El pasado domingo 9 de diciembre, no hubo elecciones en Venezuela. Ese día se produjo una farsa más que intenta, infructuosamente, vestir de ropaje democrático a una feroz dictadura delincuente, corrupta y vinculada con el narcotráfico.
Aunque redujeron más del 40% de las mesas electorales y chantajearon a la gente con dádivas si iban a votar o represalias si no lo hacían, no pueden ocultar que hubo una ausencia evidente que sin dudas superó el 90% del padrón electoral. La gente sabe que eso no fue una elección. La gente sabe que el domingo ni se votó ni se eligió. Nadie en su sano juicio puede dar credibilidad a los números anunciados por un Consejo Nacional Electoral, que es la más clara demostración de irrespeto a la voluntad del pueblo. Sus integrantes, al igual que Maduro, se han convertido en seres deshonestos, tramposos y arbitrarios. En sus actuaciones no hay equilibrio, ni transparencia, ni nada.
Dios y los ciudadanos saben que siempre hemos querido resolver los problemas de nuestra patria por la vía electoral. El voto es la mejor herramienta para tomar decisiones. Pero, aunque respetamos la decisión de pocos de acudir, no podemos avalar con nuestra participación estás farsas con resultados cantados. Hoy el voto está secuestrado: el árbitro está con la dictadura y se impide al órgano natural, a la Asamblea Nacional, elegir uno nuevo, millones de electores fuera del país no pueden ejercer su derecho, millones de nuevos electores no pueden inscribirse, los partidos están proscritos y muchos dirigentes presos o inhabilitados, el PSUV controla desde las direcciones nacionales hasta las juntas regionales, municipales, fiscales, centros y mesas de votación; todo está hecho para que estos delincuentes ganen sin votos.
Y nuestra responsabilidad es seguir luchando para ejercer toda la presión que sea necesaria hasta que logremos el cambio político que anhela el pueblo venezolano.
Tengamos muy presentes tres asuntos de primordial importancia en los que estamos trabajando:
1. Presión intensa, nacional e internacional para lograr la liberación. No existe fórmula alguna para lograr esa liberación, que no pase por el ejercicio de mecanismos de presión. La presión política, social, institucional, internacional, es una condición necesarísima para el logro de nuestro objetivo. Si alguien considera que es necesaria una negociación con los dictadores, entienda que lo más importante de una estrategia es asumir el sentido de la oportunidad. El momento para una negociación es aquel en el que hayamos logrado la mayor presión posible para que esa negociación sirva para dar garantías a los delincuentes para que se vayan y podamos iniciar la recuperación del país.
2. Transición para lograr tres objetivos: Restituir el orden constitucional, para lo cual debemos lograr la relegitimación de los poderes públicos y la plena vigencia de los derechos humanos. Rescatar la soberanía popular, logrando la fijación y realización de elecciones libres. Tomar acciones inmediatas para revertir y superar esta profunda crisis económica y social a la que estamos sometidos los venezolanos.
3. Elaboración de un programa de gobierno consensuado que permita que, apenas logremos la liberación, iniciemos juntos el rescate de nuestro país. Equipos interdisciplinarios se encuentran trabajando en la elaboración de ese plan de gobierno que servirá para que se tomen medidas a corto, mediano y largo plazo en la lucha por el rescate de Venezuela. Simultáneamente, en el seno de la Asamblea Nacional, se están aprobando leyes que se promulgarán en democracia para que den sustento legal al plan.
El silencio del domingo es un grito contundente de la gran mayoría de los venezolanos, que decimos con el himno nacional: Gritemos con brío, muera la opresión, compatriotas fieles la fuerza es la unión, y desde el Empíreo, el Supremo autor, un sublime aliento, al pueblo infundió. Que ese aliento se convierta en fuerte viento que siga gritando la palabra Libertad hasta que la logremos. Digamos con convicción: ¡Venezuela vencerá!