Muchas personas en algunos momentos de nuestras vidas hemos sido blanco de mentiras, o tal vez nos hemos visto en la necesidad de mentir. Aunque no nos identifiquemos como mentirosos, no es sorprendente que las mentiras estén presentes en nuestra vida diaria. Pero, ¿Cómo es esto posible?.
A veces no queremos entrar en detalles personales y respondemos solamente “Bien, ¿y tú?” cuando alguien nos pregunta cómo estamos. Socialmente, más que calificar estas respuestas como mentiras, las personas interpretamos que esa persona prefiere callar o pensar en otra cosa, así que respetamos su decisión y solemos priorizar otras cosas.
Ciertamente nuestra experiencia en relaciones interpersonales nos ayuda a interpretar las expresiones que subyacen a ciertos estados de ánimo. Hay una especie de acuerdo social tácito combinado con la cercanía afectiva a ciertas personas, que nos llevan a indagar o no sobre respuestas evasivas a preguntas simples. En otras palabras, socialmente no son consideradas mentiras las expresiones habituales que pudieran significar que “en este momento no quiero hablar de eso”.
Para saber entonces cómo atrapar a un mentiroso, debemos tener claro lo que es mentir. Mentir es crear, recrear, esconder o callar sobre un hecho a otras personas con una finalidad específica. Es decir, suponga que usted conoce un hecho porque ha presenciado. En ese caso mentir sobre ese hecho implicaría una o más de estas opciones:
1) Decir algo que no ocurrió o que no corresponde en lo absoluto con lo ocurrido.
2) Decir en parte lo ocurrido, pero agregando elementos de nuestra creación o agregando nuestras interpretaciones como hechos.
3) Ocultar un hecho deliberadamente, escondiendo sus consecuencias o evidencias con un propósito específico.
4) Callar deliberadamente cuando una información puede influir en las decisiones de los demás, cuando estas decisiones serían muy diferentes si la otra parte conociera esta información.
La principal razón para mentir suele ser el miedo a las consecuencias de la verdad, dadas determinadas circunstancias. La mentira también puede verse impulsada por el deseo muy grande de obtener algún beneficio a cualquier precio. Ambas razones revelan a una persona con dificultades para manejar sus frustraciones, asumir responsabilidades y enfrentarse a los desafíos de la vida con la madurez necesaria.
Lamentablemente no hay forma alguna de saber a ciencia cierta si alguien dice una mentira. En el estado actual de la Psicología y la Fisiología humana no existe forma, mecanismo, prueba, sistema o test que nos permita tener la certeza de la ocurrencia del engaño, lo cual nos permite pensar que cualquier persona eventualmente es susceptible de caer en manos de un mentiroso. Por lo tanto, evitar a un mentiroso no es cuestión de inteligencia o sagacidad, sino de observación y análisis de las evidencias que el mismo mentiroso proporciona.
Lo que sí está ampliamente estudiado por la Psicología y otras ciencias son los indicadores que revelan la probabilidad de que una persona esté mintiendo. A mayor presencia de indicadores en una misma situación, mayor es la posibilidad de que la persona esté mintiendo. Contrario a la creencia popular, las habilidades de quien miente siempre pueden ser detectadas y contrastadas con sus propios comportamientos delatores.
“El cuerpo sabe hablar, pero no sabe mentir”
Se dice mucho más con el cuerpo que con las palabras. Nuestras expresiones corporales son ancestrales, por lo tanto se presentan de forma natural. Por otro lado, nuestra fisiología no puede ser controlada a voluntad. Ambas revelan más del pensamiento real que lo expresado con las palabras. Por ello Martínez Selva nos dice que para atrapar a un mentiroso es necesario:
- Ser observador del comportamiento verbal y no verbal, escuchar activamente, detectar discrepancias entre gestos y palabras y vencer nuestra creencia natural de que los demás siempre dicen la verdad. Es importante tener en cuenta que mientras más grande es la mentira observaremos mayor variedad de reacciones y contrastes en el comportamiento.
- Fijarse en los antecedentes personales y en el contexto, la mentira a veces forma parte de la vida de las personas de forma habitual. Observar a la persona que queremos atrapar cuando tenemos la seguridad de que dice la verdad nos permitirá tener criterios de comparación específicos. Las incongruencias en el contexto también son muy útiles.
- Prestar atención a manifestaciones verbales como cambios en el tono de voz y forma de hablar, errores involuntarios, olvidos, inconsistencias, lentitud, silencio deliberado, respuestas absurdas, desvío de la atención, minimizaciones o justificaciones para la propia irresponsabilidad.
- Prestar atención a manifestaciones no verbales que ocurren al mismo tiempo en que se miente, como sonreír fuera de contexto, reír de forma desproporcionada, tocarse el rostro, cubrirse la boca, esconder las manos, mostrar tensión muscular, mirada esquiva, inquietud, resequedad de las mucosas (parpadeo frecuente, sequedad en labios, boca, ahogo) aparente ocupación en algo superfluo, cambios en el ritmo respiratorio, entre otros.
Atrapar a un mentiroso requiere experiencia en el trato con personas. Cuando se convive con alguien y sospechamos que nos ha mentido, basta con agudizar nuestra atención y observar muy bien. La convivencia no necesariamente es un asunto familiar, pues también convivimos en ambientes laborales, profesionales, educativos y otros. Cuando las personas decimos la verdad, lo común es responder de inmediato, relajados, mirando a los ojos, dando los detalles necesarios con naturalidad y sin insistir en convencer a los demás.