Los ciudadanos, entre la responsabilidad y el engaño político

Algo que los ciudadanos debemos tener claro desde un principio, es que somos responsables de los políticos a los que votamos. A simple vista, parece una afirmación un tanto banal o que está sobreentendida, pero nada más lejos de la realidad. Es fundamental darle a la elección de un cargo político el peso que se merece.

Pero ¿cómo podemos saber que vamos a tomar la mejor decisión para nuestros intereses y el de nuestras familias?

Lamentablemente, hay personas que votan a los políticos por su aspecto físico; otros, porque los ven simpáticos. En estos casos, no tengo nada que decir, para mí es una oportunidad perdida, para esa persona y para la sociedad en general.

Teniendo unas elecciones en ciernes y unos candidatos en carrera, los ciudadanos intentamos tomar una buena decisión a la hora de dar nuestro voto. Al ser subjetivos, por supuesto nos fijamos en la apariencia, pero también buscamos el programa de gobierno, las promesas de campaña, su trayectoria, educación, experiencia, ideología o por lo menos, su sentido común a la hora de actuar o de expresarse.

Y llega el día, damos nuestra confianza a uno u otro, y resulta que nuestro candidato es electo al cargo al que se presentaba, así que brindamos, nos sentimos bien, y esa sensación de haber ganado nos invade, con una ilusión que se une a la esperanza de que, ahora sí, hay una oportunidad de que las cosas marchen mejor que antes.

Pasa el tiempo y resulta que nada cambia, por lo menos no para mejor.

̅ ¿Qué ha pasado?

̅ Que salió rana, que nos han engañado otra vez…

No podemos echar toda la culpa a los políticos, porque somos nosotros quienes les votamos, y como sociedad, también debemos asumir una responsabilidad, pero ¿qué hacemos cuando nos mienten? ¿cómo podemos tomar buenas decisiones si nos engañan?

El presidente Pedro Sánchez, mintió al decir que jamás pactaría con BILDU o PODEMOS, tampoco fue capaz de disipar las dudas en la acusación de plagio de su tesis doctoral.

Pablo Iglesias, se cansó de vender humo con la estigmatización de los políticos que se compraban un chalé con su dinero porque no eran confiables, para luego ir él y comprarse uno.

Pablo Casado, dijo que había estudiado en Harvard, luego tuvo que aclarar que era un curso que hizo aquí en España, en una universidad española, pero con respaldo -o certificación de Harvard-. Tampoco pudo aclarar del todo el tema de cómo terminó una carrera en apenas unos meses.

O el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, que prometió eliminar el Madrid Central por ineficiente y chapuza, para luego mantenerlo y ampliarlo -puede ser una medida necesaria, pero el problema es la falta de carácter y el desprecio hacia los ciudadanos al mentir de forma tan descarada-.

O los diputados en el Congreso con antecedentes penales o sin estudios suficientes que den un mínimo de seguridad a cerca de su desempeño.

Es normal que la gente esté hasta el gorro de ciertos políticos. Políticos sin palabra, sin ética, sin mística ni vocación de servicio, políticos que hacen lo que necesiten en el momento para llegar al poder o para mantenerse en él, para luego escudarse en el interés común o que hacen lo que hacen por el bien de los ciudadanos, porque se deben a ellos…

Por eso mis llamados reiterados a limitar y regular el ejercicio del poder político, para evitar de algún modo, la posibilidad de engaño por parte de algunos personajes. porque somos muchos los que trabajamos de forma honesta y sincera, pero claro, el poder no se va a limitar a sí mismo, es algo que debe exigir la gente, los ciudadanos, entendiendo la importancia de nuestra responsabilidad y entendiendo, la importancia del rol que deben cumplir todos aquellos que piden nuestro voto.

 

About Daniel Lema Rincón 90 Articles
Politólogo, Master Seguridad y Defensa y en Adm. Pública. Gabinetes Estratégicos, Seg. Ciudadana y Campañas Electorales. Siempre me ha motivado ayudar a aquellas personas que lo necesitan, por eso, mi vocación me llevó al servicio público a través de la política; primero en España, luego en Venezuela.