Las mujeres valientes, tenaces, sin complejos y con valores, son aquellas a las que se debe celebrar y reconocer todos los días.
Aquellas que luchan con humildad y perseverancia, que sortean y superan obstáculos muchas veces impuestos por la sociedad, la religión o la propia familia.
Todos tenemos nuestros referentes familiares; desde las que vivieron hace muchos años y de las que guardamos historias contadas por nuestros mayores, hasta las que se encuentran a nuestro lado, como las madres, tías o hermanas.
Personalmente, el 8 de marzo recuerda lo que sigue faltando por hacer, es un día para darle su justa medida y valor, porque podríamos caer en una discriminación positiva, que por positiva que parezca, no deja de ser discriminación.
La discriminación positiva se da, cuando se deforma o pervierte la finalidad u objetivo de este reconocimiento; por ejemplo, la paridad en los en puestos de trabajo o en las listas electorales.
La idea es tener a los mejores y los más capacitados, sean mujeres u hombres, lo que hay que modificar es la equidad de acceso a las oportunidades y que, a partir de ahí, cada uno según su esfuerzo esté donde deba estar.
Si hay algo que está dañando y que va en contra de las mujeres -de la sociedad en general-, es el discurso victimista y revanchista que algunos quieren imponer para hacerse con una fecha y un espacio en los que puedan derrochar toda su rabia y resentimiento hacia la sociedad.
Las mujeres han contribuido indiscutiblemente al desarrollo de la humanidad, sin ellas simplemente hubiese sido imposible.
Si fuese posible, diría que hay tres grandes grupos que pudieran -de forma muy amplia y general- englobar a las mujeres a nivel mundial.
Está el grupo de aquellas que dieron sus inestimables aportes a las ciencias, las artes, la política, los negocios, al desarrollo tecnológico, la educación, y todas las demás áreas del conocimiento.
Mujeres que crearon y continúan creando un antes y un después en sus distintas áreas de actuación a base de constancia, esfuerzo, sacrificios, ansias de aventura y superación; y, casi siempre -todavía hoy dependiendo del país en que piense-, en contra de lo político, religioso y socialmente establecido o aceptado.
Pero claro, este grupo de mujeres en la mayoría de los casos, contó con algunas ventajas como puede ser el acceso a educación de calidad, un entorno familiar y social estimulante y por supuesto, la alineación de las variables deseo y voluntad.
El segundo grupo de mujeres, que abarca a la mayoría y desde el principio de los tiempos, no han contado con estas variables a su favor.
Mujeres que a pesar de limitantes políticas, sociales, educativas, religiosas, económicas e incluso familiares, han sido capaces de formar hogares y familias estables, muchísimas de ellas haciendo el papel de padre y madre.
Huyendo de países en guerra o en crisis, tomando dos o más trabajos, y como ama de casa, uno de los trabajos más pesados, desgastantes y no remunerado. Mujeres intentando siempre hacer lo que haga falta para garantizar a sus hijos las oportunidades que ellas no tuvieron, y evitarles los traumas y penurias que ellas viven o vivieron.
Por último, están las que -con estudios y sin ellos- piensan que salir en pelota picada a la calle a gritar,insultar y atacar a los demás, las que piensan que invadiendo Iglesias para luego enseñar los pechos y agredir a otras mujeres en el cumplimiento de su deber, es la forma de reivindicar derechos y cambiar para mejor a una sociedad.
Las que piensan que la vida es una constante opresión, una guerra de sexos que no es otra cosa que una excusa para inyectar ese discurso victimista y revanchista que al final sólo coloca a la mujer como objeto utilizado con fines políticos.
De estas últimas no va este artículo porque ellas, si bien son mujeres, no representan el tipo de mujer que hace que una sociedad o país avance y mucho menos que crezca. Por supuesto en mi opinión, tampoco merecen ningún tipo de reconocimiento.
Para el resto, el reconocimiento debe ser diario, a través del respeto que viene con los valores y la educación inculcados en el hogar y en la escuela, sólo a través de estos, lograremos una sociedad justa y equitativa, que ofrezca las oportunidades de desarrollo personal y profesional que muchas mujeres todavía no tienen y que muchísimas más no tuvieron.
Gracias a todas las que día a día, a pesar de los obstáculos, la necesidad, el miedo o la desesperanza, se sobreponen y hacen de éste, un mundo mejor, más cálido y con más esperanza.
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