Mientras vemos a diario el desarrollo de las guerras políticas entre «y dentro de» partidos políticos, socios o no del gobierno de Pedro Sánchez, la sociedad española atraviesa «sola y sin ayuda aparente», una guerra con varios frentes abiertos ante los que, al parecer, le está costando defender su posición.
Y es que todo está decidido por la política, por la dinámica generada gracia a las relaciones de los partidos políticos entre sí y de éstos con el resto de los actores de la sociedad, de ahí la importancia de la organización ciudadana, porque cuando hay organización es más fácil ejercer presión y exigir el respeto a los valores y a la convivencia, base, al fin y al cabo, del desarrollo de los países.
Pero; cuando no hay visión de país, cuando se hace de la política un fin para la complacencia de los propios anhelos y deseos en lugar de un medio para el logro de bienes superiores que garanticen el crecimiento de la nación como un todo; entonces, el país «como sociedad también» comienza a perder el norte.
Cuando se pierde la inercia de tiempos mejores, cuando no hay quien conduzca el carro de la entereza moral; de las visiones amplias y sobrias, nacidas de mentes claras forjadas al calor del sacrificio, el trabajo y la necesidad y; que en última instancia, crearon la sociedad de bienestar que hoy disfrutamos; se da paso, de forma inevitable a la degradación política, a la decadencia de la ética y de la moral, al estancamiento económico y, en definitiva, al retroceso y al atraso en todas las áreas que comprenden el bienestar y garantizan el futuro de cualquier sociedad y país.
Esta es la tragedia que vive España; los tiempos de hablar de amenazas han pasado, hoy en día vivimos en carne propia lo que ya es una realidad.
Si prestamos atención, veremos como en todo el país hay situaciones que se dan en alguna Comunidad Autónoma pero cuyas implicaciones son nacionales, como por ejemplo el odio desprendido hacia una familia catalana por pedir que a su hijo de solo cinco años se le impartiera el 25% de clases en castellano como lo exige la ley, esto no sólo manifiesta el ataque contra la lengua de todos, sino la brutalidad, ira y marginación de los separatistas catalanes contra aquellos que solo exigen sus derechos.
Lo mismo pasa cunado «también» por complicidad política, vemos como se aplaude la solicitud de los terroristas de ETA presos de solicitar la eliminación de las fiestas y homenajes cuando son liberados para evitar ofender a las víctimas. Una burda estratagema para dosificar la magnitud de la realidad, que no es otra que el blanqueamiento de los asesinatos de ETA y la falta de voluntad política para la resolución de los más de trescientos asesinatos aún sin resolver.
También se observa como el estado de las autonomías afecta al desarrollo del país cuando de autonomía en materia de sanidad y educación se trata. Estos son dos de los temas más sensibles para cualquier país que se precie de serio a la hora de llevar a cabo un plan de desarrollo nacional. Que los ciudadanos empadronados en una comunidad autónoma no puedan ser tratados en otra comunidad autónoma por el simple hecho de no vivir allí, atenta contra cualquier atisbo de sentido común.
Lo mismo pasa con la educación, no puede haber materias que se estudien de una forma en una comunidad autónoma y de otra forma en otra comunidad. La educación y la sanidad son herramientas de unidad y de crecimiento de un país y; por lo tanto, deben ser aprobadas por consenso y de forma centralizada, para ser aplicada de la misma forma en todo el territorio nacional.
A nivel económico, la visión errada del gobierno nos lleva a todos por igual, a soportar la mayor presión impositiva de entre los países de la OCDE «Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos» con más de un 36% y estamos a la espera de más aumentos en los impuestos para este 2022.
Debemos preguntarnos sinceramente, si un país donde aumentan los impuestos, el paro «sobre todo el juvenil, que es el más alto de Europa», donde aumenta la deserción escolar; pero, donde no aumentan los sueldos, mucho menos la posibilidad de conseguir trabajos con contratos serios y duraderos «también por culpa de las malas políticas económicas del gobierno»; o no hay oportunidades reales ni ayudas al emprendimiento y al pequeño comercio, es un país con un futuro de crecimiento y desarrollo para sus ciudadanos.
Pocos son los que denuncian o asumen el peligro que representa tener dentro del gobierno de España a parte de los asesores, consultores y defensores de quienes han generado la miseria actual de Venezuela y otros países de América Latina. No se advierte lo suficiente el peligro que representa que aquellos que quieren mantener cuotas de poder creen discursos políticos que lleven a la división entre españoles o, que personas simpatizantes y ex miembros de organizaciones como ETA que llegaron al punto de asesinar a más de ochocientas personas, formen parte del gobierno de España.
Lo que estamos viviendo ya se advirtió, ahora advertimos lo que puede seguir pasando. ¡España! ¿hay alguien ahí?
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