Autor de Transilvania, unplugged (2011), Liubliana (2012), Jezabel (2013), Julián (2014) y El síndrome de Lisboa (2020), Eduardo Sánchez Rugeles (Venezuela, 1979) nos comparte sus impresiones sobre literatura y cine.
El novelista radicado en Madrid comienza su andadura como coguionista con Dirección opuesta, la primera proyección de su obra en la gran pantalla; y se consolida en este género, con su participación en la película Las consecuencias (España, 2021)
Dirección opuesta, adaptación de la novela Blue Label, es una producción cinematográfica coescrita y dirigida por Alejandro Bellamen Palacios (Venezuela, 1964), protagonizada por Claudia Rojas, Christian González y Erick Palacios; coproducida por El rumor producciones, Soda Producciones, Capitolio y Tres Cinematografía —Venezuela y Mediterranea Productions ―Italia.
¿Siente alguna nostalgia por haber tenido que suprimir algo de la novela Blue Label para la adaptación a la gran pantalla?
Honestamente no, fue un proceso de escritura muy largo, muchos años de preparación del proyecto de preproducción. Durante ese tiempo lo que hicimos fue revisar las distintas versiones del guion, y hubo muchas. Ha sido un proceso de coescritura con Alejandro Bellamen, muy orgánico y espontáneo.
En mis lecturas críticas y en la comparación entre el texto literario y el guion, nos preguntábamos si estábamos dejando fuera algo sustancial, y no tengo la impresión de echar de menos nada. Lo esencial de la historia está, conservamos el fondo del relato más allá de las modificaciones necesarias por presupuesto, por coproducción, por el cambio de locaciones de Italia en lugar de Francia, y por el mismo lenguaje audiovisual. Estoy conforme con la adaptación, no hay nostalgia.
Tanto en el libro como en la película, vemos dramas personales en distintos personajes, familias disfuncionales y jóvenes desorientados en un país al que detestan ¿Qué resaltaría de su experiencia como educador que haya influido en su escritura?
Sin duda pesa, pero no solo como educador, también como estudiante. Desde mis años de instituto a mediados de los años noventa, mi experiencia universitaria, y luego en las aulas como docente, he sido testigo del deterioro, en amigos, compañeros de clase, en mis profesores.
El costo de la vida y la inseguridad en la ciudad crecían cada día. Estaba latente ese discurso de no sentirse a gusto en el espacio. Efectivamente cuando llego a las aulas, me doy cuenta de que los jóvenes ya viven en un país, muy hostil, violento.
En la Venezuela de la primera década del siglo XXI, el mayor paradigma de la sociedad era la violencia, incluso más que el mismo chavismo, que después se convirtió en el depositario de todos los malestares y disgustos.
Caracas era una ciudad peligrosa, los jóvenes se sentían muy incómodos, y a partir de esa incomodidad venía la reticencia hacía la ciudad y el país. Sin duda alguna esa disconformidad condicionaba que algunos hogares no fuesen ideales, con una figura paterna problemática, y una figura materna muy contaminada por la situación del país. Esta situación provocaba entornos familiares bastante duros.
Fui testigo no solo desde las aulas, sino como ciudadano. Las personas estaban enfrentadas a la violencia en su vida pública y también en su vida privada.
En la película llama la atención el vacío de las calles y los espacios urbanos de Venezuela, una sensación de soledad y de abandono que con el libro quizá no es tan evidente…
Con respecto a esto que mencionas no lo tengo muy claro, no hubo una intención para mostrarlo. Creo que tiene que ver con las condiciones con las que se hizo la novela, y las condiciones con las que se realizó la película.
Venezuela es un país que ha sufrido una transformación profunda en su espacio físico y material en los últimos veinte años; a mi juicio, hacia la decadencia. Se ha deteriorado mucho el espacio de la ciudad. Yo viví en Venezuela hasta el 2007, migro a Madrid, y la novela se redacta en 2009. La escribo a través de la memoria, y con las herramientas que me podía facilitar el internet de entonces.
