Obama pidió por adelantado la serie en el 2016, Guaidó recomendó verla, y quien suscribe se tomará la libertad de disertar, desde una perspectiva política, el final de la serie de TV “Game Of Thrones”, muy particularmente el caso de la villana, pero muy querida, Daenerys Targaryen. Antes, me permitiré aclarar que los comentarios que leerán a continuación aluden exclusivamente a la serie de TV y no a los libros.
Para empezar, es importante comentar que, si bien el show de TV está aderezado con toques místicos y criaturas mitológicas, su trasfondo es mera y exclusivamente político, arrastrándonos, en su capítulo final, a una realidad distópica muy parecida a la que nos describía George Orwell en sus célebres obras “1984” y “Rebelión en la Granja”. Allí vimos a una Daenerys Targaryen erigiéndose como gobernante de un mundo militarizado y gris que ella misma destruyó. La otrora princesita sonrosada, ceñida en guapos vestidos azules y blancos, de pronto había dado paso a una dictadora que (con bandera gigante incluida… negra y roja para rematar) profería discursos (en un idioma ficticio bastante parecido al ruso) celebrando hazañas militares, utilizando eufemismos (Liberar = invadir, quemar, masacrar), anunciando la “liberación” de Poniente y Essos (los dos continentes conocidos en el mundo ficticio de la serie) y, además, prometiendo “destruir el sistema”.
Muchos fanáticos se quejaron de que los productores del show habían “arruinado” al personaje, y que su faceta dictatorial no era cónsona con su desarrollo durante las temporadas anteriores… pero ¿y si no es así? ¿y si en realidad la “Reina Dragón” actuó de forma perfectamente coherente? ¿Y qué tal si les digo que “el efecto Daenerys” es el mismo que sufrieron los Rusos con Lenin, los Chinos con Mao, los cubanos con Fidel… y los venezolanos con Chávez? Sigamos.
Ya el profesor Ron Jones, mediante un experimento llamado “La Tercera Ola”, llevado a cabo en el Cubberley High School, Palo Alto (EEUU), nos advertía en un lejano 1967 que las sociedades occidentales modernas, a pesar de creerse más inteligente y moralmente superiores que aquellos pueblos que caían víctimas de líderes mesiánicos, en realidad estaban hechas de la misma materia y eran susceptibles, bajo las condiciones adecuadas, de cometer los mismos errores. De lo anterior hay una película alemana bastante buena, del año 2008, titulada “Die Welle” (La Ola) que vale la pena ver con ojo crítico.
Acá en Venezuela, la cosa no era muy distinta en 1999; éramos un país rico y próspero, teníamos problemas, pero seguíamos floreciendo y nos aproximábamos al mayor boom demográfico de nuestra historia, en el futuro solo se veían cosas buenas… y a pesar de que algunas voces se levantaron cuando Chávez presentó su candidatura como presidente (incluidas las de Carlos Andrés Pérez, y Marcos Pérez Jiménez, representantes de sistemas claramente antagónicos y excluyentes entre sí, pero curiosamente con la misma opinión al respecto) las masas se desbocaron para apoyar al líder mesiánico que les prometía liberar a los oprimidos, romper las cadenas de la oligarquía conservadora y destruir el sistema.
Políticos de vieja data e intelectuales entendieron lo que aquello realmente significaba… lo vieron venir… pero eran minoría, nadie los escuchó, y un país entero se dejó deslumbrar. Y cuando les hablaban del ejemplo cubano, todos decían “No vale, no creo, Venezuela no es Cuba…”
Y así llegamos a una Daenerys que en el episodio 4 de la 3era temporada de la serie nos daba un discurso (Nótese que nuestra querida reina era bastante dada a los discursos) en que, entre otras sutilezas, nos decía “No tengo nada que decirle a sus amos, les hablo a ustedes esclavos (…) fui a Astapor (ciudad-estado ficticia) y aquellos que eran esclavos ahora están de pie a mis espaldas, siendo libres, después fui a Yunkai (otra ciudad-estado ficticia), y aquellos que allí eran esclavos ahora están de pie a mis espaldas… libres… ahora he venido a Meeren (también una ciudad-estado ficticia)… yo no soy su enemigo… el enemigo está al lado de ustedes… sus amos… el enemigo roba y asesina a sus hijos… su enemigo no tiene nada para ustedes, excepto cadenas, sufrimiento y órdenes… yo no les he traído órdenes, les traigo una opción…”.
