Salir de la estanflación

Entre las iniciativas que vengo a proponer para activar económico-financieramente los mercados del mundo subdesarrollado, insisto especialmente en colocar parte o incluso toda la producción excedentaria que hoy en día tiene Occidente. Excedentes que considero la causa de los problemas que estos mercados están atravesando.

Los problemas del mal llamado tercer mundo, estamos viendo, hoy más que nunca, no solo unos problemas que solamente se están circunscribiendo a los países que se entiende que engloba esa denominación.

Antes de nada, creo conveniente aclarar, o mejor dicho, precisar, por qué a mi modo de entender llamar tercer mundo a estos países no es algo correcto, ni siquiera, o tal vez sobre todo, desde el aspecto ético. Este apelativo lo creo del todo denigrante o incluso ofensivo. Pues nos deberíamos dar cuenta, y sobre todo las personas que dirigen los organismos en los que está en su mano el poder de adoptar medidas conducentes al paliar, en cierta medida, los problemas que están asfixiando a todos estos países, que todos somos integrantes del mismo barco y que, conceptualmente, es intolerable permitir, siquiera un instante, que alguien pueda llegar a pensar que es lícito arrogarse una supremacía frente a otro ser humano, por el mero hecho de poder disponer de unas posibilidades económicas y consecuentemente técnicas mayores.

inflación

Hoy en día, en que las teorías de la aldea global están difundiéndose por todos los substratos sociales y que se puede ver diáfanamente qué eventos que tienen lugar al otro lado del planeta, en cuestión de pocas horas, pueden llegar a repercutir de manera virulenta en cualquiera de nosotros, y cuando hago alusión a esto, no estoy pensando solamente en los acontecimientos puramente económicos, como los tan manidos de la bolsa de Nueva York, que pueden afectar a decisiones incluso gubernamentales, estoy pensando fundamentalmente en casos de nacimientos ignotos de enfermedades infecciosas, por ejemplo que como consecuencia del ingente y rápido tráfico de personas y objetos pueden producirse en muy pocas horas en cualquier lugar del mundo, por lejano que éste sea, y originar terribles desgracias entre nosotros.

Se debe empezar a pensar y, sobre todo, de hecho a asimilar que debemos poner todo lo que esté en nuestras manos para empezar a solventar las causas que están haciendo que todos estos países que cada día se están separando más y más de poder llegar a alcanzar unas cuotas mínimas, de lo que se viene a llamar confortabilidades creando puestos de trabajo estables y las infraestructuras necesarias para desarrollarlos que coadyuven a la consecución de niveles de vida mínimamente dignos. Pues de alcanzar todos estos objetivos, además de beneficiar en primer lugar a dichos países, evidentemente, también sin lugar a duda, se beneficiarán o, mejor dicho, nos beneficiaremos todos, precisamente por la condición de no existir hoy en día ningún compartimento estanco. Ya que de esa manera, muy probablemente, la primera de las consecuencias que tendría todo esto, sería que ya no tendrían un motivo acuciante para tener que emigrar de sus países, con todo lo que conlleva esta, casi siempre, desagradable decisión. En primer lugar para el propio emigrante, por razones obvias, y para los países receptores, pues no cabe duda de que esto origina unos desequilibrios económico-sociales que pueden llegar a desestabilizar el statu quo de cualquier país. Baste para ello exponer un ejemplo que bien puede ser el de los mercados de trabajo.

zona euro

También estoy completamente seguro de que se lograría algo que creo sinceramente que puede ser tan importante o más que lo anterior, que sería poder activar económico-financieramente unos mercados, hoy en día inexistentes, en los que se podría colocar parte de toda la producción excedentaria o tal vez toda, que hoy en día, desgraciadamente tiene Occidente y que es la causa de los problemas económicos financieros que está atravesando por demasiado tiempo ya. Porque de esta manera, todos estos países ya no serían un insaciable foco de ayudas financieras, sino que podrían llegar a ser países perfectamente productivos y fuente de ingresos, no de egresos, como hasta la fecha y de esta manera reactivar la demanda mundial y consecuentemente el crecimiento económico.

Claro está que todo esto no se puede conseguir de la noche a la mañana, ni con sólo la acción de una docena de países, se debe para todo ello, imprescindiblemente, implementar medidas en bloque, que impliquen a todos y cada uno de los países del mundo, medidas éstas que deberán ser adecuadamente planificadas para que en un plazo razonable de tiempo se pueda llegar al logro de los objetivos y que darán lugar, con toda seguridad, a una revolución positiva sin parangón hasta la fecha, y por supuesto incruenta, de todos los centros económicos de poder existentes en estos momentos como consecuencia de la creación de estos nuevos e imprevisibles mercados.

Y con toda seguridad, debido a todo ello, una mejora de las condiciones económico-sociales de la gran mayoría de los integrantes de nuestro planeta. Pues, cuando una persona tiene sus necesidades cubiertas, puede empezar a pensar en multitud de cosas beneficiosas, como polucionar menos, preservar hábitats naturales, higiene y sanidad, etcétera, y sobre todo, tal vez, a poder disfrutar de unas condiciones de vida aceptables, no realizar nada que pueda llevar a la pérdida de las mismas. Con toda la estabilidad que esto conllevaría, al tener todos unas parecidas REGLAS de comportamiento que homogeneice las reacciones frente a las mismas vicisitudes. Y que sin lugar a duda, ayudan a que las medidas adoptadas tengan una mayor efectividad que si fueran puestas en marcha solamente por unos cuantos países. Léase v.gr. en Temas Medioambientales.

Josu Imanol Delgado y Ugarte. Economista

 

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