El sector agrícola y ganadero, inquieto por la repercusiones de la guerra en Ucrania

La guerra en Ucrania se ha convertido en un motivo más de preocupación para la agricultura española y, en concreto, para el suministro de cereales, ya que peligran las importaciones desde uno de los principales proveedores: la economía española compró en Ucrania el 18,4 % de los cereales que adquirió en los mercados internacionales en 2021.

Y un descenso de ese flujo, que en años anteriores ha llegado aser de casi el 30 %, puede afectar a los ganaderos que dependen del grano para alimentar a su cabaña y, a medio plazo, a los fabricantes de piensos, un sector en el que España es líder.

La agricultura y la ganadería española son deficitarios en cereales y en oleaginosas -girasol, colza y soja-, al tiempo que Ucrania es uno de los principales países productores mundiales de estas materias primas. Así, los dos principales productos que la economía española importó de la ucraniana en 2021, según el Instituto de Comercio Exterior (ICEX), fueron cereales, por valor de 545 millones de euros, y grasas y aceites vegetales, por 422,5 millones de euros.

En términos de volumen, las importaciones de cereales desde Ucrania ascendieron el año pasado a casi 2,6 millones de toneladas, el 18,4 % del total adquirido en el extranjero, aunque en 2019, antes de la pandemia, superaron los cinco millones de toneladas, el 28,6 %. Y en el caso concreto del maíz ucraniano, básico para la fabricación de piensos, en 2021 supuso casi el 30 % del total importado, con 2,4 millones de toneladas, aunque dos años antes representó más del 40 %.

Aún mayor es la dependencia del aceite de girasol ucraniano, que el año pasado representó casi dos tercios del comprado por España, con 368.000 toneladas de un total de 585.000 toneladas. Sin llegar a esas magnitudes, España también adquiere en Ucrania cantidades significativas de trigo, leguminosas y tortas de aceite vegetal.

Los temores del sector

Así las cosas, el sector primario está inquieto por las consecuencias de un conflicto que añadiría más cargas justo cuando agricultores y ganaderos ya lidiaban con el incremento de los precios de la energía y de otros insumos necesarios para producir. Por ejemplo, tanto Ucrania como Rusia son productores relevantes de productos fitosanitarios para la protección de los cultivos, que previsiblemente se encarecerán.

El secretario general de la patronal de comerciantes de cereal Accoe, José Manuel Álvarez, alertaba en declaraciones a Efe de una situación inédita, ya que durante dos días, el jueves y el viernes, los mercados españoles de grano no habían registrado operaciones y en plazas de referencia como Chicago o París las cotizaciones han escalado hasta cifras récord. Por el momento, el suministro está garantizado en España, pero en vísperas de la invasión rusa Accoe ya había advertido de las consecuencias «desastrosas» por la sequía y las inclemencias climáticas en los dos hemisferios.

Los fabricantes españoles de piensos para alimentación animal también han señalado que, por el momento, el suministro de maíz no se verá afectado en el corto plazo, dado que hay existencias físicas disponibles en puertos y almacenes hasta marzo e incluso abril.

Así lo señalaba a Efe el director general de la Confederación Española de Fabricantes de Alimentos Compuestos Para Animales, Jorge de Saja, quien admitía que la fabricación española de piensos es «muy dependiente del maíz ucraniano» y que justo ahora en febrero comenzaba el período fuerte de compras de ese cereal, que se extiende normalmente hasta agosto.

En el caso de que los operadores españoles no pudiesen obtener el maíz de Ucrania, las otras opciones es acudir a Estados Unidos o Canadá, según apuntaba, aunque recalcaba que no poder acceder a ese mercado de maíz «no es una catástrofe» para España, «ni incluso en el peor escenario».

El recuerdo del veto ruso a las frutas y hortalizas

Pese a ese mensaje de calma, la patronal de la industria alimentaria FIAB ha mostrado su preocupación por el impacto que el conflicto pueda tener en la importación de ciertas materias primas utilizadas por la industria, así como por la repercusión en el ya castigado escenario energético mundial, y que podría suponer un desequilibrio para la competitividad del sector.

Los exportadores agrícolas españoles ya conocen las consecuencias geopolíticas del conflicto del este europeo. En 2014, Moscú inició un embargo contra los productos perecederos de países occidentales (frutas, verduras, pescados frescos y carnes), en represalia por las sanciones impuestas a Rusia por su actuación en Ucrania. Y en 2013 Rusia ya había vetado la importación de animales y carne fresca de la Unión Europea tras diagnosticarse dos casos de peste porcina africana en jabalíes de Lituania.

Para España, líder comunitario en el comercio hortofrutícola, el veto ruso fue un golpe porque perdió un destino fundamental -y con una logística más fácil que otros mercados como los asiáticos o americanos- para frutas como los melocotones o las nectarinas. La patronal de exportadores hortofrutícolas Fepex insiste aún hoy en que no se ha cubierto ese vacío.

En última instancia, todo el sector primario está inquieto por un conflicto que, a través de la subida de los precios de la energía y de otras materias primas, puede afectar a toda la economía española y también a la agricultura. «Una guerra es un desastre total y absoluto, es algo terrible para todo el mundo: estamos empezando, a ver qué pasa pero es seguro que nos va a afectar», se lamentaba este viernes el presidente en Valladolid de la Unión de Campesinos de Castilla y León, Nacho Arias, antes de participar en una manifestación de agricultores.