Los retos del mundo que viene: ¿hacia una realidad solo virtual con internet?

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Hace ya casi 400 años, en 1637, Descartes pronunció una de las frases más rotundas de la historia, en su famosísimo Discurso del método: Cogito, ergo sum:  “Pienso, luego existo”. Donde definió al pensamiento racional como la única vía de avance, de investigación y de sabiduría de la humanidad. Hoy es considerado todavía  como el padre de la filosofía moderna. 

Pero hoy también muchísima gente, que probablemente ya ni recuerda quién acuñó la famosa frase, podría decir asimismo: “Uso internet, luego existo”.  O como resumió magníficamente, Juan Antonio de Esquiroz, uno de los emprendedores protagonistas de nuestro libro Soñadores y que además es Secretario General de una potentísima asociación de emprendedores española: “Hoy lo que no está en internet no existe”. Y nos narraba a modo de ejemplo ilustrativo, cómo uno de los socios de su empresa de diseño de páginas web, Trixma, que quería dejar de fumar, localizó a través de internet una tienda de venta de cigarrillos electrónicos y una vez comprados, descubrió que había otra tienda en su misma calle, pero, ¡ay!,  no estaba en internet , ¡y era por tanto invisible!

Ya nos lo ha dejado dicho uno de los iconos de nuestro tiempo, tanto o más icono que Descartes en los suyos,  Bill Gates: “Internet facilita la información adecuada, en el momento adecuado, para el propósito adecuado”,  vamos,  que Internet es todo, hablando sin rodeos. Y eso es así, hoy en día, le guste a quien le guste, y le pese a quien le pese. Si no, vean la lista de las empresas más valiosas del planeta al día de hoy:  1: Apple,  2: Amazon, 3: Microsoft, 4: Google, 5: Facebook. 

Y qué hacen estas empresas: pues mayormente solo generan, acumulan, clasifican, facilitan información a sus clientes, de los que también se nutren hoy por hoy, generalmente de forma gratuita. Atrás quedaron los viejos líderes: petroleras, automovilistas , industriales, empresas que producían cosas. 

Los beneficios de internet, del mundo digital en general, para la gente en su conjunto son incalculables. Ha sido una revolución, como en su día lo fue el fuego, la pólvora o la imprenta. Sin ser exhaustivos, podríamos destacar los siguientes:

. La conectividad: servicios gratuitos como whatsapp, Face Time, redes sociales, mejoran la comunicación de familias y amigos, estudiantes en el extranjero, ancianos, enfermos,  etc. y permiten compartir emociones y recuerdos, además de las cosas prosaicas del día a día. Y esto no ha hecho nada más que empezar.

. El acceso al conocimiento de forma fácil y gratuita. Los efectos de la gran democratización del conocimiento llevado a cabo por instrumentos como Wikipedia, Google, los periódicos digitales gratuitos etc,  probablemente son superiores a los de todos los esfuerzos educativos juntos tradicionales. Ya lo dijo Nelson Mandela: “Enseñar a otros  es el arma más poderosa que hay para cambiar el mundo”.

. El aumento de la eficiencia, del abaratamiento de los costes, que conllevan las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial, están produciendo un abaratamiento de los productos y servicios ofrecidos y también una liberación de las tareas más prosaicas  del trabajo que las realizarán a partir de ahora los robots.

Hasta aquí la parte bonita del jardín, la porción blanquísima del iceberg que emerge por encima del mar azul. Veamos también algo de la trastienda, del mundo oscuro y subterráneo que hay por debajo. De sus efectos secundarios, que no son peores en mi opinión, avanzo, que los que también produjeron en su día, y siguen produciendo hoy mismo el fuego, todavía usado como arma de sabotaje y guerra, o qué decir de la pólvora, del automóvil, con su  contaminación y sus millones de muertos anuales o inclusive la imprenta, que fabrica las octavillas que manipulan a los bandos en liza. Lo que pasa es que los efectos secundarios de estos “inventos”, con el tiempo han sido tratados, se han generado los anticuerpos y antibióticos necesarios, mientras que en el mundo de internet nos encontramos todavía en la más cruda selva, sin regulación ni control alguno. O, mejor dicho, en al Far West, donde vence el que “dispara primero” o el que “difama antes”, que viene a ser lo mismo. Veamos a los retos a los que se enfrenta el mundo que viene.

