El nuevo presidente del partido popular -PP-, Alberto Núñez Feijoo, ha desarrollado una estrategia distinta a la de su predecesor, Pablo Casado, con respecto a su relación con los demás partidos, especialmente con VOX.
Casado, desde la moción de censura, planteó un férrea negativa a establecer vínculos con los de Santiago Abascal, esperando aislarlos, debilitarlos y esperando que desaparecieran, pero en realidad, el que perdió simpatizantes, votos y peor aún, credibilidad, fueron Pablo Casado y el PP. Por su parte, Feijoo ha optado por evitar el tema, y ha dejado en manos de sus barones esa «responsabilidad», dando a entender que no toma en serio o en consideración un pacto con VOX por los momentos.
Lo que sí hace Feijoo cada vez que tiene oportunidad, es tender la mano al gobierno de Pedro Sánchez para buscar pactos y acuerdos; buscando una vuelta al bipartidismo que tanto daño ha hecho a la democracia, a las instituciones y a los españoles.
Este proceder, demuestra una falta de actitud más allá de conseguir el poder, falta de criterio más allá de tratar de estar bien con Dios y con el diablo, y, en fin, demuestra una carencia de honestidad en las intenciones, de autocrítica y de voluntad de enmienda. Demuestra pérdida de identidad y desconexión con la realidad que vivimos los españoles y la responsabilidad de la élite política para realizar los cambios estructurales que hacen falta en España para retomar el protagonismo que nos corresponde en el concierto de naciones.
La estrategia del PP en Castilla y León que se la achaquen a Casado, y la de Andalucía a Moreno, y así sucesivamente hasta llegar a las generales, de esa forma, irá viendo lo que le va a tocar hacer, que, en realidad, solo son dos cosas -en la gran mayoría de los casos-; o pacta con VOX o con el PSOE.
La primera de las opciones es la más lógica, además de la más deseada por la mayoría de los españoles, una alianza de derechas que estoy seguro dará una mayoría cómoda para gobernar, eso sí, dejando claro los acuerdos y ejerciendo los correspondientes contrapesos entre ellos.
También es la opción que menos debe gustar a Feijoo y a su entorno, porque es más fácil llegar a «acuerdos de estado» con aquellos con quienes se sienten más identificados o afines -los socialistas de este PSOE-, antes que con aquellos que ya le están avisando que no le dejarán hacer lo que él quiera. La vuelta al bipartidismo significaría la vuelta a la política de «una mano lava la otra, y las dos lavan la cara», una vuelta a esos tiempos en los que aquello que costó tanto construir como lo fue nuestra democracia, empezó a resentirse por culpa de muchos insensatos y de otros tantos indiferentes.
La historia de Castilla y León se repite en Andalucía, Moreno Bonilla dijo y dice que quiere gobernar en solitario, y que, si no lo logra a la primera, no descarta repetir elecciones, a tomar por saco el tiempo de los ciudadanos, y sus impuestos, malgastados en otras nuevas elecciones -esto es de sinvergüenzas, así sin más-. Luego, que no pactará con VOX, pero tampoco con PSOE, a lo mejor con Ciudadanos, aunque los votos no le den. Pero al final, muy probablemente impere el sentido común y Moreno tenga que aceptar a Macarena Olona como vicepresidente de la Junta de Andalucía, que contará seguramente, con muchos más de veinte votos como «estiman» algunas encuestadoras.
Lo cierto es que el PP tendrá que tomar una decisión y retratarse frente a los españoles. España no va bien y bastante culpa es de este gobierno de Pedro Sánchez, pero mucha otra es del PP, ya que es el otro único partido que ha gobernado. Ninguno aprovechó sus mayorías absolutas, por lo menos no para hacer los cambios que la sociedad requería y eso es algo que los ciudadanos no olvidan, simplemente ya no podemos seguir olvidando.