¿Puede España convertirse en un jugador solvente de la industria mundial de los microchips? Los semiconductores, que se miden en nanómetros, se valoran en millones. Mientras tanto, la palpable escasez para abastecer a toda la industria sigue lastrando a sectores económicos como el de la automoción.
“Durante el 2021, la producción de vehículos cayó un 7,5 % y en los dos primeros meses se ha reducido un 15%”, indican fuentes de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC). Las páginas de información económica reflejan estos días su incertidumbre: Mercedes Vitoria reduciendo y ampliando sus turnos de producción, la plantilla Ford Almussafes de ERTE, paradas en la producción de Renault en Castilla y León…
A la industria del motor se le acumulan otros handicaps como el precio de la energía o la guerra en Ucrania, pero el principal escollo siguen siendo esas diminutas placas de silicio. Un solo coche contiene entre 3.000 y 5.000 microchips y la dependencia es cada vez mayor con los vehículos eléctricos, como ocurre con tantos objetos de nuestras vidas, desde los móviles a las aspiradoras.
Europa y España fijan su hoja de ruta
Tras meses de tormenta, desde la Unión Europa y España se han decidido a actuar. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado un Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) dotado de 11.000 millones de de euros con la intención de impulsar la fabricación de microchips en España, desde la colaboración público-privada. Los actores del sector consultados han recibido con aplausos la noticia, que supone un impulso “extraordinario” y les llena de optimismo.
“Vamos a poder desarrollar semiconductores para satisfacer a sectores de la industria como la automotriz, e innovar en nuevas tecnologías que puedan ser incorporadas en los vehículos del futuro”, asegura Danny Moreno, presidente de la Asociación Española de la Industria de Semiconductores (AESEMI) y primer ejecutivo de la compañía Wiyo, quien exhibe el músculo innovador que, asegura, ya existe en España.
Pero actualmente en suelo español se diseñan muchos chips, pero siempre se producen fuera. “La mayoría de las empresas que estamos hacemos todos menos la fabricación. Hacemos innovación, diseño, simulación, pruebas… Solo mandamos fabricar y luego lo integramos en nuestro producto para la industria”, detalla Moreno.
La construcción de una planta requiere años
La aventura por delante es larga y difícil. Las razones son las mismas que explican el desequilibrio entre oferta y demanda que ha marcado el 2021: fabricar semiconductores es caro y exige plantas tecnológicas muy sofisticadas.
“No se puede hacer en dos, tres o cuatro años”, afirma el presidente de AESEMI sobre los planes de establecer en España algunas fábricas. Según Moreno, las llamadas “salas blancas” donde se crean y ensamblan los microchips tienen estándares incluso más altos que los quirófanos en cuanto a filtración de polvo y contaminación: “cualquier pequeña partícula nos puede echar a perder lo que estamos realizando”.
Y para que todo eso funcione, la cadena de suministro debe ser muy precisa. “Nos hacen falta materiales para fabricar los chips, las obleas de silicio, productos químicos, metales, elementos puros… También requiere de un instrumental muy preciso, aunque por fortuna, Europa posee una de las mayores empresas tecnológicas para la fabricación de chips, ASML, que está en Holanda”, enumera Daniel Granados, investigador de IMDEA Nanociencia.
El problema de desabastecimiento persistirá a corto plazo
Así, las soluciones sobre la mesa sirven a medio plazo. “En estos momentos, los centros de producción están ajustando su producción para ir adaptándose a la recuperación del ritmo de fabricación de microchips, pero no se prevé que esta solución se reajuste totalmente hasta inicios de 2023”, reconocen fuentes de ANFAC.
Del mismo modo, un informe de Deloitte augura que se mantengan muchos de los problemas de escasez de semiconductores a lo largo de 2022, si acaso, menos profundos gracias a las mejoras en fabricación y distribución que se están poniendo en marcha.
“Cada vez más se producirán en Estados Unidos, China, Japón, Singapur, Israel y Europa, una tendencia conocida como ‘localización’, que aumenta la producción de chips más cerca del siguiente paso en la cadena de suministro”, detalla la consultora.
Por ello, Moreno confía en un plan que, por un lado, comience a desarrollar la industria patria y, paralelamente, atraiga a la “industria ya establecida para suplir las deficiencias”.
