La fundadora y directora ejecutiva del negocio de software financiero BlackLine puso todos sus recursos en un sueño empresarial.
Para establecer y hacer crecer BlackLine, Therese Tucker gastó todos sus ahorros de jubilación, agotó al máximo sus tarjetas de crédito y obtuvo una segunda hipoteca sobre su casa. En tanto, dos amigos le prestaron dinero para que ella pudiera pagar los salarios de su personal durante los meses más magros.
El riesgo asumido por la emprendedora valió la pena y dio sus frutos. BlackLine, que se lanzó en 2001, tiene un valor de más de 2.000 millones de dólares y la fortuna personal de Tucker se estima en 380 millones de dólares. Ésto la convierte en una de las mujeres más ricas de Estados Unidos, según la revista Forbes.
Debido a que BlackLine, con sede en Los Ángeles, no vende ningún producto de consumo, no es una empresa de la que muchas personas hayan oído hablar. Sin embargo, sus servicios son utilizados por más de 2.200 empresas de todo el mundo, a los que les proporciona software de contabilidad basado en la nube.
Con ingresos anuales de 177 millones de dólares y 800 empleados, sus clientes incluyen a Coca-Cola, eBay, Philips y Under Armour.
La empresaria de rosa
Con el cabello teñido de rosa y una risa contagiosa, Tucker, quien tiene más de 50 años, asegura que ser empresaria está en su ADN y que se siente cómoda tomando riesgos. Sin embargo, cuando comenzó BlackLine, dice que ni siquiera consideró la posibilidad de buscar un fondo de capital de riesgo para invertir en su negocio.
«En aquellos días no hubiera sabido cómo conseguir capital de afuera», dice. «Y, francamente, dudo que alguien hubiera puesto dinero». Tucker agrega que debido a que había fracasado con algunas start-ups en el pasado, creía que ningún inversionista la apoyaría para empezar, porque no tenía «ninguna otra empresa exitosa en mi haber».
Así que, en lugar de eso, tuvo que confiar en sus propios medios para recaudar fondos, y apoyarse en sus dos amigos. Incluso si hubiera buscado inversión formal cuando comenzó BlackLine en 2001, las probabilidades iban en su contra por el simple motivo de que es mujer.
A pesar de la cantidad de tiempo, dinero y esfuerzo dedicado recientemente a tratar de diversificar la industria de la tecnología, solo el 15 por ciento de todos los dólares de capital de riesgo invertidos en EEUU en el sector en 2017 se destinó a empresas con una fundadora mujer. Eso de acuerdo con All Raise, un grupo de presión que trabaja para que haya más mujeres en puestos de alto nivel en la industria.
Con faldas, pero no a lo loco
Criada en una granja en el medio oeste de Estados Unidos, Tucker se licenció en ciencias de la computación y matemáticas en la Universidad de Illinois. Su primer trabajo fue para Hughes Aircraft, en el sur de California, y luego se convirtió en programadora independiente de software.
Antes de lanzar BlackLine, ella era la directora de tecnología de la firma de software SunGard, un trabajo al que renunció para pasar más tiempo con sus dos hijos pequeños.
Fue una reunión con su gerente de finanzas personal lo que la inspiró a lanzar BlackLine. Tucker notó que el software de impuestos que estaba usando la compañía era engorroso e ineficiente. Ella sabía que podía construir algo mejor y así lo hizo.
Si bien BlackLine inicialmente se autofinanciaba, eventualmente consiguió una millonaria inversión en 2013 de la firma de capital privado Silver Lake. Luego empezó a cotizar en la bolsa de valores Nasdaq en 2016. «En el mundo de la tecnología estas salidas a bolsa son pocas y no ocurren muy seguido, así que el hecho de que ella haya podido hacer eso después de tanto esfuerzo, es un verdadero logro», dice Christie Pitts, socia general de Backstage Capital, un fondo de inversión que respalda a mujeres, a personas de minorías étnicas y a la comunidad LGBT.
Pitts agrega que Tucker destaca en el mundo tecnológico por haber construido una compañía tan exitosa siendo una mujer mayor de 40 años, lo que considera una «narrativa contraria a la historia tecnológica habitual». En un mundo en el que abundan las críticas por la falta de mujeres al frente de empresas es sorprendente que el nombre de Tucker no sea más conocido.
Ella reconoce que la industria de la tecnología debería hacer más para atraer y retener a las mujeres, pero se siente aliviada de no haberlo sabido cuando estaba comenzando. Cuenta que estaba demasiado ocupada construyendo su compañía como para desanimarse o distraerse por la disparidad de género.