El 24 % de los estudiantes españoles recibe clases particulares, un refuerzo que ha pasado de ser «un bien de lujo» a uno «de primera necesidad» y que ha triplicado su volumen económico en los últimos años.
El dato está recogido en el informe ‘Educación en la sombra’, elaborado por el profesor titular de la UNED Juan Manuel Moreno, quien explica en una entrevista con RNE los factores que influyen en el aumento y señala que las clases medias y bajas son las que más están invirtiendo y priorizando este servicio frente a otros gastos.
«Si miramos la evolución del gasto de las familias durante la llamada Gran Recesión’, entre 2008 y 2014 o 2015, el gasto en particulares se triplica, mientras que en esos años el gasto en ropa, restaurantes, alimentación, incluso, caía con bastante fuerza. No hay mejor prueba ni experimento natural que el de esos años en los que ocurría eso, que lo que fue un bien de lujo ha pasado a ser, de facto, un bien de primera necesidad», afirma Moreno, también analista de investigación del Centro de Políticas Económicas (EsadeEcPol).
Las familias ven la necesidad de «invertir» en este refuerzo
Su análisis, que parte de la Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF), destaca que, pese al crecimiento sostenido a lo largo del período estudiado (2006- 2020), el 23% de los hogares (y un 24% de los estudiantes) consume clases particulares en España, cifras relativamente bajas en relación con los países asiáticos y aun con los europeos.
«No creo que esté fallando el sistema educativo, lo que ocurre es que cada vez más familias entienden que tienen que tienen que invertir más, ven la necesidad de una personalización mayor, en un clima de competitividad mayor para entrar sobre todo en instituciones de educación superior, de prestigio. Entienden que sus hijos necesitan una ventaja comparativa más. En definitiva, son factores de muchos tipos los que podrían explicar este gasto creciente, sostenido y aparentemente imparable en lo que llamamos la educación en la sombra», apunta el investigador, quien precisa que este fenómeno no es exclusivo de las familias y los alumnos de la pública sino que también se da en la concertada y la privada.
No obstante, el análisis señala que en España el impacto de este servicio sobre la equidad educativa es, como en todas partes, negativo (los hogares ricos gastan hasta cinco veces más que los más pobres), si bien las familias de ingreso medio y bajo están aumentando el porcentaje de sus presupuestos dedicados a ella.
Esto, según Moreno, merece una reflexión: «Ahora mismo estamos en ese 24% y es justo el momento de pararnos a pensar qué es lo que hay que hacer desde la escuela y desde el sistema educativo (…) Esta educación en la sombra es uno de los grandes factores que profundizan las desiguadades. Las clases medias y bajas son las que están haciendo un esfuerzo mayor, pero no nos olvidemos, quienes más gastan son las familias más pudientes. La brecha se está cerrando poco a poco pero sigue estando ahí».
Percepción de menor calidad de enseñanza y mayor competencia
El volumen de gasto en estas clases -centradas en recuperar y reforzar más que en perfeccionar y ampliar- ha crecido con independencia del contexto económico: se triplicó entre 2006 (246 millones de euros) y 2017 (732 millones de euros), coincidiendo con la Gran Recesión.
El estudio de este «think tank» de la Escuela de Negocios Esade apunta que un excesivo crecimiento de este tipo de servicios podría traducirse en incentivos para reducir la financiación pública en la educación formal, lo que, a su vez consolidaría las desigualdades crecientes.
«Aumentar la confianza pública en las escuelas será la vía para evitar que la educación en la sombra se imponga como norma social. Esto requiere políticas educativas de gran calado, sobre todo en materia de evaluación, exámenes externos, certificación del aprendizaje, orientación personal y profesional y multiplicación de itinerarios educativos que transformen la escolarización en una carrera donde todos puedan ganar», sostiene el estudio.
Entre las razones que explican la demanda de las familias figuran la percepción creciente de que la calidad de las escuelas ha bajado y que hay que compensar, y que existe una mayor competencia por entrar a las instituciones de educación superior de élite, como consecuencia de la universalización de la educación secundaria.
También se señala que las familias tienen menos hijos y eso permite invertir más en cada uno de ellos. Además, los padres y madres tienen menos tiempo para ayudarles con las tareas escolares, así que se hace más necesario.
No ha caído el gasto durante la pandemia
En el caso de España, los microdatos de 2020 de la Encuesta de Presupuestos Familiares permite conocer la evolución del gasto de la «educación en la sombra» en los tres períodos claramente diferenciados que tuvo ese año: los dos meses y medio anteriores al confinamiento; los dos meses en que tuvo lugar el encierro “duro”; y el resto del año o período de nueva normalidad.
Aunque cabía esperar una caída generalizada del gasto durante el confinamiento, primero por la obvia reducción de la oferta y segundo por la reducción de la demanda ante la crisis económica y el clima de incertidumbre (que rebajaron el gasto en general e incrementaron el ahorro de los hogares), el gasto de los hogares más pobres «se ve afectado mínimamente» frente a las familias en mejor posición económica.
«Tiene sentido que la momentánea reducción de la oferta de la ‘educación a la sombra’ tenga mayor impacto sobre quien más gasta, pero aun así sigue sorprendiendo» que la inversión resistiera entre los que tienen un menor poder adquisitivo.
Un fenómeno que crece con más fuerza en pequeños municipios
Otra manifestación de desigualdad que suele señalarse es que este tipo de educación tiende a acentuar la brecha entre zonas urbanas y rurales. Se ha desarrollado como fenómeno urbano más que rural por la simple razón de que la oferta se concentra en las ciudades y, además, porque la demanda tiende también a crecer muy rápido dada la mayor presencia de rentas altas y clases medias aspiracionales.
Sin embargo, los datos empiezan a echar por tierra esa hipótesis. Según la Encuesta de Presupuestos Familiares 2016-2017 el porcentaje de hogares españoles que consumían clases particulares era muy parecido independientemente del tamaño del municipio, pero a partir de esos años ha crecido mucho más rápido en los más pequeños y en zonas rurales, mientras que en las ciudades se ha quedado casi estancada.
Esto ha dado lugar a que el porcentaje de usuarios sea hoy considerablemente mayor en los municipios de menor tamaño. Además, si se comprueba el gasto medio por hogar, los de las grandes ciudades invierten comparativamente más, pero la brecha con las zonas rurales tiende a reducirse.
Por otra parte, la tendencia a medio y largo plazo «parece apuntar a una demanda creciente» en todas las familias, reflejando lo que podría ser una conciencia cada vez más generalizada en todas las clases sociales de que invertir en esta cuestión podría funcionar como condición para asegurar el acceso a las oportunidades de futuro de los hijos.