Un mercado en manos de unos pocos
El creciente mercado mundial de los microchips está actualmente en manos de unos pocos. La estadounidense Intel es líder en todo el proceso de producción (diseño, fabricación y ensamblado), mientras que la fundición taiwanesa TSMC domina en la segunda de esas tres fases.
El tercer jugador, por volumen, es Samsung Electronics, de Corea del Sur, aunque tampoco puede perderse de vista a la china SMIC. Como toda pugna económica, esta también tiene una vertiente geopolítica y los tres gigantes internacionales se han alineado para sacar ventaja a Pekín, que acapara buena parte de las compras para su industria tecnológica.
Uno de los escenarios de esa carrera está en Europa. La Unión Europea finalmente ha reaccionado a los problemas de abastecimiento de un producto estratégico como los semiconductores y aspira a fabricar el 20% de los chips que se produzcan a nivel mundial en 2030. La Ley Europea de Chips fue el primer paso en una estela que Sánchez parece continuar con el PERTE.
Ante esto, además del desembolso público de los fondos europeos, las compañías Intel, TSMC y Samsung han anunciado inversiones para fábricas en territorio comunitario, pero la estadounidense no espera estar en funcionamiento antes de “finales de 2027”.
La posición rezagada de Europa en este mercado es algo relativamente nuevo. “En el año 2000, Europa era uno de los principales productores de semiconductores y albergaba casi el 25% de la capacidad de fabricación mundial. En la actualidad, la producción ha descendido al 8%. Un descenso aún más drástico se ha producido en la tecnología punta de los semiconductores, con una caída del mercado del 19% en 2000 a cero en la actualidad”, señala la consultora Kearney en un informe del año pasado.
Como ocurrió con las mascarillas, la producción se deslocalizó y externalizó a fábricas asiáticas, más baratas, durante las primeras décadas del siglo XXI. El proceso se llevó consigo la fábrica de semiconductores de AT&T en Tres Cantos. Hoy, quedan en pie unas pocas en Alemania, Suiza o Austria.
Cambio de aires en la política industrial
Sin embargo, los últimos movimientos de Bruselas, el despliegue de fondos NextGenerationEU y la flexibilidad en el gasto después de la pandemia parecen mostrar un cambio de mentalidad en la política industrial en los gobiernos occidentales, aunque hay matices.
“Cuando uno mira con lupa las cifras de inversión, se encuentra que estas palidecen en cuanto a porcentaje del PIB frente a las planteadas por los otros dos grandes mercados mundiales, China y EEUU. España, además, ha tomado una postura relativamente moderada en comparación con países como Italia, que han intentado aprovechar al máximo los créditos ventajosos disponibles”, comenta el analista de economía política Roy Cobby, que reconoce la influencia de una “complicada situación de endeudamiento”
Así, Cobby vislumbra algunos problemas, como un desarrollo de proyectos alejados de la ciudadanía o la falta de continuidad. “Aunque los PERTE se han diseñado como instrumentos con visión al largo plazo, no está claro que sucesivos gobiernos los mantengan vista la polarización actual”, advierte.
Como la patronal de fabricantes de automóviles, ANFAC, el analista teme que las medidas se queden cortas, aunque sus recetas son diferentes.
“Imaginemos que el apoyo público para inversiones extranjeras en microchip viene acompañado de contrapartidas como, por ejemplo, la obligación de que el inversor transfiera ciertos conocimientos a los proveedores españoles para que estos puedan en un futuro mejorar sus capacidades productivas”, explica Roy Cobby, sobre la utilidad de la compra pública para mejorar la competitividad de un sector como el de los automóviles.
Fuentes de ANFAC, por su parte, piden un impulso a “las infraestructuras de recarga, eficiencia de los planes de ayuda a la demanda y una reforma fiscal de carácter positivo para el automóvil que cumpla con el doble objetivo de avanzar en la descarbonización y de alcanzar la recuperación”.
La formación de los profesionales, la gestión y dirección de esos proyectos son otros de los retos para formar esa red productiva que dé impulso a la industria española basada en semiconductores.
El sector cruza los dedos. En palabras del investigador de IMDEA Nanociencia, Daniel Granados: “11.000 millones deberían ser suficiente, pero es importante tener en cuenta es que hay muy pocas maneras de hacerlo bien, pero muchas de hacerlo mal. Espero que el Gobierno tenga un plan y que sea una propuesta que nos lleve a buen puerto».