Este lunes tuve la oportunidad de reencontrarme con una querida amiga a la que no veía desde hacía diez años, es una de esas amistades llena de intereses comunes, confidencias y muchas, muchas risas, de esas amistades que duran a pesar del tiempo y la distancia.
Pudimos vernos durante unas horas que utilizamos para intentar ponernos al día y, entre cuento y cuento, los intereses comunes nos llevaron a hablar sobre la política y la realidad que vivimos actualmente.
Conversamos acerca de nuestra incredulidad y desconcierto ante los comentarios de varios conocidos que, por un lado, son de izquierda y siguen apoyando al gobierno de Sánchez simplemente porque (palabras más, palabras menos) siempre han sido pobres y por eso siempre iban a apoyar a la izquierda o porque veían en el Che Guevara un modelo a seguir.
Por otro lado, el desconcierto venía de amigos y conocidos de derecha, quienes veían la situación actual como algo normal ya que era un “movimiento cíclico de la política española”, movimiento que más o menos viene a explicar que en España los ciclos se dividen en mandatos de la izquierda y mandatos de la derecha (antes de este gobierno, eran mandatos del PP o del PSOE).
El ciclo de la izquierda se caracteriza por una expansión del gasto público exponencial expresada en subvenciones y ayudas de todo tipo, subida de impuestos y crecimiento del paro, es decir, se caracteriza por una mala gestión de lo público que termina aumentando la pobreza y debilitando a las instituciones, lo que, al cabo de un tiempo, lleva a la necesidad de un cambio de ciclo.
El ciclo de la derecha se caracteriza por una reducción de impuestos y de gastos, beneficios adicionales a los empresarios para estimular la creación de empleos y así la reactivar la economía. Estos gobiernos terminan generando riqueza y estabilidad, pero al llevar una administración austera del gasto, y al reducir las ayudas y subvenciones, terminan siendo vistos como gobiernos contrarios a la gente, por lo que también, al cabo de un tiempo, nos lleva nuevamente a un cambio de ciclo.
Ante estos comentarios llenos de simpleza, ignorancia, impotencia e incluso resignación y derrota, me preguntaba cómo se podría cambiar esta situación, ya que no es algo exclusivo de España ni mucho menos, en Venezuela pasa lo mismo, lo que quiere decir que debe pasar en muchos otros países si no en todos.
Vale que la gente sea apática por naturaleza, que sea cómoda y prefiera ese viaje gratis y traicionero de dejar que otros piensen, opinen y actúen por ellos, asumiendo que su participación individual no hará la diferencia, pero ¿y los políticos? ¿son efectivos a la hora de explicar lo nefasto de ese viaje gratis y de cómo esa decisión puede afectar el futuro de muchas personas?
Después de escuchar los comentarios de las personas arriba expuestos, es evidente que no están siendo eficientes a la hora de transmitir el mensaje por lo menos a una parte del país.
España se enfrenta a un reto muy importante que no es otro que la llegada al poder de una coalición de partidos cuyos dirigentes parecen más resentidos sociales que estadistas o líderes políticos, enfocados en estirar, torcer, manipular o cambiar las leyes y normas que sean necesarias con tal de mantenerse en el poder el mayor tiempo posible mientras que debilitan las libertades, la independencia de las instituciones y la democracia en general.
Ante este reto no nos sirven los políticos con discursos endogámicos que hablen para sí mismos o para los suyos, no necesitamos políticos que le hablen sólo a “un segmento” o nicho de la población basados en una estrategia de marketing, no nos sirven los políticos sin valores ni principios que se acomodan o se venden al mejor postor con tal de salir en la foto y no desaparecer del mapa.
Por el contrario, este reto sólo puede ser superado por políticos que sean capaces de unir, de ilusionar, de diferenciarse, que sean lo suficientemente amplios sin olvidar los valores, la moral y los principios que se deben defender a toda costa.
Hacen falta políticos que le hablen a España con la verdad por dura que ésta sea y que al mismo tiempo sean capaces de ilusionar sobre el futuro, que hagan crecer la confianza en la posibilidad de salir de este trance juntos, hacen falta políticos de calle, que le hablen a la España de las plazas, a la España del mercadillo, a la España de la universidad, a la España emprendedora y trabajadora, a esa España que en definitiva, se sacrifica día a día por un mejor futuro para su familia a pesar de los obstáculos.
Vienen tiempos más duros y complejos, que requieren de un liderazgo político claro y sin fisuras ante los temas nacionales, que garanticen la organización, la coordinación y la motivación de la sociedad civil a través del trabajo coordinado con asociaciones para que a la hora de expresarse nuevamente en unas elecciones la mayor cantidad posible de personas vayan a votar con una convicción clara sobre la importancia de su participación en el devenir de la nación.
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