El proyecto de la emprendedora no tienen nada que ver con los traficantes de humanos en la frontera, sino con el más delicioso postre tradicional de Sonora
Cuando Marisela Parada emigró el año pasado a Los Ángeles, traía en mente revalidar sus estudios como química bióloga, pero la nostalgia por Sonora, su estado natal, la llevó a meterse a la cocina y ponerse a hornear “coyotas”, el postre más tradicional del fronterizo estado mexicano.
Animada por su esposo Juan Parada decidió introducirlas a Los Ángeles para que los angelinos conocieran las coyotas hechas a mano con la exclusiva receta de su tía Lourdes Mendívil de Navojoa, Sonora.
Pero todo comenzó con una historia de amor, a finales de febrero de 2016, Juan Parada, un méxico-americano de Los Ángeles, viajó a Navojoa para acompañar a su madre originaria de Sonora a un funeral.
Y en el lugar menos pensado para encontrar a la media naranja, Juan y Marisela se conocieron. Juan dice que primero la conoció como amiga, pero conforme la trató, se fue enamorando.
“Me gustó mucho que ella es una mujer inteligente, muy trabajadora y con valores familiares, dice. Marisela cuenta a su vez que le gustó Juan porque comparten la misma ideología, es hogareño y no es machista.
Marisela estaba al frente de un laboratorio de análisis clínicos y tenía un negocio de jugos saludables en Sonora. En los espacios libres que tenía ayudaba a su tía Lourdes con la preparación y venta de las coyotas. “Ella empezó a hacer coyotas cuando enviudó y no le alcanzaba con la pensión que le dejó el esposo. Ahorita le encarga todo mundo en Navojoa. Ella fue quien me enseñó”, dice.
A Juan fue Marisela quien por primera vez le dio a probar una coyota. “De primero, le dije que no. Ella insistió que la probara. Le hice caso y quedé encantado. Sus coyotas tienen un sabor muy casero”, comenta.
Durante el noviazgo, Juan iba y venía de Los Ángeles a Navojoa para visitar a Marisela. “Yo empecé a traer coyotas y compartirlas con mis compañeros de trabajo anglosajones. Después se las empecé a vender porque les gustaron mucho“, comenta.
Luego de dos años de viajes entre Navojoa y Los Ángeles, Juan le propuso matrimonio a Marisela. El 18 de mayo de 2018 se casaron y vinieron a vivir a la ciudad de Pico Rivera.
Fue él quien le propuso a Marisela hacer negocio con las coyotas en tanto revalidaba sus estudios de bioquímica.
“Llegué con esa idea de trabajar aquí también en un laboratorio analizando muestras de sangre en el laboratorio, pero la cocina también me gustaba mucho. Cuando mi esposo me propuso lo de las coyotas, me entusiasmé”, dice.
Juan confiesa que él probó coyotas en distintas regiones de Sonora, y puede decir sin temor a equivocarse que las preparadas con la receta de la familia de Marisela, están entre las dos más sabrosas que ha comido en su vida.
Miedo a las coyotas
Hace cinco meses, pusieron manos a la obra. Marisela contrató a una compañera de sus clases de Inglés como Segunda Lengua, una inmigrante de Tailandia casada también con un México-americano para que la ayudara en el naciente negocio.
Por los menos tres veces a la semana, la sonorense se levanta a las cuatro de la mañana a preparar la masa para las coyotas. A las 8, 9 de la mañana, ella y su amiga tailandesa se ponen a hornear.
Juan consiguió un permiso para vender coyotas todos los viernes en el Farmers Market de la ciudad de La Puente de 6 de la tarde a 10 de la noche; y los fines de semana en el este de Los Ángeles de 11 de la mañana a 6 de la tarde.
“No tenemos un lugar fijo donde ponernos en el Este de Los Ángeles. Levantamos una mesa en la banqueta, y vámonos recio, nos ponemos a vender”, platica riendo Marisela.
Juan comenta que escogieron el este de Los Ángeles porque las coyotas son un producto nuevo en la región, y quería que fueran validadas por la cultura latina. Si pasaban ahí la prueba, sería más fácil entrar a otros mercados.
Juan cuenta que en el este de Los Ángeles, se sorprenden con el nombre de coyotas, piensan que tiene relación con los coyotes, los traficantes de inmigrantes indocumentados. “Yo bromeo con eso y les digo “¡no coyote, cómanse una coyota!”.
Debido a que en los Ángeles, el número de inmigrantes de Sonora, México es bajo comparado con otros estados mexicanos como Michoacán, Jalisco y Zacatecas, las coyotas no son muy conocidas. Por esa razón, Juan dice que han encontrado resistencia para entrar en el mercado hispano. Pero como experto en marketing, no se da por vencido y ha diseñado toda una estrategia para colocar las coyotas en el gusto de los angelinos.
“Hay gente que le da miedo comerlas. Yo les digo, no seas coyote, prueba una coyota. Damos muchas muestras para que la gente los conozca. Dar muestras es algo que no se usa en los negocios que venden en las aceras del este de Los Ángeles”, platica.
Pero una vez que le dan una oportunidad y las prueban, les gustan y convierten en clientes, afirma.
También ha abierto un sitio web bajo el nombre de la marca Coyotas de Sonora para ventas en línea. “Ya hemos hecho ventas a Carolina del Norte y San Francisco”, comenta. Y están tratando de que se vendan en cafeterías. “Hemos tenido muchos no, pero seguimos insistiendo”, afirma Juan.