Luego, le ordenó a sus disciplinadas tropas que lanzasen con las catapultas unos barriles llenos de grilletes que simbolizaban a los esclavos que ya habían sido liberados… una clara incitación a la revolución dentro de esa ciudad-estado imaginaria. Da lo mismo que se tratase de grilletes o de panfletos, la verdad es que en la escena lo que se muestra es a una líder carismática dando un mitin, azuzando a las masas en contra de la clase dominante y proponiendo un cambio de sistema radical en nombre de la igualdad y la libertad.
¿Era la libertad lo que realmente obtenían quienes se les unían? La verdad… no parece… los hombres terminaban reclutados en el ejército de la reina liberadora, mientras que las mujeres y los niños quedaban en una penosa situación, dependiendo de que el nuevo sistema paternalista (o maternalista en este caso) les alimentase, y… ¿cómo no? alabando a su libertadora como si de una diosa se tratase… endiosamiento que nunca le molestó, y más bien pareció propiciar… hasta le llamaban “Madre”.
Siempre se hacía esperar, e irrumpía en la escena precedida por los rugidos del enorme dragón que cabalgaba… la imagen misma del poder. Con sus apoteósicas presentaciones se garantizaba el centro de atención, cuestión que aprovechaba para lanzar sus célebres discursos. Por ejemplo, en el mundo ficticio de la serie, hay un pueblo bastante similar a los hunos, llamado “Dothraki”, pues bien, este pueblo tenía la tradición de seguir a un cacique conocido como “Khal”, que a su vez elegía a tres de los hombres más valientes de la horda, que serían sus lugartenientes y que eran llamados “Jinetes de sangre”; en el episodio 6, de la sexta temporada, luego de una entrada triunfal, dijo: “Cada Khal que ha existido escogió a tres jinetes de sangre, para que luchen a su lado y guarden su camino, pero yo no soy un Khal, no elegiré a tres jinetes de sangre… los elijo a todos (…) ¿Estarán conmigo ahora y siempre?” Naturalmente aquel discurso, claramente demagógico y populista, caló hondo en su público, que enloqueció en vítores y muestras de apoyo… gritos, algarabía, brazos alzados, golpes en el pecho… de haber hablado español, seguramente habrían gritado “Patria o muerte”.
La muy cultivada imagen mesiánica de Daenerys Targaryen, sus discursos encendidos y sus promesas de libertad cautivaron a sus acólitos ficticios, pero también a la audiencia real, que no supo ver en ella a la dictadora que realmente era. Vistas todas sus escenas en retrospectiva no hay dudas, el personaje creía que realmente estaba predestinada a gobernar el mundo, ella misma estaba convencida de su mesianismo y siempre aseguró que alcanzaría sus metas a cualquier precio.
Respecto a lo anterior, resulta particularmente recomendable el libro “Los Brujos de Chávez” escrito por David Placer, en el cual, entre otras cosas, se nos relata como el fallecido dictador embaucaba a todos sus conocidos fingiendo ser espiritista, y simulando ser poseído por el espíritu de un tal “Maisanta”, un antepasado y caudillo de la guerra civil que, casualmente, siempre hablaba para intervenir en favor de su descendiente… predestinado ¿cómo no? a salvar a Venezuela…
A Daenerys la vimos durante siete temporadas quemar a quienes no se arrodillaron ante ella, asistimos a las escenas en que aseguraba creerse dueña de la verdad e imponía castigos crueles, la vimos gobernar como una deidad… en nombre de la libertad ¿y nos sorprende que haya quemado a una ciudad entera llena de inocentes?
Bueno… el problema radica en que creemos ser más inteligentes que nuestros abuelos, que nuestros padres, que los cubanos, que los venezolanos… pero… necesitamos que nos pongan a Daenerys Targaryen vestida de negro, con alas de dragón, una bandera negra gigante y una horda de “Dothrakis” blandiendo enloquecidamente sus “Arakhs”, (armas sospechosamente parecidas a la hoz de la bandera comunista) para darnos cuenta de que era la mala de la historia… ¡Qué fácil de embaucar es occidente!
El “Efecto Daenerys” como mínimo debe considerarse un campanazo para todas las naciones del mundo libre ¡Cuidado con las Daenerys Targaryen de la vida real!
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