En 2015, la fiebre del fracking intentó desembarcar en Europa y, concretamente, en España, siguiendo los pasos de EE.UU. Sin embargo, las presiones por parte de los ambientalistas y los países exportadores luchando por evitarlo, llevó a su prohibición.
El fracking es el proceso de perforación de la tierra antes de dirigir una mezcla de agua a alta presión hacia la roca para liberar el gas de su interior. El agua, la arena y los productos químicos se inyectan en la roca a alta presión, lo que permite que el gas se dirija hacia la cabeza del pozo
El uso extensivo del fracking en Estados Unidos, donde ha revolucionado la industria energética, ha generado preocupaciones medioambientales, ya que utiliza enormes cantidades de agua, que debe ser transportada hasta el lugar.
Además de los temblores de tierra, los ecologistas afirman que durante la perforación pueden escaparse sustancias químicas potencialmente cancerígenas y contaminar las aguas subterráneas de los alrededores.
Esto, junto con una intensiva campaña de bajada de precios por parte de los países exportadores, es lo que acabó por prohibir esta actividad en toda Europa.
Sin embargo, según varios estudios, en 2014 disponíamos de 70 años de consumo de gas natural, así como unos recursos de petróleo suficientes para cubrir el 20% de las necesidades durante 20 años.
Un estudio realizado por Deloitte, estima, mediante el fracking, un escenario base de 2.000 millones de barriles equivalentes de petróleo y 2.500 bcm (miles de millones de metros cúbicos de gas natural). Esto supondría una gran riqueza, tiendo en cuenta los precios actuales.
Y es que, por 2014, cuando el Gobierno de Rajoy puso sobre la mesa esta posibilidad, España disponía, en el caso del gas natural, de un nivel de recursos de unas 70 veces su demanda anual.
Sin embargo y pese a que esto es poco probable que se convierta en una realidad, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha destacado el importante papel que puede desempeñar España para reducir la dependencia de la UE del gas procedente de Rusia.
Y es que, la capacidad de almacenamiento de GNL de España, de 3,31 millones de metros cúbicos, es superior a los 2,09 millones del Reino Unido (22% del total), los 1,35 millones de Francia (14%), los 0,56 millones de Bélgica (6%) y los 0,54 millones de Italia (5%).
Además, importamos el 99% del gas natural de diez países diferentes, lo que confiere al sistema gasista español una gran capacidad de suministro. La mayor parte procede de Argelia (44%) y sólo el 10,5% de Rusia.
Ahora el problema reside en que habría que resolver la falta de conexiones de gasoductos existentes entre España y el resto de la Europa continental. Además, esto podría provocar un cuello de botella en los Pirineos.
La ministra española de Transición Ecológica, Teresa Ribera, declaró el lunes 9 de marzo que su gobierno está dispuesto a poner en marcha el proyecto en Cataluña, siempre que la UE cubra el coste.
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