Con pan y circo, solemos hacer referencia a la capacidad que tienen los gobiernos de tapar jugadas rastreras o corruptelas de lo más variopintas de los ojos de una sociedad alienada que no es capaz de ejercer su rol de poder originario del sistema político.
Una sociedad en la que la tónica es la apatía, la frustración y el agobio constante ante situaciones difíciles que ponen a prueba nuestra paciencia, resiliencia e incluso integridad ética y moral, es presa fácil de estrategias diseñadas para mantenernos alejados de la realidad.
Esto es lo que está pasando en estos días en España, somos presa del clásico «pan y circo» de toda la vida, y es hora de que la sociedad asuma su responsabilidad en toda esta tragedia que vivimos porque, a fin de cuentas, quienes votamos o aceptamos a aquellos que nos «lideran» no sólo en el gobierno, sino en los partidos políticos hemos sido nosotros.
Lo comento porque hace dos días, en una conversación en redes sociales con ex compañeros de la universidad, una amiga preguntó por la situación en España y yo, tratando de ordenar ideas para dar un listado de lo más importante, veo que mi amiga vuelve a escribir para referirse al «rapero encarcelado».
Al responder que había sido condenado por enaltecimiento del terrorismo y otros delitos como agresiones, salió de forma casi inmediata la réplica a favor de la libertad de expresión.
Enmudecí por un momento, de hecho, decidí no comentar sobre el tema ya que la conversación versaba en un principio, sobre el cumpleaños de una amiga del grupo; sin embargo, no he podido dejar de pensar en este asunto.
Porque la pregunta y el comentario son realizados por una politóloga que nació y vivió en Venezuela y que en principio, debería saber de sobra la influencia negativa que tienen las palabras de algunas personas sobre un colectivo particular de la sociedad.
La libertad de expresión es sagrada en el ámbito de las ideas, el debate y la argumentación, del disenso, la crítica y la contestación, pero el desear y aplaudir asesinatos y atentados contra personas puntuales, eso no es libertad de expresión, es amenazar y amedrentar a las personas.
A pesar de que en España:
- Se había llegado este año a 900.000 personas en ERTE.
- Tenemos unos 4.000.000 -se lee CUATRO MILLONES– de desempleados.
- El porcentaje de jóvenes entre los 15 y los 29 años que no estudian ni trabajan se ubica en el 17,5%
- Al parecer, el PP dejó pasar los lapsos para impugnar en el Tribunal Supremo los recursos interpuestos por los condenados del caso ERE -un caso de corrupción que involucra al PSOE de Andalucía donde se «manejaron de forma opaca», casi 680.000.000 de euros.
- El PSOE y el PP están negociando el nombramiento del Consejo General del Poder Judicial CGPJ en lugar de garantizar la independencia del poder judicial del poder legislativo.
- Casi todos los que tienen dos dedos de frente, ven una complementariedad entre los dos puntos anteriores con todo lo que ello significa para la democracia y para nosotros como sociedad.
Pues a pesar de todo esto, la noticia es que una persona que intimida, agrede y hace apología del terrorismo está presa porque se le ha violado el derecho a la libertad de expresión.
Esta es la noticia que ha copado los titulares de la prensa nacional y los programas de TV, sobre todo, cuando han salido a la calle desde hace una semana, los desadaptados y casi seguro que subvencionados de siempre a quemar, romper, golpear y robar todo aquello que pillan por delante, ¡ah! pero los pobres son las víctimas.
La democracia se ve amenazada cada día en España por los socios del PSOE y el PSOE es cómplice de esto, y pareciera que a nadie le importa.
Mantener la escogencia de jueces por parte de partidos políticos sean cuales sean sus siglas es un lazo al cuello de la justicia y una bofetada a los principios de cualquier democracia que se precie de seria.
Y antes de que alguien salga a decir que se trata de defender a España de aquellos que la quieren dañar desde el gobierno y las instituciones, que mediten primero sobre cómo, por qué y por quiénes, han llegado los que atacan a España a sus instituciones.
También es cierto que esto va más allá del papel o responsabilidad de los políticos, porque a fin de cuenta, somos nosotros quienes por acción u omisión, los hemos colocado donde están.
Es necesario que aquellos a los que nos duele el país, aquellos que sabemos que las cosas se pueden y se deben hacer bien, aquellos que creemos en la democracia y en los valores que la sustentan, unamos criterios, ideas y estrategias para generar los cambios necesarios para el desarrollo y el bienestar que las personas merecen.
Como sociedad civil, debemos organizarnos y asumir nuevamente el rol protagonista que tiene la sociedad en la vida pública, nuestro papel va mucho más allá del día electoral, el papel de las sociedades organizadas, es el de contralor, el de veedor y evaluador de las actuaciones de las autoridades.
La política y su ejercicio está relacionada con el poder y su ejercicio, por lo tanto, es nuestra obligación y de nadie más garantizar que sólo los más aptos y capaces tendrán el honor y la responsabilidad de obtener y ejercer el poder otorgado por los ciudadanos.
https://iberoeconomia.es/opinion/cambiar-la-politica/