Las empresas españolas llevan décadas, e incluso siglos, invirtiendo en Latinoamérica. La cercanía cultural ha propiciado que a lo largo de la historia la inversión española tuviese como principal destino el otro lado del Atlántico. ¿Sucede lo mismo en dirección contraria? Según un estudio reciente de ‘Baker&McKenzie‘, sí. Es más, en el año 2016 la inversión en España se ha incrementado un 13,75% hasta convertirse en el país receptor del 99,5% de la inversión latinoamericana en Europa, seguida de lejos por Reino Unido.
El interés de las empresas latinoamericanas en España empezó a despertar hace apenas una década. Desde entonces hemos asistido a operaciones de tal importancia como el aterrizaje de Carlos Slim en FCC, entidades de la región como el ecuatoriano Banco Pichincha han consolidado su instalación en la península, el grupo mexicano Sigma Alimentos ha absorbido Campofrío, además de la entrada de inversores en Banco Popular o la adquisición de Nova Galicia por el venezolano Banco Banesco.
México, Brasil, Uruguay y Chile concentran la mayor parte de la inversión, dirigida sobre todo a cinco sectores clave: energético, servicios financieros, sector inmobiliario e infraestructuras, turismo y alimentación. Los primeros años de inversión en España se centraron principalmente en fusiones de empresas de alimentación y bebidas, operando además en el mercado del hierro, el cemento y el acero. El sector financiero adquirió pronto un importante protagonismo junto a la industria, sobre todo a partir de la crisis económica. Invertir en España era barato y, tratándose de áreas en las que la actividad ‘made in Spain’ contaba con un gran prestigio, el beneficio a medio y largo plazo estaba asegurado.
Otros sectores como el juego, el transporte o los medios de comunicación no están tan al alcance de estos inversores debido al complejo marco regulatorio, con mayores impedimentos para empresas de fuera de la Unión Europea, además de ser mucho menos competitivos. Del mismo modo sucede con las entidades reguladoras y los servicios de inversión, todos ellos sectores que requieren la autorización previa del ejecutivo y, por tanto, retrasan el proceso.
La crisis económica allanó el camino a los inversores latinoamericanos, que han sabido aprovechar la bajada de precios y los altibajos de las bolsas para adquirir o participar en algunas de las grandes empresas españolas a precios muy competitivos. También es cierto que en los últimos tiempos España ha buscado la inversión extranjera para estimular su economía y activar la creación de empleo. Pero a cambio ha ofrecido estabilidad política y financiera en una Europa que, pese a las amenazas populistas, sigue teniendo la moneda más fuerte. Todo ello sin olvidar el libre mercado y su posición estratégica como puerta de entrada a Europa y África, un factor clave de cara a la internacionalización de cualquier empresa. En definitiva, una oportunidad que los inversores latinoamericanos ya está aprovechando y, según las cifras, seguirán haciéndolo.