La pasada, ha sido una semana cuando menos agitada, incoherente y decepcionante en la política española, una semana en la que hemos sido testigos de lo que pareció una fractura irremediable y definitiva de la derecha a la vez que una victoria de Sánchez y de su séquito de acólitos.
Agitada, por el debate que se dio en el Congreso de los Diputados sobre la aprobación de la moción de censura interpuesta por VOX y que todos sabíamos que no iba a prosperar; incoherente, porque después de lo dicho en el Congreso, no se entiende muy bien cómo va a quedar la relación PP-VOX aunque se mantengan los compromisos de gobernabilidad en regiones como Madrid y Andalucía entre otros; y decepcionante, porque se perdió una oportunidad (que no la única ciertamente) de llegar a acuerdos o consensos que permitieran dar la impresión de algún tipo de unidad que ilusionara y uniera de alguna forma a los votantes de derecha, y que diera fortaleza a los partidos para lo que iba a suceder unos días después.
Sucedió que cuatro días después, fuimos testigos de cómo el Consejo de Ministros reunido el domingo 25 de octubre de forma extraordinaria decretaba el tercer Estado de Alarma en menos de un año (es el tercero que afecta a Madrid y el segundo que afecta a todo el país), y que contiene dos elementos que me llaman particularmente la atención.
El primero, es el toque de queda impuesto a nivel nacional entre las once de la noche y las seis de la mañana y que Pedro Sánchez pidió que llamáramos “restricción a la movilidad nocturna”, al igual que Chávez, que ante el incremento de los asesinatos en Venezuela pidió que no se hablara de violencia, ya que en Venezuela lo que había era una “sensación de inseguridad”.
Luego está la intención del gobierno o, mejor dicho, de Pedro Sánchez de extender el Estado de Alarma por un período de seis meses, o más concretamente, hasta el 9 de mayo de 2021.
Es en este punto donde entra en escena esa forma de actuar ruin y descarada que antepone los intereses políticos personales a los intereses nacionales, utilizada de forma profesional por el chavismo en Venezuela y que paso a paso se viene implantando en esta España gobernada por socialistas, comunistas, antisistema, separatistas (o independentistas) y los herederos de una banda terrorista como ETA entre otros.
El gobierno de Sánchez puede hacer todo el teatro que quiera diciendo que las medidas son para doblar la curva de contagios, pueden decir que el mando lo tendrán los presidentes de las CCAA (y que eso es bueno) y que ellos son los que tomarán las decisiones necesarias para luchar contra la pandemia y pueden jurar mil veces que el tiempo de duración del Estado de Alarma puede ser mucho menor si las cifras de contagio disminuyen. El gobierno puede decir y hacer lo que quiera que ya no es creíble.
Para descubrir a un manipulador de talla profesional como el actual gobierno de España, hay que prestar más atención de lo que no dice que de lo que sí dice como por ejemplo el artículo once de la Ley Orgánica 4/1981 de 1 de junio y que regula los estados de alarma, excepción y sitio.
Dicho artículo once expresa la posibilidad de gobernar a través de decretos, decretos que pueden regular esferas de la vida tales como la circulación de personas, practicar requisas temporales de todo tipo de bienes, intervenir y ocupar transitoriamente fábricas e industrias o limitar el consumo de algunos bienes y servicios, entre otros aspectos de nuestra cotidianidad.
Ante esta situación el PP manifestó su apoyo al Estado de Alarma, pero con condiciones, como por ejemplo que la duración del Estado de Alarma no superara las ocho semanas y que se hiciera una modificación de la Ley Orgánica 3/86 de Medidas Especiales en materia de Salud Pública, modificación que podía estar lista en esas ocho semanas para así, no tener que utilizar el Estado de Alarma nuevamente.
Pero ni corto ni perezoso, el gobierno respondió al PP casi de inmediato, exigiéndole que dejara de lado sus condiciones para apoyar el Estado de Alarma, colocándolo así, en el mismo lugar que a principios de verano, en donde a pesar de ser el segundo partido más votado y primero de la oposición, se le deja hablar, quejarse y plantear, pero a la hora de la verdad no se le toma en cuenta (salvo muy contadas ocasiones).
Es así como Sánchez gana y España pierde. Aprovechando la pandemia y la necesidad de actuar, el gobierno se garantiza gobernar a través de decretos (tienen los votos para las prórrogas), decretos con los cuales a lo mejor ahora sí puedan terminar de comprar el material sanitario que se está negociando desde agosto pero que todavía no se ha comprado. Ya vimos los contratos, nombramientos y decisiones que tomó el gobierno mediante decretos durante la primera ola.
El gobierno de Pedro Sánchez ha demostrado que sabe lo que hace, no nos engañemos, no son ignorantes ni brutos, ni mucho menos ingenuos, en una semana el gobierno pudo alardear públicamente de terminar de fragmentar a la derecha (digo terminar porque empezó con Ciudadanos que está siempre dispuesto para satisfacer las necesidades del gobierno) y además dar un golpe de efecto y de autoridad al decretar el Estado de Alarma y menospreciar (también públicamente) las condiciones planteadas por el primer partido de la oposición para su apoyo a tal Estado de Alarma.
Con independencia de lo que pasó la semana pasada y lo que pueda pasar en las semanas venideras, lo único cierto es que nosotros tenemos que seguir adelante y luchar por nosotros mismos, por nuestras familias y por nuestro futuro como siempre hemos hecho, pero es necesario que nos involucremos en lo que sucede en el país, lo que pasa y pueda pasar también es nuestra responsabilidad, ya nos han demostrado muchas veces que no podemos delegar toda la discrecionalidad en los partidos, es necesario que la sociedad se organice y ejerza su fuerza como grupo de presión capaz de hacerse escuchar.
A la finalización de este artículo, todavía no había sido presentado el decreto de Estado de Alarma ante el Congreso de los Diputados. Lo debatido y lo decidido posiblemente lo comente la semana que viene.
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