» para movilizar los recursos necesarios y disponibles mediante la cooperación internacional. Sin embargo, no sólo desde España conocen la dura situación sanitaria que se vive en el país, esa que perjudica principalmente a los más pequeños.
Durante la segunda mitad del siglo XX, Venezuela fue uno de los países de América Latina que experimentó uno de los mayores descensos en la mortalidad infantil, pasando de 108,0 por 1,000 nacidos vivos en 1950 a 18,2 por 1,000 en el 2000. Este suceso fue impulsado por el progreso económico, que elevó los niveles de vida de la población, mejoró las condiciones higiénicas, impulsó y financió campañas de vacunación masiva, distribución de antibióticos y permitió la eliminación de vectores transmisores de enfermedades.
Sin embargo, este positivo panorama cambiaría drásticamente tras la crisis que vive Venezuela desde comienzos del 2013, que ha afectado todos los aspectos que conciernen a la vida de un país: la política, la situación económica y social, que ha llevado a la escasez de productos básicos y medicinas. Todos estos factores han tenido un fuerte impacto en las condiciones sanitarias y carencia de control de enfermedades prevenibles.
Un nuevo estudio observacional publicado en la revista The Lancet Global Health apunta a que la tasa de mortalidad infantil fue de 21,1 muertes por 1.000 nacidos vivos en el 2016, que evidencia la incapacidad de Venezuela de mantener su compromiso con el Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM) de las Naciones Unidas, para reducir la mortalidad infantil a 9 o menos por cada 1.000 nacidos vivos para el 2015.
Carlos Prosperi, doctor en el Hospital José María Vargas, de Caracas, lo deja aún más claro: «Existe un 90 por ciento de escasez de material médico quirúrgico, de fármacos, de pruebas de laboratorio que se realizaban antes que ahora no se realizan, aproximadamente se realizan el 10 por ciento en los centros de salud, y sobretodo una escasez del 90 o 95 por ciento de la alimentación que se les brindaba en los centros de salud a nuestros pacientes. Y nos vemos afectados dado que nos sentimos de manos atadas, sentimos impotencia, porque no tenemos cómo darle respuesta a nuestro pueblo».
«Queremos trasladar nuestra absoluta solidaridad con los médicos venezolanos que actualmente ven impedido el más elemental ejercicio humanitario de atender a los pacientes, y solicitamos la urgente necesidad de que se tome medidas de emergencia que permitan el abastecimiento de medicinas, la dotación de reactivos y equipos médicos para el tratamiento de enfermedades», insisten desde el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España.
Lucha por la supervivencia
El médico y diputado opositor José Manuel Olivares explica los niveles de la gravedad de la situación: “La falta de insumos se traduce en que los venezolanos van a un hospital y les dicen: Compre el kit para las cirugías, compre los antibióticos, compre cualquier sonda o medicina porque de igual manera el material médico quirúrgico está en escasez».
Una situación que, por su magnitud, ha tenido un evidente impacto en el resto de países de la región latinoamericana. El ministro de Salud de Brasil, Luiz Henrique Mandetta, señaló que «hay informaciones de que el sistema de salud en Venezuela entró en colapso» y que la cartera está «preocupada» con brotes de enfermedades como la difteria en la frontera entre Brasil y Venezuela.
Juan Guaidó, reconocido por el Parlamento Europeo y también por los Estados Unidos como presidente interino de Venezuela, ha declarado su intención de abrir un corredor humanitario en los países fronterizos con Venezuela para permitir el paso de alimentos y medicinas. Una esperanza y solución a corto plazo para poner fin a miles de muertes que se pueden evitar, así como dar los primeros pasos que permitan dejar en el pasado la idea de que “enfermar en Venezuela es equivalente a morir”.