Yo describo la Caracas de 2007, que probablemente tenía una vida urbana mucho más colorida, luminosa y ruidosa. La película se rueda en 2017. De 2009 a 2017 Venezuela atraviesa profundas crisis eléctricas. Las autopistas y las avenidas principales dejan de estar iluminadas, la noche se convierte en un espacio mucho más ominoso. La devastación económica golpea a la clase media, cierran los negocios, la crisis migratoria se hace más incisiva, las personas se marchan y desaparecen los atascos de finales de siglo XX, cuando moverse por Caracas era imposible.
La película capta esa sociedad de 2017 que era diferente a la de 2009, quizá por eso se da el contraste entre lo que te cuenta el libro, que se redactó en coordenadas sociales diferentes, a cuando se hizo la película.
Según su criterio ¿qué determina que una historia pueda adaptarse al cine?
Como señalé anteriormente, la conciencia del lenguaje cinematográfico que es distinto al lenguaje literario. Yo creo que cualquier historia es susceptible de adaptarse al cine, por más intrincada y rara que sea.
El director tiene que estar consciente de que está trabajando con dos lenguajes diferentes. Debe encontrar el modo de dar con ese fondo, con la esencia de lo que quiso decir la obra literaria. Tratar de conservarlo o adaptarlo a este nuevo lenguaje.
Considero que muchas adaptaciones fallidas no funcionan porque pretenden calcar de una manera explícita, obvia, torpe, lo que está en el papel, en la obra literaria. Hay que contarlo con otros instrumentos, porque dicho de forma literaria no funciona.
Pienso por ejemplo en adaptar autores como Samuel Beckett, Clarice Lispector, Armonía Somers, el mismo James Joyce. Sería una locura porque estamos hablando de artesanos del lenguaje, de genios lingüísticos que hacen experimentaciones con la narrativa muy propia del lenguaje literario, y ese lenguaje traducirlo a la jerga cinematográfica es muy complejo. Se puede hacer pero le exige mucho al director, al guionista. ¿El resultado será exitoso o fallido? no lo sé. Siempre será una interpretación, una mirada subjetiva de un autor cinematográfico sobre una obra.
Luego de su experiencia en la adaptación de Blue Label, ¿visualiza que su obra, Liubiana pudiese llegar a la gran pantalla?
El año que viene se estrenará Jezabel, coescrita con el director Hernán Jabes, protagonizada por Gabriel Agüero, además de la participación de Eric Wildpred , Eliane Chipia, Johanna Juliette, y Shakti Maal, entre otros. Una coproducción Venezuela-México, que ya está en fase de postproducción y confiamos poder estrenar en el 2022. Esa sería la segunda adaptación de una de mis obras.
Con respecto a Liubiana ya se ha hecho la venta de derechos, será dirigida por Héctor Palma, y existe una primera versión de guion coescrito con Héctor. El proyecto apenas está en construcción y con la pandemia se retrasó. Habrá que esperar para ver Liubiana en el cine
¿Y…26: vida de Luis Alberto? sabemos que es una historia real y dolorosa que se ha repetido en nuestro país desafortunadamente con vergonzosa frecuencia.
26 no. 26 ha sido un proyecto de escritura muy íntimo, un detalle que quise compartir con las personas que conocieron a este chico, y quizá con el público lector que me sigue para reflexionar sobre este tema. Un libro muy privado que yo preferiría no revolver porque me genera malestar emocional y tristezas. Fue una experiencia de respeto, y para acompañar el duelo de los familiares de Luis Alberto
Para cerrar ¿Qué supondría la nominación al premio Goya de Dirección opuesta, en la categoría de mejor película iberoamericana?
Sería un reconocimiento muy satisfactorio para nosotros, un respiro.
Esta fue una producción muy cuesta arriba, problemática por distintos accidentes ocurridos desde el principio hasta el estreno. Con la cantidad de dificultades que atraviesa una película, rodar en Venezuela es mucho más difícil. El on road tripe más costoso, con inconvenientes de cualquier tipo. Logramos terminarla, y tener una nominación al Goya sería un alivio, saber que el trabajo tiene mérito y está reconocido. Una hermosa experiencia.
Entrevista a George Harris: “Regreso a España evolucionado y más seguro de mí mismo”