Llenar el carro de la compra es un 15 % más caro que hace un año. El precio del aceite de girasol se ha duplicado, productos frescos como los huevos han subido casi un 50 % y las frutas y verduras empiezan a sustituirse por otros alimentos mucho menos sanos pero más baratos. En total, un español gastaría de media unos 830 euros más al año en alimentación, según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Por no hablar de las energías, cuyos costes se han disparado hasta niveles nunca vistos y donde la incertidumbre por la guerra de Ucrania amaga con complicar el escenario en los próximos meses.
Todo ello ha impactado de lleno sobre la capacidad de ahorro de las familias. Y, además, a pasos agigantados. Mientras que las reservas de los hogares alcanzaron máximos históricos en 2020 forzadas por el confinamiento; en los últimos meses se encuentran en caída libre arrastradas por la inflación que golpea la economía mundial y que en España supera ya los dos dígitos -10,2 % en junio-.
“La inflación se está comiendo los ahorros de la mayoría de los ciudadanos. Los alimentos y los suministros suben, mientras los salarios siguen sin actualizarse. Por lo tanto, es el consumidor final quien está asumiendo todos los costes, se mire por donde se mire”, apunta la profesora de Finanzas de la Universitat Oberta Catalunya (UOC) Elisabeth Ruiz.
Echando la vista atrás en el tiempo, en plena pandemia, las familias españolas ahorraron de media un 14,8 % de sus ingresos o, lo que es lo mismo: de cada 1.000 euros que llegaban, se ahorraban 148. Dos años después, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística correspondientes al primer trimestre del año, la cantidad que los hogares pueden reservar de su renta se ha reducido prácticamente a la mitad hasta situarse en el 7,5 %.
Se trata de una tasa calculada una vez eliminados los efectos estacionales y de calendario, ya que el ahorro de los hogares normalmente disminuye en el primer y tercer trimestre y aumenta en el segundo y el cuarto, explica el organismo. Sin dichos efectos, la cifra alcanza tasas negativas por primera vez en tres años, hasta el -0,8 %. Esto implica que las familias están gastando más de lo que ingresan, principalmente porque la inflación se ha llevado su poder adquisitivo de un plumazo.
Gastamos más, pero consumimos menos
El alza incesante de los precios no solo ha llevado a los hogares a gastar más dinero por la misma cantidad de productos que hace un año, sino que también ha provocado que consuman menos. Precisamente el consumo privado, que estaba llamado a ser el motor de la recuperación económica tras la pandemia, se vio afectado en el primer trimestre del año por la pérdida de poder adquisitivo de los hogares.
A falta de conocer los datos del segundo trimestre la próxima semana, de enero a marzo se registró una contracción de esta partida del 2 % en relación con el trimestre anterior, después de tres períodos consecutivos incrementándose. No obstante, es una caída menor de la que preveía el dato adelantado que la situaba en el 3,7 %.
Y las perspectivas para los próximos meses no son mucho más halagüeñas. La mayoría de organismos económicos ha revisado a la baja en las últimas semanas sus previsiones de crecimiento para este año y el próximo, en parte porque no creen que el consumo crezca con el vigor que se esperaba antes del comienzo de la guerra.
La última de ellas, la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas), que pronostica un incremento del consumo privado este año del 1,8 % y del 2 % el próximo, muy lejos del 4,6 % que se registró en 2021. “Los hogares tirarán del ahorro para financiar su gasto, algo que permitirá un leve crecimiento del consumo privado”, señala el centro de análisis.
En la misma línea, la profesora de la UOC apunta a que “el consumo evidentemente se va a ver afectado” en los próximos meses, “pero lo hará en mayor medida el ahorro”, algo a su juicio “previsible” teniendo en cuenta el comportamiento de la ciudadanía en otros escenarios de crisis. “A las personas nos cuesta cambiar de hábitos de consumo”, afirma, “y más aún en un escenario como este”, tras salir de una pandemia que lo paralizó prácticamente todo. “En mayor o menor medida seguirán consumiendo y manteniendo un determinado ritmo de vida, salvo que no tengan otra alternativa”, recalca.
