Los retos del mundo que viene: las nuevas tecnologías

Francisco Rodríguez Tejedor, exdirector de BBVA, economista, y escritor.
Francisco Rodríguez Tejedor, exdirector de BBVA, economista, y escritor.

En la vida, en el mundo, todo es cambio. Eso lo sabemos todos. Así ha sido siempre. Ya Heráclito de Éfeso nos lo advirtió 500 años antes de Cristo: “Todo cambia, nada permanece”. Y así será siempre.

Y siempre ha habido hitos que lideran esos cambios profundos: la imprenta, la máquina de vapor, la electricidad, la televisión. Pero, también, la lanza, la pólvora, la bomba atómica… Las nuevas tecnologías, y sus usos, siempre han sido un reto para el hombre.

En los últimos años hemos vivido cambios vertiginosos con la irrupción de internet. Si observamos las diez empresas más valiosas del mundo, cinco de ellas, y las más importantes y con más futuro, están ligadas a la red. Las dos primeras Apple y Google  han aparecido relativamente hace poco, Microsoft fue la pionera y ya ha sido superada por estas, Amazon y Facebook les siguen pisándoles los talones. Han barrido prácticamente todo lo que existía en unos pocos años. Y tienen millones, y hasta miles de millones de usuarios.

El cambio ha sido, más que un temblor,  un verdadero terremoto. Quizás el  mundo, en su globalidad, nunca ha experimentado una aceleración semejante a la que estamos viviendo actualmente.

Pero los sismógrafos detectan, además, nuevas réplicas en el horizonte que más que movimiento acelerado producirán un auténtico torbellino. Porque la acumulación de las nuevas tecnologías adicionales a internet, o derivadas de ella, cambiarán el mundo y le darán la vuelta  como a un calcetín. Lo que no sabemos es cuánto cambiarán al hombre que tiene un alma propensa al cambio sí, pero también refractaria a perder su esencia íntima y su libertad. Y anidan a la vez en ella una fraternidad y generosidad envidiables con un egoísmo recalcitrante.

La robótica, la inteligencia artificial, el internet de las cosas, la realidad virtual, el fintech, el blockchain, los nuevos materiales, la nanotecnología, las nuevas fuentes de energía, merecerían cada una de ellas un capítulo aparte.

Prácticamente todos los sectores económicos se encuentran actualmente en reconversión. Ya no hay dos mundos: el antiguo o analógico y el nuevo o digital. Todo converge hacia este último. Y la carrera es cuándo y cómo se reconvierten a éste. Los más lentos o menos eficientes se quedarán como una antigualla en el camino devorados por la historia y sus aceleraciones.

Sectores como la prensa y las noticias, la banca, la educación,  la comunicación, el comercio, el ocio, están inmersas de lleno en ella.  Todos los servicios en general, pero también la industria, con la digitalización de la misma, la robotización y  las impresoras 3D y el sector energético, con las energías limpias y renovables, están viviendo también una auténtica revolución. E incluso el sector primario está cambiando aceleradamente su sistema de producción con la búsqueda  de nuevas especies y nuevas formas de producción mucho más eficientes.

Las nuevas tecnologías puestas al servicio del hombre harán crecer la riqueza del mundo e incrementarán a su vez los recursos y las herramientas que este tiene para seguir avanzando.

Pero, como siempre, y lo dice bien el dicho: “no es oro todo lo que reluce”. En estos días estamos viviendo, con la irrupción del caso Facebook, cómo las nuevas tecnologías y su capacidad de almacenar información, y la información es poder,  como también dice el dicho, pueden ser susceptibles de un uso, inclusive por terceros ajenos,  distorsionante y tendente a conseguir otros fines de los inicialmente previstos.

Pero éste es sólo un caso, el de estos últimos días. El libre acceso al  uso de contenidos lesivos para la formación y educación de menores; la mal llamada democracia de las redes, donde a base de tweets gregarios se puede ensalzar o vilipendiar de por vida a un determinado individuo o institución sin prueba ni defensa alguna;  la irreflexividad que produce la rapidez y que está ocasionando el abandono de la lectura y del pensamiento propio; la indefensión de los derechos de autor, dado que todo se plagia y se consume al instante y la pobreza futura que acarreará esta práctica; la irrupción de apps y modelos de negocio fuera de la regulación económica y fiscal que rige para los demás… etc, son solo algunos de los efectos, no deseados, del mundo que viene.

Habrá que trabajar duro para encauzar, pensando en el hombre, los beneficios de las nuevas tecnologías. Habrá que encauzar, también, su regulación y uso, para que no se deriven a fines perversos. Porque también nos lo avisa el viejo proverbio: “Juntar oro con lodo, es hacerlo lodo todo”

 Nos encontramos ante un cambio tecnológico como en su día fue el fuego, o los medicamentos, o la teoría de la evolución del hombre o la electricidad.

Ante cada cambio, aparecen las dos partes del alma humana: la de la luz, la generosidad y la fuerza, es decir la parte de ángel que todos llevamos dentro, frente a la zona de oscuridad, egoísmo y  animalidad, que también anida en nuestro interior. De la resolución de ese conflicto provienen los avances indudables que hemos conseguido y que nos esperan, pero también explica los tremendos retrocesos, convulsiones y reveses que jalonan también nuestro devenir.

El cambio tecnológico nos afecta a todos. Y todos debemos asumirlo porque es imparable y, además, traerá cosas buenas.  Pero también, de nuestro esfuerzo e inteligencia, y también de nuestros valores, dependerá minimizar los daños, que también todo cambio trae consigo.

Yo me quedo con las palabras del gran Cervantes, viejo y sabio: “Y verá el mundo que contigo tiene más fuerza la razón que el apetito”.

Francisco Rodríguez Tejedor/Economista y escritor

www.franciscorodrigueztejedor.com