Hace unos días, se llevó a cabo en Caracas, capital de Venezuela, un concierto con la participación de músicos pertenecientes al Sistema Nacional de Orquestas y Coros Infantiles de Venezuelar, mejor conocido como «el sistema», para lograr el récord Guinness como la orquesta más grande del mundo, tocaron para la ocasión, 12000 músicos.
A la fecha de la redacción de este artículo, todavía no se conocían los resultados acerca de si se había obtenido o no dicho récord; sin embargo, ese no es el punto de este artículo.
Son las horas previas y posteriores al concierto, donde se genera el verdadero récord para el régimen chavista.
Debo confesar que no tenía ni idea de la realización del concierto. Sí recuerdo que un día antes, vi un vídeo donde se veía una cantidad ingente de sillas vacías con lo que parecían bolsos al lado de cada una de ellas, pude identificar que se trataba del patio de honor de la Academia Militar de Venezuela, por lo que asumí que se trataría de algún evento propagandístico del gobierno -no estaba tan alejado de la realidad- pero de carácter militar.
Luego, comienzo a notar distintas fotos y publicaciones desde el mismo patio de honor, lo que me lleva a investigar un poco y a descubrir que se trataba del concierto de los músicos del sistema para la obtención del récord Guinness.
Vi muchas publicaciones de conocidos que aplaudían la iniciativa, con comentarios que decían algo así como, «A pesar de la situación, yo apoyo a mi país, vamos Venezuela a por ese record».
Casi la totalidad de los mensajes eran de apoyo al sistema, me llamó mucho la atención porque las personas de las que hablo se dedican a la política activa en Venezuela, o son políticos exiliados en España, Estados Unidos o algunos países de América Latina.
Llegado el día, pude ver algunas partes del concierto, por supuesto, no puede evitar la nostalgia al escuchar piezas como Venezuela, con el cerro Ávila de fondo, pero al mismo tiempo, no podía evitar la impotencia de saber que esa nostalgia era causada por culpa de aquellos que propiciaban dicho concierto.
Al ver el palco de honor, me di cuenta de que estaba lleno de políticos del régimen, militares y hasta observadores internacionales para las elecciones del 21 de noviembre, todos con sus trajes de gala pero; al ver a la orquesta, pude ver que que los músicos, aunque iban de blanco en su parte superior, unos vestían camisetas otros, polos o camisas, pero ninguno vestía uniforme.
Pensé en cómo era posible que vinieran 200 personas de la organización del récord Guinness hospedadas por el régimen y no hubiese dinero para uniformar a los músicos, ¿acaso no era una ocasión lo suficientemente importante?.
Después del concierto pude ver un vídeo donde se ve a los músicos mientras caminaban por las calles del Fuerte Tiuna al finalizar el concierto, cantando a coro: «NO QUEREMOS PAN», y, es que se conoció después, que a los músicos que vinieron del interior del país los alimentaron a base de pan y agua.
No vi a ninguno de mis conocidos venezolanos, aquellos que aplaudieron la iniciativa, aquellos que se dedican a la política activa en Venezuela, España, los Estados Unidos o cualquier otro país, publicar estas denuncias y hacer autocrítica, a lo mejor hubo alguno que lo hizo, pero yo, no vi a ninguno.
Venezuela está sufriendo una campaña de lavado de imagen impresionante, de blanqueo de una dictadura para normalizar una situación que es cualquier cosa menos normal. La búsqueda del récord Guinness ha sido solo la última de las estrategias utilizadas.
Puedo mencionar el intento de normalización de la situación venezolana con la conveniente visita de influencers mexicanos que grabaron vídeos acerca de lo bella que es Venezuela, de lo bien que se vive a pesar de algunas limitaciones como algún corte de luz o agua puntual. Uno de ellos, hasta se compró una casa en Venezuela -en una zona turística por supuesto- para demostrar lo mucho que quiere a Venezuela y lo bien que se está en ella.
También lo hacen con los deportistas que fueron a las Olimpiadas de Tokio, atletas que han sacrificado y lo han dado todo durante muchos años para lograr sus metas; ellos, que al igual que los músicos de la orquesta, no participan -por lo general- en política, sí han sido -y siguen siendo- utilizados por el régimen, que ha explotado sus logros como propios para dar una imagen de constancia, logro y superación, como si fuese gracias al régimen, sus políticas públicas en materia de deportes o, peor aún, gracias a sus instalaciones deportivas que los deportistas han logrados sus hazañas.
Aplaudir un concierto como el que se llevó a cabo en Fuerte Tiuna, sabiendo que los músicos en su inmensa mayoría, son personas de escasos recursos, que viven y padecen las penurias del régimen autoritario venezolano no tiene sentido.
No se trata de no reconocer la calidad de los músicos, se trata de reconocer, que gracias a este régimen hay cientos de músicos venezolanos tocando en metros, trenes, calles y plazas del mundo entero a cambio de unas monedas para poder pagar un alquiler o un mercado, se trata de darse cuenta que, los músicos que tocaron en Fuerte Tiuna, lo hicieron a cambio de pan y agua -el récord Guinness y el reconocimiento serán para el régimen-.
En fin, se trata de darse cuenta que, todavía, hay una parte de la población venezolana que se toma a broma la situación del país, acaso porque tienen acceso a bodegones y tiendas donde se compran productos importados y pueden pagar en dólares y euros.
Se trata de darse cuenta que, el verdadero récord Guinness es, que el régimen chavista haya logrado nuevamente que parte de oposición política y de la población venezolana, le lavaran la cara ante el mundo.