Cambiar el sistema político de un país no es tarea fácil, de hecho, podría decirse que es imposible, así, de entrada, o por lo menos eso es lo que nos diría más del 90% de los encuestados directamente ligados al sistema; es decir, aquellos que “conocen al monstruo por dentro”, seguramente serán partidarios de cambios paulatinos -despacito- que favorezcan claro está, el consenso de los que ya están dentro de él.
Si le preguntamos a los ciudadanos de a pie, por ejemplo; seguramente el porcentaje de acuerdo con la tesis de la imposibilidad de un cambio en el sistema político sea parecido; sin embargo, plantearán la necesidad de un cambio necesario y sin muchas cortapisas, ya que obviamente -para ellos- la situación cada vez es más cuesta arriba.
Y así, entre lo que se dice y lo que se hace, se pasan los años y la vida de todos, la de los que siguen bien en su sistema y, la de aquellos que desean mejorar el sistema para mejorar la situación de todos, sin que nada se haga, sin que nada cambie, salvo la desconfianza y frustración de la población hacia las élites políticas.
Dicha frustración lleva a un círculo vicioso de decepción y desmovilización que cada cierto tiempo, y dependiendo de ciertas alineaciones planetarias, da paso a un círculo virtuoso de esperanza, optimismo y movilización; estos círculos, son los ciclos que vivimos en todos los países, y la idea es tratar de eliminar estos altibajos sociales, buscando una continuidad en el funcionamiento de la política y de los actores que la conforman.
Como dije en Liderar con el Ejemplo II, aquellos que infringen las reglas es probable que no se apliquen las sanciones a sí mismos, por lo que es necesario que de alguna forma se garantice el cumplimiento de las normas y la aplicación de sanciones siempre que el caso lo requiera.
El discurso con talento es necesario y vale oro, pero la pose de estadista solamente para la foto de Instagram y el titular del día ya no son suficientes, ése es el talón de Aquiles que está deteriorando a las democracias en todo el mundo, el postureo, la simplicidad y la falta de profundidad en los problemas cotidianos de la gente.
Es necesario identificarse con las personas, no es solamente ser empático y dar una palmadita en la espalda, hay que entender lo que sufre la gente y los sacrificios que tienen que hacer para llegar a fin de mes, no es solamente hablar de cierre de comercios, y de subida de impuestos, es haberse visto quebrado y sin posibilidad de sustentar a tu familia, es comprar menos o comprar productos de menor calidad porque la compra sube semanalmente y no te han pagado el E.R.T.E.
La única posibilidad de que este cambio de sistema venga del ámbito político, es teniendo políticos que hayan vivido o pasado por estas situaciones, que lleguen a altos cargos de la esfera política y que no estén enfermos de venganza, envidia o complejos de inferioridad; sino que, por el contrario, entiendan la necesidad de los cambios y los beneficios que éstos traerían al conjunto del país.
Se necesita un discurso claro, sin ambigüedades y con criterio, que cale en los ciudadanos, que sea capaz de unificar más allá de las ideologías, que explique cómo garantizar la fortaleza, unidad e identidad de la nación gracias a los valores, diferencias e individualidades de aquellos que la conformamos. Un discurso que haga llegar esos valores y ese mensaje a la gran mayoría de la sociedad.
Porque una sociedad organizada, es el mayor y más efectivo grupo de presión que pueda existir; pero debe dotársela de un discurso y de unos objetivos propios, de una razón de ser que la defina y la motive a cumplir y a exigir sus obligaciones y sus derechos por igual.
Este es el discurso que deben promover los políticos, las sociedades necesitan de los líderes que los tiempos demandan, es necesario adaptarse a los tiempos y ver los cambios que se pueden avecinar si no se toman las medidas oportunas.
Por ejemplo, en lugar de disminuir los días de trabajo y producción en medio de una pandemia y una crisis económica mundial, a lo mejor deberíamos limitar los sueldos y los períodos de mandato de las autoridades políticas.
Ya que el ejercicio de la política es vista por algunos como el medio para hacer dinero fácil, relacionarse con personas influyentes y la obtención de lujos, adulaciones y beneficios sin límites; es necesario limitar el acceso a ella y su ejercicio. Organizar, limitar o regular, da igual el nombre, lo importante es plantearlo, promoverlo y hacerlo.
Seguro que los tiempos de espera para ser atendido por un especialista bajarían si los ministros, demás autoridades políticas y sus familiares directos tuvieran que asistir a la sanidad pública.
Seguro que a nuestros hijos les enseñarían inglés, francés, alemán o música -o todas juntas- en el colegio, cualquiera que éste fuera si los hijos de los ministros y demás autoridades políticas tuvieran que ir a un colegio público.
Seguro que muchos “listos” abandonarían la política y muchos más, ni siquiera podrían o intentarían entrar en ella.
Seguro que esto permitiría a aquellos que de verdad trabajan con vocación de servicio, visión de futuro y de país, trabajar de verdad y tomar las decisiones necesarias para el crecimiento de todos.
Seguro que esto no será fácil, pero es necesario y, lo mejor, es posible, sólo haces falta tú.