En los últimos años, la Psicología ha ido experimentando progresivamente un importante cambio en su concepción como disciplina sanitaria. Este proceso, se ha visto culminado con la puesta en marcha del Máster en Psicología General Sanitario (MPGS) el cual, llega para regular la psicología como profesión del ámbito sanitario y contribuye, por tanto, a que dicha disciplina pueda acogerse al mismo marco legal que ampara al resto de profesiones relacionadas con la salud.
Antes de continuar considero necesarias ciertas aclaraciones para quienes aún, andan un poco perdidos al respecto ¿qué diferencias existen entre el programa PIR y el MPGS?
El programa PIR (Psicólogo Interino Residente) constituye una formación de postgrado desarrollada de manera conjunta por los Ministerios de Sanidad y Educación, tiene una duración de cuatro años y la formación es predominantemente práctica. Durante este periodo el/la psicólogo/a residente rota por diferentes dispositivos desarrollando su actividad (remunerada) en el marco de los Servicios Públicos, llevando a cabo distintas modalidades de atención en función de los diversos grupos poblacionales o de las diferentes fases los trastornos psicopatológicos. Cuando se finaliza la formación, se obtiene el título de especialista en Psicología Clínica cuyo campo de acción sería la investigación, prevención, evaluación, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación de los trastornos mentales, así como de los fenómenos y procesos psicológicos, comportamentales, y relacionales que inciden en la salud y la enfermedad de las personas, desde una concepción integral y multi-determinada de la salud y enfermedad humana.
Por su parte y según el artículo 6.4- Ley 44/2003 corresponde al PGS, la realización de investigaciones, evaluaciones e intervenciones psicológicas sobre aquellos aspectos del comportamiento y la actividad de las personas que influyen en la promoción y mejora del estado general de su salud, siempre que dichas actividades no requieran una atención especializada por parte de otros profesionales sanitarios”. El MPGS se imparte en las universidades y tiene una duración de año y medio aproximadamente. Cuando se finaliza se obtiene el título de Psicólogo/a General Sanitario.
Pros y contras
Personalmente, he tenido la oportunidad de vivir en primera persona, los pros y los contras de ambas formaciones ya que he sido aspirante a PIR (sin llegar a sacar plaza) durante varios años y, además, he cursado el MPGS.
El programa PIR es, sin duda, una excelente oportunidad para adquirir toda la práctica necesaria para el ejercicio de la profesión dentro del ámbito sanitario. Cuatro años de constante formación e incesante trabajo que, además, está remunerado como ocurre con otros programas como el MIR o el EIR. Quienes tienen la posibilidad de acceder a este programa tienen un merecido sinfín de puertas abiertas, y digo merecido porque al PIR solo puede accederse por concurso oposición; un examen de 235 preguntas (más 10 de reserva) de casi 5 horas de duración que te permite optar a una de las 130 plazas que, de media, se convocan cada año en España y para las cuales, aspiran una media de 4000 psicólogos. Es decir, una ratio de 30 personas por cada plaza. Si se consigue la plaza, y una vez finalizada la formación, se puede ejercer en los entornos sanitarios y sociosanitarios tanto públicos como privados.
Por tanto, el PIR constituye una innegable oportunidad para la formación y para el ejercicio de la profesión desde el mismo momento en el que se accede a formar parte del mismo. Sin embargo, la insuficiente oferta de plazas convocadas en nuestro país cada año hace de esta vía formativa, un largo y tedioso camino de incesante esfuerzo que recorrer y que, en muchas ocasiones, es una inmersión muy a largo plazos que no ve sus frutos. Por supuesto cuando se consigue, la satisfacción es incomparable.
