Los residentes del Hospital Universitario y Politécnico de La Fe cuentan a IberoEconomía cómo se vive el MIR entre la arena y las olas del mar.
La famosa canción de Carlos Argentino afirma que «en el mar, la vida es más sabrosa». Una idea que comparten algunos MIR del Hospital Universitario y Politécnico de La Fe (Valencia), como ocurre con Manuel Duarte y Sheila Vázquez, ambos residentes del tercer año de Obstetricia y Ginecología. No en vano, que la ciudad tuviera la playa a pocos metros fue uno de los incentivos que les ayudó al momento de escoger su plaza, ya que les permite seguir cerca de su Andalucía y Canarias natal.
Manuel, que nació en Cadiz pero se formó en Sevilla, reconoce que durante los meses del rotatorio dudó entre varias especialidades, pero durante su presencia en un paritorio vivió una experiencia de las que cambian el curso del destino. «Ese día vi mi primer parto. Fue una situación idílica, lo que llamamos un parto de matrona. Entonces supe cuál era la especialidad que tenía que escoger en el MIR». Su compañera, que estudio en Las Palmas, recuerda que su vocación la arrastra desde que era muy pequeña. «Siempre quise ser ginecóloga antes que médico. Por eso entré a estudiar Medicina, para poder cumplir mi sueño», afirma a IberoEconomía.
Sheila, que reconoce que «el acto de asignación de plazas es más difícil que el examen MIR«, dudó entre los hospitales de Madrid y los de Valencia, «por lo que la playa fue el aspecto que terminó de inclinar la balanza». Una situación similar a la vivida por su compañero de residencia Manuel, que tenía entre sus opciones iniciales a Málaga o Sevilla, pero que terminó en Valencia debido a que su número de orden le permitió la opción de acceder al Hospital Universitario y Politécnico de La Fe. «Quería un hospital grande, con una planta para partos y para prematuros, para no tener que estar en constante rotación por otros centros. Además, con la playa cerca toda residencia y guardia es mucho más llevadera«, matiza Duarte.
Con la llegada del verano, el día a día de los residentes cambia. «Los adjuntos y residentes usan las fechas para tomarse sus vacaciones, lo que hace que el resto del equipo se tenga que coordinar para garantizar el funcionamiento del hospital», explica Manuel. En este sentido, aumenta la exigencia y se dobla el número de guardias que se harían habitualmente. «Mientras que habitualmente hacemos una media de cinco guardias, en los meses de verano pueden ascender hasta llegar a las ocho», aclara el residente de origen andaluz.
A pesar de que el hospital les obliga a librar tras una guardia de 24 horas, «algunos nos quedamos en el hospital por voluntad propia para seguir aprendiendo, ya que existe una gran actividad para la adquisición de conocimientos». La misma pasión por aprender está en la vocación de Sheila, quien ha reconocido que «una de las cosas que más me gustan de la residencia son las guardias, debido a que puedo practicar algunas técnicas que no son habituales en el día a día».
Guardias ‘en familia’
Los residentes admiten que una de las causas de su pasión por las guardias es el modelo diseñado en el Hospital Universitario y Politécnico de La Fe. «Tenemos un equipo cerrado de guardias, por lo que trabajamos todo el año con las mismas personas, nos coordinamos mejor y conocemos cuáles son las fortalezas y debilidades de cada uno. Es un sistema que es envidiado por otros residentes», afirma la MIR proveniente de Canarias.«Estamos como en una gran familia, donde todos se llevan bien y hacen vida tanto dentro como fuera del hospital», agrega la tutora Patricia Polo Sánchez.
A pesar de que el modelo de equipos cerrados en las guardias cuenta con buena aceptación entre residentes y tutores MIR, Duarte también destaca que son «unas horas donde se viven casos de gran complicación y donde lo urgente es realmente importante para el paciente o el bebé. Por lo que las guardias no dejan de estar cargadas de agotamiento, estrés y pocas horas de sueño«.
Una generación con talento
A pesar de los retos, la nueva generación de residentes está demostrando su valor. La tutora MIR Polo Sánchez reconoce que «es un grupo muy trabajador que, durante las jornadas de actualización que tenemos los jueves y viernes, nos sorprenden con la información que presentan y su capacidad de asimilación«. El esfuerzo demostrado permite que, con el paso de los meses, puedan aumentar de forma gradual las competencias y responsabilidades de la especialidad. «Cada tutor tiene un máximo de dos residentes, lo que permite un seguimiento más cercano».
En cuanto al nuevo modelo de evaluación promovido desde el Ministerio de Sanidad, el tutora MIR apunta que «es un sistema que aún estamos analizando, pero que inicialmente es más completo que el anterior y que facilita una evaluación más individualizada de los residentes». En este sentido, cree que es innecesaria la propuesta de implementar un examen global al final de la residencia, «ya que lo importante no es que se preparen para superar una evaluación, sino que demuestren su capacidad y compromiso en el día a día«.
No obstante, Polo Sánchez sí considera necesario una mejora inmediata en el proceso de formación sanitaria especializada: «Contar con un día al mes para mantener la entrevista con el residente, ya que la carga asistencial impide en muchas oportunidades lograr una cita y son los MIR quienes terminan rellenando el formulario por su cuenta». A la espera de que se den pasos en este sentido, la tutora mantiene que «seguiremos insistiendo, ya que es importante para tener un contacto directo con el residente».
Vivir a pie de playa
De cara al futuro, Manuel y Sheila reconocen que les gustaría permanecer en Valencia una vez que terminen la residencia. Para el R3 de Andalucía, la opción de seguir en la ciudad es una oportunidad para seguir sumando experiencias, «a sabiendas que con el paso del tiempo uno tiende a querer volver a casa». Ambos tienen el foco en la sanidad pública, a pesar de que reconocen de que existen más ofertas laborales en el ámbito privado. Con aún el tiempo a favor para tomar una decisión, no se cierran las puertas de una posible emigración a destinos como Reino Unido, Estados Unidos o Alemania, aunque quizás la playa se quede un poco más lejos.
Hasta la fecha, el mejor momento de la residencia para Manuel y Sheila ha sido el mismo: su primer parto. Para ella, fue la oportunidad de «verme haciendo lo que había soñado desde pequeña, además de percibir en ese momento todos los conocimientos que se han venido ganando con el paso de los años». En el caso de Manuel, la marca dejada por ese momento le permite afirmar que «recuerdo con total claridad de la madre y del bebé. Nunca los olvidaré».