Irregularidades en los salarios y en los horarios, contratos falsos, trabajadores que no aparecen dados de alta en la seguridad social, sistemas de trabajo que no cumplen con la normativa de seguridad, o con los convenios.
Son un buen ejemplo del catálogo de incumplimientos que acostumbran a verse en algunos puestos de trabajo. Supervisando que empresarios y trabajadores estén dentro de la legalidad, están los inspectores de trabajo. Una figura en la que algunos ponen sus esperanzas, mientras que para otros representan una espada de Damocles.
Más trabajo para inspección
Los inspectores y subinspectores de trabajo, o las inspectoras y subinspectoras (porque en España son mayoría), realizan gran parte de su cometido en la oficina, pero otra parte fundamental sucede in situ, visitando los centros laborales. Deben comprobar que se den las condiciones correspondientes a cada normativa.
No solo en el ámbito de la contratación (altas en la seguridad social, salario, horario, etc.) sino también en referencia a campañas concretas a partir de nuevas normativas (igualdad, prevención de riesgos, protocolos de actuación contra el acoso, control de falsos autónomos y falsos becarios, etc.).
En España, hay 1.000 inspectores de trabajo y seguridad social y 1.051 subinspectores laborales. Se trata de un promedio anual recogido en el informe publicado por el Ministerio de Trabajo, en 2021.
Por primera vez, los inspectores y subinspectores fueron a la huelga el pasado verano. Lo hicieron para reclamar más personal, más formación y una reformulación de las condiciones de acceso. Maria José Díaz, de la Unión progresista de inspectores e inspectoras de trabajo, explica que “el mundo laboral ha cambiado mucho: los sistemas de contratación, o el teletrabajo, que ha venido para quedarse».
A lo que hay que sumar las múltiples campañas de control específicas que se les encargan año tras año. «Necesitamos más medios», reclama Díaz. De no conseguirlos, ella nos adelantaba que esas campañas podrían pasar a un segundo plano, dando prioridad a las denuncias de los trabajadores.
El sector y sus cifras
En el citado informe de 2021, se recoge que la Inspección de Trabajo y Seguridad Social inspeccionó 663.277 centros de trabajo, pertenecientes a 511.672 empresas. Esas actuaciones derivaron en 946.652 actuaciones, de las cuales 419.241 lo fueron en materia de Seguridad Social, 351.082 de Prevención de Riesgos Laborales, 126.928 de Relaciones Laborales, 24.124 de Empleo y Extranjería, y 25.277 de otras actuaciones.
De las 223.982 visitas efectuadas, el 59,33% se han realizado en el sector Servicios, el 21,86% en el sector de la Construcción, el 12,43% en la Industria, y el 5,82% en Agricultura y Pesca, y un 0,56% sin clasificar.”
Sospechosos habituales
Entre los que más sufren condiciones laborales precarias, están los trabajadores de hostelería. Horarios extremos, contratos fraudulentos o acoso laboral, son algunas de las denuncias que se presentan.
El inspector de trabajo y seguridad social, José Antonio Amate, nos explicaba que en las visitas a bares y restaurantes, acostumbran a ir en parejas. Tienen que controlar tres espacios: terraza, cocina y sala. Así que comienzan tomando algo, antes de identificarse y durante ese tiempo analizan el lugar y toman nota. Luego, se dividen y actúan, cada uno, en una zona.
En la construcción, en la industria y en el campo hay normativas, como la de riesgos laborales, que han evolucionado mucho. Pero también son sectores donde se dejan ver algunos abusos vergonzosos.
Quienes se llevan la peor parte son los inmigrantes que no cuentan con permiso laboral, y que se ven empujados a trabajar de forma ilegal para sobrevivir. Muchos de ellos sobreviven en campamentos chabolistas esperando a que comience la próxima campaña. Otros viven allí porque prefieren estos espacios precarios a las viviendas compartidas que les ofrecen los empresarios.
En uno de esos poblados, Diana y Richard nos explicaban que cuando alguien no tiene los papeles en regla, busca la forma de trabajar, aunque sea utilizando los papeles de otro.
Amate se lamentaba de que un sector tan importante en España como el agrícola, se vea empañado por la mala actuación de unos pocos empresarios que abusan de sus trabajadores. “Las inspecciones nunca se avisan”, añade. Pero entiende que, cuando se realizan actuaciones en una zona agraria, con distintos campos o invernaderos, o en un polígono industrial, es imposible el factor sorpresa: “En el momento en el que entras, por un lado, se corre la voz de que estás allí”.
De los abusos reiterados en las zonas de producción agrícola de Huelva surgió el sindicato Jornaleras de Huelva en lucha. Una de las fundadoras, Ana Pinto, asegura que además de los problemas de contratación precaria o irregular, el trato de los manijeros a las trabajadoras está lleno de abusos verbales y acoso psicológico, convirtiendo las jornadas en el campo en una competición entre cuadrillas separadas por nacionalidad, de forma que las separan “las rumanas, por un lado, las marroquíes por otro, las españolas por otro”.
Y que habitualmente cuelgan listas de productividad señalando a los que menos producen cada día: “Te avergüenzan ante tus compañeros y te dicen que no vales”.
Más allá de la hostelería y el campo
El sector audiovisual no anda a la zaga en cuanto a incumplimientos laborales. Hemos hablado con José Nájar, técnico de sonido, que ha trabajado ya para varias empresas. Él se atrevió a denunciar ante inspección de trabajo cuando se dio cuenta de que la empresa, para la que trabajaba en eventos para festejos populares, solo unos pocos trabajadores estaban dados de alta en la seguridad social. A eso, se sumaba que la empresa no aplicaba la normativa de seguridad necesaria para actuaciones como las que realizaban, por lo que su integridad física estaba en riesgo.
Aportó un calendario de eventos para que la inspección pudiese personarse durante la gira que estaba en marcha. Pero se retrasaron en la comprobación, y acabó la temporada, de forma que los inspectores no pudieron personarse en los pueblos donde actuaban. «Solo fueron capaces de determinar que la empresa no tenía un plan de riesgos laborales«, detalla. Pero no pudieron comprobar su principal denuncia: que de todos los trabajadores, solo los familiares del empresario estaban dados de alta correctamente.
A veces las denuncias son reiteradas, contra la misma empresa, que una y otra vez repite malas praxis contra sus trabajadores. También, la precariedad en algunos sectores hace surgir el miedo a denunciar por posibles represalias, o ante la posibilidad de perder el trabajo. Es lo que ocurre en el sector de la vigilancia de seguridad privada.