Ante la elevada demanda por chips tecnológicos y su relevancia para distintas industrias, la Unión Europea (UE) se encuentra en negociaciones para abrir una gran fábrica que permita abastecer las necesidades de las empresas europeas.
La escasez de estos semiconductores ha hecho que aumenten sus precios, al tiempo que entorpece los procesos de producción de las empresas que requieren de ellos.
Uno de los ejemplos más palpables es el de la industria del automóvil en Alemania. La crisis del covid-19 ha demostrado la importancia que tiene para las industrias, la independencia para poder fabricar bienes esenciales para el desarrollo de nuestras vidas.
Si bien la globalización reduce costes y es positiva para el crecimiento de la economía en términos agregados, en el caso de que las cadenas de suministro globales se atasquen todo lo demás se paraliza.
Primero fue la escasez de material médico y ahora la de chips parece estar generando un cambio de paradigma dentro de la Unión Europea, que está dando los primeros pasos para intentar recuperar parte de la industria perdida.
Una misión complicada
Para hacer chips de última generación (cuanto más pequeños y eficientes mejor) se necesita mucho tecnología, experiencia y un capital humano con las habilidades necesarias.
China lleva años intentando hacer sus propios chips con unos resultados bastante mediocres. Ahora, la Unión Europea está considerando construir una fábrica de semiconductores avanzada en Europa en un intento por reducir la extrema dependencia de Asia (Taiwán y Corea del Sur) y de EEUU en lo que se refiere a chips sofisticados, unas piezas imprescindibles para varias de las industrias del Viejo Continente.
De acuerdo a la agencia Bloomberg, la UE está explorando cómo producir semiconductores con características de menos de 10 nanómetros (nm) y llegar a producir de forma eventual chips de 2 nanómetros (los semiconductores más avanzados), según personas familiarizadas con el proyecto. El objetivo es reducir la dependencia de países como Taiwán a la hora de importar chips para alimentar los sistemas de redes 5G, vehículos sofisticados, computación de alto rendimiento y mucho más.
Para evitar un fracaso como el de China, la Unión Europea busca que los grandes productores de chips inviertan en el Viejo Continente y vengan con los conocimientos necesarios debajo debajo del brazo para evitar el tedioso proceso de aprendizaje que requiere esta industria. Las firmas Taiwan Semiconductor Manufacturing (TSMC) y Samsung (Corea del Sur), líderes mundiales en la fabricación de los procesadores más innovadores del sector, podrían participar en el proyecto de la UE, pero aún no se ha decidido nada, según ha revelado un funcionario del Ministerio de Finanzas francés en una rueda hace escasos días.
Los problemas de los fabricantes de automóviles europeos
Los planes llegan en un momento en que los fabricantes de automóviles están lidiando con la escasez de semiconductores global. El mayor fabricante de automóviles de Europa, Volkswagen ha ‘perdido’ decenas de miles de automóviles en producción, y desde Daimler aseguran que están haciendo todo lo posible para minimizar los efectos del cuello de botella en el suministro de la industria de los chips. Aunque esta escasez puede ser temporal, el problema ha puesto de relieve la dependencia de Europa de la tecnología extranjera.
«Cuando se trata de seleccionar ubicaciones debemos considerar muchos factores, incluida la necesidad de los clientes. TSMC no descarta ninguna posibilidad, pero no hay un plan concreto en este momento», según ha asegurado la portavoz Nina Kao en un correo electrónico cuando se le preguntó sobre la cooperación con Europa.
Hace décadas, Europa era uno de los centros mundiales de fabricación de semiconductores, pero el Viejo Continente ha reducido drásticamente su fabricación en los últimos 20 años, y los diseñadores de chips para automóviles, como NXP Semiconductors e Infineon Technologies, prefieren subcontratar una gran parte de la producción a gigantes como TSMC y otras empresas. Cuando los fabricantes de automóviles quisieron aumentar los pedidos a finales de 2020, tuvieron dificultades para asegurar la capacidad, después de que la demanda ya se había asignado a otras industrias, como los teléfonos inteligentes.
La UE mostró el año pasado las primeras pinceladas de su plan para producir al menos una quinta parte de los chips y microprocesadores del mundo, pero sin dar detalles sobre cómo se lograría. «Sin una capacidad europea autónoma en microelectrónica, no habrá soberanía digital europea», aseguraba Thierry Breton, comisario europeo, en un discurso.
Para alcanzar esos objetivos, la Comisión Europea, aseguró que lanzaría una alianza europea sobre microelectrónica, que probablemente incluirá a los principales fabricantes de chips de Europa y posiblemente también a los fabricantes de automóviles y empresas de telecomunicaciones. El trabajo técnico está en curso para trazar un plan para lanzar esta alianza, que se presentará formalmente a finales del primer trimestre del año.
Pese a todo, los planes de Europa para reinvertir en la fabricación de chips de vanguardia pueden quedarse cortos y llegar demasiado tarde. China, Japón y EEUU llevan tiempo intentando recuperar su autosuficiencia en lo que a semiconductores se refiere. Es cierto que esta industria también ha pasado décadas creando una cadena de suministro global bien engrasa que sería difícil de cambiar de la noche a la mañana, según revela a Bloomberg Peter Wennink, director ejecutivo de ASML Holding de los Países Bajos. Las regiones tendrán que reconstruir un ecosistema local, lo que a su vez probablemente aumentaría los costes (más inflación).
«Si se creen que realmente pueden replicar eso en un plazo de tiempo muy corto, simplemente decirles que no es posible», aseguraba Wennink en la rueda de prensa tras presentar los resultados de ASML en enero. «Si los gobiernos están decididos a hacer esto, se necesitarán años y no meses».
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