IberoEconomía vive en primera persona el día a día de los residentes del Sistema Nacional de Salud para conocer más sobre la cotidianidad de su proceso de formación especializada.
Ana descubrió su pasión por la Alergología en sexto de Medicina. Aunque fue una de las últimas asignaturas que cursó en la Universidad de Navarra, le sirvió de inspiración ‘sobre la campaña’ para destinar largas horas de estudio para la preparación del examen MIR. Sus esfuerzos fueron compensados con una plaza en el Hospital Universitario Infanta Leonor de Madrid, siendo la primera R1 de esta especialidad. “Para mí es gratificante comenzar con las residencias de Alergología en el hospital. Aunque tenía un poco de nervios porque no sabía cómo iba a ser la experiencia, la ilusión y las ganas de todo el equipo me han dado mucha confianza para escoger formarme en este centro.”, afirma a IberoEconomía.
Su jornada comienza a las 8.00 de la mañana. “Nos reunimos en las sesiones clínicas que, según la rotación, serán diferentes”, apunta. En este sentido, los martes y jueves le toca con el equipo de Medicina Interna (siendo el área donde rotará durante los primeros seis meses de su residencia). “Ahí evaluamos los casos clínicos, la evolución de los pacientes y los tratamientos aplicados”, aclara. Un escenario similar al de los miércoles durante las sesiones generales del hospital, “donde se estudian los casos más interesantes de cada servicio”; y los viernes le toca estar en las sesiones clínicas de Alergología.
Un horario que le obliga a “desayunar muy pronto en casa” como bromea Ana María Prieto, pero también que le permite estar lista a las 9.00 de la mañana para acudir a planta junto a los pacientes. “A lo largo del día es común que hagamos exploraciones físicas, que tratemos los nuevos ingresos y que, junto al adjunto, analicemos qué tratamiento es el más idóneo para el paciente”, explica. Una labor que realiza sin descansos hasta las 03.00 de la tarde. Ana reconoce que “Medicina Interna es un área que me ayuda a estar en contacto con muchos aspectos de la Medicina, pero estoy un poco ansiosa por entrar de lleno en mi especialidad”.
Superar los miedos
Uno de los principales miedos de Ana al comenzar la residencia era ser capaz de poner en práctica todos los conocimientos adquiridos durante los seis años de carrera y la preparación del MIR no los pudiera aplicar en un paciente o que “me quedase en blanco”. Sin embargo, optó por “ir día a día, estudiando mucho más para que no se olvide nada y sacando el máximo provecho de mi tutor, preguntándole todas mis dudas, incertidumbres o consultas”.
Lo mismo ocurrió durante su estreno en las guardias de Urgencias. “La primera vez estaba un poco nerviosa, pensando que metería la pata. Sin embargo, en este Hospital estamos bastantes protegidos y, en todo momento, conté con el apoyo de un adjunto que me fue guiando y posteriormente dejándome un poco más de independencia”. La joven residente ya ha afrontado sus primeros retos como futura alergóloga, así como ocurrió durante una noche de guardia donde una mujer con dolores en el hipocondrio derecho que tuvo una reacción alérgica al tratamiento y puso a prueba los conocimientos del equipo médico.
La visión del tutor MIR
La relación entre Ana y su tutor, Francisco Ruano, es inmejorable. Ambos han sido los protagonistas del inicio de la formación de residentes en la especialidad, lo que hace que tengan una unión muy cercana. “El objetivo es que el residente adquiera las competencias y los aprendizajes necesarios, por lo que mantenemos una vigilancia estrecha, así como entrevistas y control de las rotaciones que nos permitan detectar cuáles son los posibles fallos en el proceso de formación y solventarlo”, explica Ruano.
Mediante las reuniones semanales con los residentes, incluso si están rotando en otro centro, se ha buscado un seguimiento férreo de los modelos de evaluación, donde se toman en cuenta los aspectos docentes y de investigación. “En el caso de Ana, al ser una R1, quedan muy limitadas las oportunidades docentes, pero no aquellas relacionadas con cursos o trabajos de investigación que pueden ser enviados a congresos”, matiza.
Aunque la evaluación es constante, reconoce que es “realmente excepcional que un MIR suspenda la residencia. Es posible que lo haga en alguna rotación si falta mucho al centro, pero la mayoría comprende que tiene una responsabilidad y que, además de aprender, está trabajando y recibiendo una remuneración por esto”. Sin embargo, considera que dotar de más tiempo a los tutores MIR ayudará a mejorar la calidad de la formación especializada.
“Es necesario tener tiempo para tutorizar a los residentes, pero la elevada carga asistencial lo dificulta. Por eso, habría que contar con un máximo de dos residentes por cada tutor, ya que con cinco resulta complejo realizar una buena labor. Asimismo, habría que tener en cuenta las horas necesarias para acudir a dos o tres cursos anuales para que los tutores MIR también estén actualizados en su propia formación”, analiza.
Por el momento, sus esfuerzos están centrados en impulsar la formación de Ana, quien está ansiosa por culminar la primera etapa de rotaciones por Medicina Interna y pasar de lleno a la Alergología, esa disciplina que le cautivó en los últimos meses de universidad por su “potencial clínico y amplio campo para la investigación”.