El deporte y la cultura son esenciales en la construcción de un país. Estas dos actividades imprimen en el alma y el cuerpo de quienes las practican, beneficios esenciales para el desarrollo de cualquier sociedad equilibrada. Esos beneficios son los valores que deben regir nuestro accionar diario.
Y en una España, en la que cada día que pasa nos vemos más impotentes, anestesiados o, simplemente desinteresados, para actuar frente una realidad que nos desborda, debemos rescatar y retomar esos beneficios, porque como sociedad, también tenemos una responsabilidad.
Caminamos, comemos y respiramos una sociedad decadente, que nos afecta como conjunto, en todos los ámbitos de nuestra vida. Donde lidiamos con las acciones de todo tipo de personas, desde aquellos que tiran colillas en el suelo o los que no recogen los excrementos de sus mascotas de las calles, hasta aquellos que se dejan la ética en algún garito, para forrarse a punta de «pelotazos» y comisiones millonarias. Lo mismo da que sea negociando en secreto eventos deportivos en otros países o vendiendo mascarillas en operaciones turbias que ahora esperan dictamen judicial.
Todo, todos los ejemplos que se pueda imaginar sobre este respecto, en cualquier ámbito y ante cualquier persona o institución, tienen como componente principal una carencia de valores cívicos.
La cultura, como antídoto a este mal social, nos ilumina -por lo menos a mí-, el camino para conocer y entender otros mundos, para desarrollar la imaginación, el pensamiento crítico y, sobre todo, el sentido común.
La cultura es el espacio donde todo es posible, donde los sentidos y las emociones alcanzan alturas tales, que nos elevan en el deseo de ser mejores personas y alcanzar nuevos límites. Es el espacio donde nuestra alma se insufla de curiosidad y esperanza en todo aquello que puede llegar a ser. La cultura desarrolla los valores de lealtad, gratitud y confianza. Siempre para mejor, siempre para bien.
En cuanto al deporte, aporta otra serie de valores que se complementan con los anteriores. El deporte te aterriza y te baja de las alturas en las que te pudo subir la cultura; te ayuda a tomar un sentido más concreto de la realidad, debido al esfuerzo necesario para lograr esos sueños y esperanzas desarrollados por la cultura.
No es lo mismo imaginarse ganando una carrera, que entrenar durante meses y años para poder correr una maratón; tampoco es lo mismo, imaginarse en la playa «mazao» y con tableta, que hacer doscientas abdominales diarias durante varios meses, acompañadas de dieta y ejercicios físicos varios antes de que ese día llegue.
Ese esfuerzo debe venir acompañado de disciplina. Juntas, nos muestran nuestros avances y nos demuestran la capacidad de superarnos a nosotros mismos y ser cada día mejores. Nos enseñan que los logros cuestan, pero es posible alcanzarlos.
Esto nos lleva a reconocer los resultados de los demás y a respetar a esas personas por el esfuerzo que sabemos han realizado para alcanzar esos logros. El deporte también nos ayuda a trabajar en equipo, a respetar unas normas y reglas establecidas de común acuerdo para la realización del deporte en cuestión, de forma reconocida por todos.
Valores que se ven simples o sencillos, pero resulta que son los valores de los que depende una sociedad y que se están perdiendo. Solo tiene que mirar a su alrededor.
Necesitamos más lectores, más conciertos, más teatros, bibliotecas y colegios. Necesitamos más deporte, más parques y centros deportivos. Necesitamos más valores, más civismo y más sentido común. Porque deberíamos lidiar solamente con las acciones de las buenas personas.