Que la educación es una de las cosas más importantes de la vida creo que no le cabe duda a nadie. Es así ahora y también lo fue antes. Ya el primer filósofo griego, Hesíodo, allá por el año 700 a. C. decía: “La educación ayuda a la persona a aprender lo que es capaz de ser”. Nada más y nada menos. Y en los tiempos que vienen eso será también así. Si no más.
Pero ¿qué es educar? Proviene del latín educare que significaría “dirigir, conducir, encaminar a”. “Desarrollar las facultades intelectuales y morales”, dice la RAE. Siendo la educación: “el conjunto de habilidades o conocimientos intelectuales y morales que tiene una persona”. Casi nada, ¿verdad? Es decir, la educación es casi todo lo que somos.
Pero, ¿cómo debería ser la educación del mundo que viene, tras la revolución tecnológica a la que estamos asistiendo? En opinión de Jimmy Wales, el fundador de Wikipedia, el peso de la “educación informal”, cada vez será más importante.
¿Y a qué llamamos educación informal? Pues sería aquella que recibimos, o buscamos, o nos llega fuera del sistema tradicional: primaria, secundaria, bachillerato, grado universitario, máster, etc. Básicamente, todo el mundo de noticias, informaciones e interactuaciones con internet, redes sociales, blogs, cursos on-line etc, mucho más conectados con la comprensión y la velocidad del mundo de hoy.
En realidad, opina Jimmy Wales, el principal objetivo de la educación formal debería ser preparar e incentivar a los alumnos a saber cómo aprender. A dotarse de las herramientas para manejarse en la educación informal, ese maremágnum de información que hoy está al alcance de todo el mundo.
Admitamos que Wikipedia y otros instrumentos de la red han conseguido el mérito, no menor, de poner a disposición de cualquiera, y de manera gratuita, el conocimiento acumulado que existe sobre el mundo. Pero, también, en la red se vierten opiniones, a veces no fundadas, juicios sumarísimos, tergiversaciones, cuando no directamente falsedades con intereses ocultos, las famosas “fake news”.
¿Qué educación deberíamos recibir al respecto en el mundo que viene? La educadora y experta en tecnologías estadounidense Esther Wojcicki, afirma que la educación debería ser la clave para hacernos dueños de nuestro propio destino, el famoso empoderamiento personal. Y en una reciente entrevista concedida al BBVA, manifiesta que para ello son necesarias cuatro habilidades:
- La comunicación: no solo saber cómo expresarnos nosotros, sino captar bien los mensajes de los demás, lo que les mueve.
- Sentido de la colaboración: aprender a trabajar en equipo, en un mundo tan interconectado esto es esencial.
- Pensamiento crítico: saber separar el polvo de la paja en el montón de información que recibimos a diario. Tener nuestro propio criterio para diferenciar lo que es cierto y útil de lo que es solo ruido, cuando no fake news.
- Creatividad: hemos de pensar que las tareas más rutinarias y automáticas pronto las coparán los robots. Debemos cultivar la curiosidad y la innovación. Y superar el miedo al fracaso que conllevan ambas.
Anotemos que en ningún caso habla de conocimientos y preguntémonos cuál es el núcleo todavía de nuestra educación y de nuestros exámenes. Mucho por cambiar, ¿verdad?
Otro tema importantísimo es la formación en el trabajo. En el mundo que viene deberemos acostumbrarnos a vivir en un proceso continuo de aprendizaje de los nuevos paradigmas y de desaprendizaje, ojo, de los que ya no sirven. La formación no terminará en la universidad. Ahí, realmente, empezará y durará toda nuestra vida laboral, si queremos ser elegibles en los nuevos tiempos.
Y no será, esta de la formación, solo una misión de cada persona, de cada trabajador. Las empresas punteras deberán inculcárselo también en su ADN. Realmente, la formación, al final, será el elemento competitivo diferenciador entre unas plantillas y otras. Y las empresas deberán invertir cada vez más en ello, si quieren sobrevivir. Aquí no dejo de acordarme de aquel viejo visionario emprendedor que fue Henry Ford: “Solo hay algo peor que formar a tus empleados y que se vayan. No formarlos para que se queden”. Palabra de sabio, ¿no creen?
Unas reflexiones últimas sobre la educación en la familia. En la generación que ahora tiene hijos de 20/30 años hemos sido buenos padres en unas cosas (nos hemos desvivido por ofrecer a nuestros hijos recursos que nosotros no tuvimos y también les hemos dedicado nuestro tiempo) pero hemos sido unos pésimos padres en otras: principalmente en esa sobreprotección que les hemos dado a nuestros hijos para evitarles todos los peligros, mezclada con un alto nivel de exigencia, de retorno, que correspondiera a nuestra dedicación, a nuestros desvelos por ellos. Esa mezcla ha sido una auténtica bomba de relojería: porque su resultado combina al mismo tiempo personalidades no duchas en las dificultades, junto con frustraciones derivadas de expectativas muy altas que recaen sobre ellas. La explicación de muchos fracasos de los jóvenes de hoy tiene esa raíz.
Para el futuro deberemos volver, sin embargo, al sentido primigenio de educar: encaminar, conducir a. Ese es el papel de los padres: orientar, motivar, vigilar, modular, nunca imponer o hacer el propio camino que lo deberán realizar los propios hijos. Confiar en ellos, en su libertad de elección. Y dotarlos de herramientas, no solo materiales, sino de una educación integral que realmente los empodere por dentro a ellos mismos: les haga capaces de realizar sus propios proyectos.
Yo me quedo, al efecto, con lo que resumía Ever Garrisson: “un buen maestro – yo lo extendería a un buen padre – es una brújula que activa los imanes de la curiosidad, del conocimiento y de la sabiduría de los alumnos”.
Porque no nos olvidemos y luego nos llamemos a andana que “lo que se les de a los niños, los niños darán a la sociedad”, como ya advirtió el famoso psiquiatra estadounidense Karl A. Menninger.
Y todavía antes se dijo, recojo yo ahora barriendo para mi esquina literaria, el que para mí es el quid de la cuestión: aquello sobre lo que ya nos aleccionó el brillante escritor que fue Oscar Wilde: “El mejor medio para hacer buenos a los niños es hacerlos felices”. No lo olvidemos.
Francisco Rodríguez Tejedor. Economista y escritor.
Página web: www.franciscorodrigueztejedor.com