.Regulación y accesibilidad a determinados contenidos: causa realmente risa que se clasifiquen rigurosamente en los cines y en la televisión las películas por edades, cuando cualquier chisgarabís de cualquier edad puede acceder a cualquier contenido porno o violento en su móvil, con los trastornos emocionales y educativos que eso comporta. La lucha contra el ciberacoso y otras medidas  de protección de la intimidad y privacidad son no ya solo necesarias sino de implementación inmediata.

. Las fake news, los bulos y los juicios sumarísimos en las redes, no pueden quedar impunes como hasta ahora, donde parece ser que impera la ley del mayor y más rápido difamador. Sin coartar la libertad de expresión se hace imprescindible un código de estilo y de buenas prácticas como existía por ejemplo en la prensa escrita o en la televisión.

. El derecho a la privacidad, el derecho al olvido digital de fotos o vestigios de tu pasado y a saber qué se está haciendo con toda la información que los usuarios vierten en los dispositivos digitales, necesita de una regulación exhaustiva y clara. Así como la lucha contra el plagio o la burla sistemática de los derechos de autor, que si no se protegen adecuadamente van a provocar el subsiguiente empobrecimiento de los creadores y de la creatividad en general.

.Clarificar y hacer transparente el beneficio de las empresas de internet que, por una parte, no pagan nada a los usuarios que proveen de sus datos (aunque tampoco les cobran por sus servicios), junto con una gestión fiscal a menudo escurridiza y domiciliada en paraísos fiscales  y unos salarios y condiciones subsantard en algunas áreas como mensajería y logística.

. Vigilar prácticas y situaciones monopolísticas o de dominio del mercado, acumulando un exceso de información y control sobre el mismo.

Y quizá sobrevolando sobre todo ello o, mejor dicho, en su raíz más profunda, están las grandes preguntas: ¿No llegará el día en que solo exista la realidad digital, la realidad virtual, y todo lo demás ya no exista?  ¿Que al final nosotros seamos solo la apariencia de nosotros mismos, que inundamos las redes con selfies, fotos, vídeos, tweets y opiniones interesadas?

A veces parece que eso está ocurriendo ya y que más importante que la realidad es su apariencia. Lo que conlleva la necesidad de reconocimientos por los demás y no por uno mismo. De ahí al totalitarismo y a sus guardianes inquisidores (léase influencers, grupos de opinión, retwiteros etc) hay solo un paso, ¡ojo!.

Ya nos advirtió Esopo hace 2500 años: “No solo las plumas bonitas hacen bello a un pájaro”. Es decir no vale solo lo superficial y las apariencias. Francois de la Rochefoucauld, fue un paso más allá: “Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos para los demás, que al final nos disfrazamos para nosotros mismos”.  Y el gran Óscar Wilde no hace más que llenarnos de preocupación al respecto: “En esta vida la primera obligación es ser totalmente artificial, la segunda nadie la ha encontrado”. 

Quizá, lamentablemente, ahí radique uno de los secretos del inmenso éxito de internet, (amén de los indudables beneficios tangibles que proporciona). Pero el mundo, el hombre, no hace sino mejorar, a pesar de todo: por ejemplo sobre el cimiento de Descartes se ha construido luego mucho: al importantísimo racionalismo del “Pienso, luego existo” se han ido añadiendo: el mundo de los sentimientos, tan importante, la inteligencia emocional, la inteligencia social, el equilibrio físico-mental,  y tantos otros drivers que apuntalan más adecuadamente nuestro empuje.

El reto, en cuanto a internet, para el mundo que viene sería pues, deslindar el polvo de la paja, aprovechar los beneficios de la conectividad para ser más eficientes trabajando y para conocernos mejor y enriquecernos mutuamente con nuestras experiencias vitales verdaderas y reducir el peso de la apariencia lo más posible. 

Lo contrario no dejaría de ser sino un gran fracaso, y no virtual precisamente, sino muy real. Ya nos lo advirtió el escritor Leo Buscaglia: “Estamos todos tan juntos y, sin embargo, nos estamos muriendo todos de soledad”. 

Todo un aviso a navegantes. De la red, por supuesto.

 

Francisco Rodríguez Tejedor.

Escritor y economista

www.franciscorodrigueztejedor.com