Lo que está viviendo la sociedad española, recuerda a la Venezuela de 1999 cuando Hugo Chávez llega al poder.
Independientemente de la época o del año en que se viva, hay ciertos elementos que nos permiten hacer ciertas comparaciones entre una sociedad u otra como, por ejemplo, que toda sociedad está constituida por personas y las distintas interacciones que realizan entre ellas, de donde se desprenden aspectos tan determinantes como la política y la cultura.
Empiezo por el final para comentar que tanto España como Venezuela son puntos geográficamente estratégicos. España fue punto de encuentro o de paso de una gran cantidad de culturas como la romana, celtas, bárbaros o moros.
Venezuela, al igual que toda América Latina estuvo impregnada por esa cultura española que se da después de la llegada de Cristóbal Colón y que favoreció no sólo el encuentro de la cultura indígena con la europea, sino la mezcla entre ellas y por lo tanto su enriquecimiento mutuo.
En cuanto a la política, su organización y su gestión de las inquietudes y problemas de los ciudadanos, afecta y moldea el comportamiento de la sociedad en su conjunto, y por ello, es el punto del que voy a opinar.
Tanto la sociedad venezolana de 1999 como la sociedad española actual comparten esa decepción con el estamento político del que hablé en mi artículo anterior, frustración resultado de la mala gestión administrativa ya sea por ineptitud o por maldad y que desencadenó cambios importantes en la organización y en el sistema político de ambos países.
Ante esta frustración, en Venezuela, la sociedad vio en un discurso de reivindicación social, victimista y revanchista, la oportunidad para dar ese cambio político que la sociedad demandaba, un discurso que despertaba más esperanzas debido a que era enarbolado por el ex militar que se levantó en armas contra aquello que era identificado como el origen de todos los males del país.
Con las mayores reservas de petróleo del mundo y el aumento de su precio de poco menos de 10 dólares el barril a la llegada de Chávez a más de 100 dólares en pocos años, se generó un aumento del gasto público descomunal y descontrolado que, en las manos equivocadas, significó la ruina del país.
En España por otro lado, la frustración dio paso al surgimiento de nuevos actores políticos que fueron despertando la inquietud de ciertos sectores de la sociedad por volver a participar en la política, fortaleciendo el sistema de negociación parlamentaria para la formación de gobierno y que nos ha llevado a la situación que vivimos actualmente.
Ante la incapacidad del PSOE de formar gobierno en solitario ni de lograr acuerdo posible con los partidos de la derecha, el PSOE hizo algo que los demás partidos no se esperaban y aquellos que lo hicieron jamás pensaron que duraría en el tiempo.
Pedro Sánchez pactó con partidos que buscan abiertamente un cambio no sólo en el sistema político español, sino de toda la sociedad española, partidos muy minoritarios pero que por la suma de sus votos de representación en el parlamento fueron decisivos para la formación del actual gobierno de España.
Algunos dijeron que se trata de un gobierno débil que no tendría capacidad de maniobra ni de acción y que debido a su propia heterogeneidad se desintegraría rápidamente, sin embargo, no ha sido así y no ha sido así ya que lo que une a este gobierno tan heterogéneo no es otra cosa que el poder, por lo que por el contrario, estamos ante un gobierno fuerte y que no tiene la más mínima intención de salir del poder y que tan unido está que está pactando ya los Presupuestos Generales del Estado.
Creo que las posibilidades de que la situación política, económica y social en España se pueda deteriorar de forma considerable como consecuencia de las actuaciones de este gobierno son demasiado altas (la mala gestión sanitaria como consecuencia del Covid-19 y la económica como consecuencia también del Covid-19, sólo son dos ejemplos) y sus similitudes con la forma de actuar del chavismo son claras e incontestables.
Atacan entre todos sus miembros y de forma coordinada, en varios frentes y al mismo tiempo no sólo a sus adversarios políticos sino a las instituciones públicas con el único propósito aparente de debilitarlas para poder modificarlas a su antojo.
Es necesario que la oposición política española le de la importancia que merece esta situación y que busquen las vías necesarias de entendimiento y unión que puedan hacer frente a las amenazas y los obstáculos que estamos enfrentado y que de seguro seguiremos enfrentando en los próximos años.
Tanto se parece la situación, que hace veinte años, con la llegada de Chávez al poder y ante las advertencias de su peligro para el país por su admiración por Raúl Castro decíamos: “De ninguna manera, Venezuela no es Cuba, jamás seremos Cuba”.
Veinte años después en España decimos: ”De ninguna manera, España no es Venezuela, no somos América Latina”, a lo mejor sea cierto, sin embargo, cada día nos parecemos más.
No somos Venezuela, pero cada día nos parecemos más (II parte)