Con la nueva normativa que llega de la mano del MPGS, todo/a graduado/a en Psicología que quiera ejercer por cuenta propia o en cualquier centro que esté inscrito como sanitario (menos aquellos a los que solo puede accederse con el PIR) solo pueden lograr la habilitación para el ejercicio de la profesión cursando dicho máster (excepto aquellos/as psicólogos/as que llevaban ya cierto tiempo trabajando y se acogieron a la habilitación que se proporcionó con la llegada de la nueva normativa). Esto se traduce en una dificultad un tanto similar a la del PIR: muchos psicólogos (dada la obligatoriedad del máster) para acceder a una de las 25 plazas que, por media, se ofertan en las diferentes provincias. Esta situación unida a que no en todas las facultades de psicología se imparte dicho máster, se ha traducido en larguísimas listas de espera para poder acceder.
Si bien, aunque es cierto que el MPGS duplica en horas el periodo de prácticas de la carrera (300 frente a 180), estas prácticas siguen siendo en muchos casos, insuficientes para la práctica. Y considero que no es cuestión de horas. No al menos, únicamente. El problema es que la mayoría de las personas que, en mi caso hemos tenido la suerte de acceder al MPGS hemos querido cursarlo con una doble expectativa: la primera, lograr la habilitación y la segunda, conseguir la formación práctica que nos otorgue la seguridad suficiente para lanzarnos al mundo de la consulta psicológica y de la que carecemos, a grandes rasgos, durante los años de carrera.
Mejorar la formación práctica
Pocos son los centros de prácticas donde es posible trabajar con pacientes típicos de consulta. Las expectativas que tenemos los que empezamos esta bonita carrera, son muy diferentes a la realidad ya que, en muy pocas ocasiones, los que queremos dedicarnos a la consulta privada tenemos la oportunidad de ver pacientes reales en nuestros años de formación.
Muchos profesionales de gabinetes o consultas privadas se niegan en rotundo a recibir alumnado en práctica. Por supuesto, esto es un hecho entendible y respetable, dada las características de las sesiones donde la privacidad y el respeto a la intimidad del paciente es un aspecto fundamental. Sin embargo, cuando se trata de cualquier otro profesional de la salud, podemos encontrar fácilmente alumnos en prácticas y pocas veces se le plantea esto como una alternativa no viable. No culpo a los psicólogos del ámbito privado, ni mucho menos.
Existen centros compuestos por consultas, muy muy pocos, donde las sesiones de consulta psicológicas son algo más económicas. Esto se debe, en parte, porque son centros que han llevado a cabo un convenio con alguna universidad y tienen en cada consulta, además del profesional en psicología a un/a alumno/a en prácticas. De esta forma, se contribuye, por ejemplo, a que personas con menos recursos tengan acceso a los servicios psicológicos y a la vez se invierte en la formación adecuada de futuros/as psicólogos/as ya que se les proporciona situaciones reales y son supervisados por profesionales con experiencia.
Tal vez, la formación universitaria adecuada de el/la psicólogo/a pasaría por que este tipo de centros, lejos de ser una excepción, se generalice en todas las universidades. Además, el hecho de que esta iniciativa se implante nuestra disciplina no debería extrañarnos puesto que ya se lleva a cabo en otras profesiones. Por ejemplo, hace unos años, un paciente me decía que existía la posibilidad de acudir a las facultades de Odontología para hacerte determinados tratamientos odontológicos. Allí, los alumnos de los másteres tienen la posibilidad de practicar en situaciones reales, siempre bajo supervisión, por un “simbólico” precio. Este dinero se emplea únicamente en la obtención de los recursos y materiales necesarios para la realización de dichas prácticas.
Finalmente, es necesario resaltar que ya, no cabe plantearse otra opción para ejercer en la práctica (excepto el PIR) que la realización del MPGS. Prueba de ello, es que ya prácticamente, todas las ofertas de trabajo para el puesto de Psicología exigen la habilitación que proporciona el máster sin lugar a discusión. Por tanto, el MPGS abre muchas más puertas de las que puede cerrar y, sea o no la mejor vía formativa en lo que a la práctica se refiere, primero hay que cursarlo y luego lanzarse a la piscina confiando siempre en que, realmente, tras tantos años de estudio tenemos los conocimientos y competencias necesarias, aunque creamos que no, y que solo con la práctica podremos ir desarrollándolos progresivamente.
Cristina Ortiz, psicóloga deportiva de La Palma F.S.