Pero, ¿hasta cuándo podremos tirar del ahorro?
La evolución de las finanzas de los hogares dependerá principalmente de dos factores, coinciden los expertos consultados. Por un lado, de la evolución de la inflación, pero también de la cantidad de ahorro disponible. Según un estudio elaborado por el Observatorio del Ahorro Familiar, puesto en marcha por Fundación Mutualidad Abogacía y la escuela de negocios IE, una de cada tres familias españolas tendría serios problemas para afrontar una carencia del 100 % de sus ingresos que se extendiera más allá de tres meses. Mientras que para las más vulnerables, el periodo de supervivencia empleando solo sus ahorros sería incluso inferior.
“Casi el 40 % de las mismas no posee ningún activo inmobiliario y el 60 % restante sí tiene activos inmobiliarios, pero casi la mitad los tiene ligados a una hipoteca”, apunta el informe. De esta forma, de verse afectados por la eventualidad de perder sus ingresos, los hogares que no disponen de ningún elemento de solvencia que poder reconvertir en liquidez (es decir, que no tienen activos inmobiliarios, o los tienen hipotecados) conformarían el grupo de familias en mayor riesgo de pobreza.
Lo cierto es que en España el 19 % de los hogares no tiene activos inmobiliarios y, de ellos, el 80 % tiene un ahorro financiero prácticamente inexistente, o muy bajo, situándolas por debajo del umbral mínimo de subsistencia financiera, según el informe. “El problema es que para ahorrar, hay que tener. Y para tener, hay que ganar e ingresar todos los meses, cosa que no sucede en muchos hogares”, señala el economista y CEO de Valuation 4.0, Javier Soto. Actualmente en España, según la última Encuesta de Población Activa (EPA), más de un millón de hogares tienen todos sus miembros en paro.
Soto recuerda que “un hogar puede renunciar a irse de vacaciones, pero difícilmente puede renunciar a comprar fruta y verdura fresca si quiere mantener una dieta mínimamente saludable”. Además, destaca la losa que supone a las familias más vulnerables el encarecimiento de electricidad o el gas, que les obliga a dedicar “más de la mitad de sus ingresos para pagar la factura energética”.
Habrá que ver, en todo caso, si la escalada de la inflación y los posibles cortes de suministro de gas por parte de Rusia no enturbian aún más el escenario económico. De momento, instituciones como el Banco Central Europeo (BCE) sostienen que los precios comenzarán a moderarse en la segunda mitad del año y así lo ha confirmado esta semana en una entrevista en TVE la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño: “La previsión es de seguir manteniendo unos niveles elevados en verano y que en otoño se modere«.
La planificación financiera, clave para llegar a fin de mes
Ante este contexto, los expertos consultados coinciden en que la planificación financiera es clave para generar buenos hábitos de ahorro y llegar de una manera más holgada a final de mes. “Sería conveniente que todos cogiésemos los extractos bancarios del año pasado e hiciésemos una lista con nuestros gastos”, explica la profesora del IE y directora del Observatorio del Ahorro Familiar. Y es que, a su juicio, “saber en qué te has gastado el dinero es la única manera de conocer en qué puedes ahorrar”.
Por otro lado, en el caso aquellas familias con una situación económica más solvente, Núñez aconseja que “no dejen el dinero en la cuenta corriente”, sino que lo inviertan “a través de fondos de inversión que estén diversificados”. “Siempre hay que diversificar, no puedes meter todos los huevos en la misma cesta, porque si se cae la cesta, se rompe”, recalca. Y otro consejo importante: “que intentemos no gastar lo que no tenemos”.
En su opinión, “el principal problema es que siempre manejamos las finanzas familiares cuando vienen las crisis” y, en cambio, “habría que hacerlo en épocas de bonanza” porque “el sentido del ahorro es hacerlo cuando todo va bien para tener un colchón y, cuando vienen las dificultades, poder sobrevivir mejor en esas épocas de vacas flacas”.