La consultora McKinsey & Company estima que la Unión Europea puede conseguir el objetivo a un coste nulo, al tiempo que crea cinco millones de empleos.
La Unión Europea puede alcanzar su objetivo de lograr emisiones de carbono netas cero para 2050 a un coste neto nulo si lo hace en bloque y de manera simultánea en los diferentes sectores, y crearía así 5 millones de empleos verdes, según la consultora.
Estos son los requisitos para conseguir la citada meta que se desprenden del informe ‘Net-Zero Europe: Decarbonization pathways and socioeconomic implications’ (Europa en Cero-Neto: Trayectorias de descarbonización e implicaciones socioeconómicas), publicado por McKinsey & Company.
El estudio presenta una trayectoria «económica y asequible» para lograr los objetivos climáticos de la UE a tiempo, lo que a nivel de bloque resultaría «más económico» que a nivel de cada Estado miembro, mientras que los diferentes sectores deberían reducir sus emisiones en simultáneo para cumplir el plazo previsto.
«Hay muchas trayectorias posibles de reducción de emisiones. Nuestro informe describe un escenario que además de ser económicamente viable, presenta acciones puntuales y realizables que permitirían a la UE alcanzar sus objetivos de reducción de emisiones», ha explicado el socio que lidera la Práctica de Sostenibilidad en Iberia, Joseba Eceiza.
La investigación de McKinsey identifica los usos óptimos de más de 600 palancas de reducción de emisiones en 75 subsectores y diez regiones diferentes, y evalúa su impacto en el nivel de empleo y otros factores socioeconómicos.
El análisis indica que el camino más económico hacia las emisiones netas nulas requiere acción simultánea en cinco sectores clave: sector eléctrico, transporte, edificios, industria y agricultura.
El sector eléctrico podría ser el primero en alcanzar las emisiones netas nulas, a mediados de la década de 2040. El sector transporte se acercaría a su objetivo en 2045, edificios a finales de la misma década, y la industria en 2050, seguida de agricultura.
Para 2050, el consumo de petróleo, gas y carbón se reduciría más de 90%; la demanda de electricidad se duplicaría; y las fuentes de energía renovable generarían más del 90% de la electricidad, creciendo del 31% actual.
Los cambios requerirían una reconfiguración fundamental de los sistemas energéticos y de las prácticas de uso del suelo. Aproximadamente 30 millones de hectáreas de tierras marginales podrían utilizarse para producir biomasa.
La mayoría de las tecnologías necesarias para lograr el cero-neto ya están disponibles, pero la innovación tecnológica continua será una «herramienta crítica».
COSTE Y AHORROS
Reducir emisiones podría incrementar el coste de hacer negocios en algunos sectores, pero los ahorros en otros sectores compensarían la diferencia, y si estos costes y ahorros adicionales se traspasaran a los consumidores, «el coste de vida promedio bajaría ligeramente para los hogares de ingresos medios y bajos», ha señalado la consultora.
Descarbonizar Europa requeriría «acciones decisivas» de todos los actores para acelerar la transición, que implicarían virar desde tecnologías intensivas en carbono a tecnologías bajas en carbono un promedio de 800.000 millones de euros anuales en gastos de capital, lo que equivale aproximadamente a un cuarto de los gastos de capital totales de la UE. Otros 180.000 millones adicionales deberían invertirse cada año. Esa suma se compensaría con ahorros en costes operativos.
Además, McKinsey & Company estima que lograr emisiones netas nulas crearía 11 millones de puestos de trabajo nuevos y eliminaría otros 6 millones de puestos, generando una creación neta de 5 millones de nuevos puestos. A este respecto, advierte de que hasta 18 millones de personas podrían requerir entrenamiento y apoyo para la transición a diferentes funciones.
En el caso particular de Iberia (España y Portugal) el informe presenta algunos puntos muy relevantes, como que la región podría convertirse en un exportador clave de hidrógeno y electricidad, proveyendo cientos de teravatios-hora de energía económica a países del norte de Europa.
Vaticina que Iberia podría ser carbono-negativa en el largo plazo, y podría proveer sus asignaciones de carbono excedentes a otras regiones de Europa que enfrentarían altos costes de descarbonización para el 5-10% de emisiones más costoso, como Alemania o Benelux que tienen mucha industria intensiva en energía.
Sin embargo, avisa de que en el corto plazo –hasta 2030–, Iberia tendría el segundo coste de descarbonización más alto de Europa, en la medida que debería alcanzar el avance ya logrado por otras regiones.
INVERSIÓN Y POLÍTICAS PÚBLICAS
Entre las conclusiones del informe se incluye la necesidad de intervenciones en legislación y de políticas públicas para estimular la inversión en tecnologías bajas en carbono.
Según McKinsey & Company, solo la mitad de las inversiones necesarias para una trayectoria de emisiones netas nulas sería rentable. Aproximadamente 4,9 billones de euros financiamiento estatal compensarían la diferencia.
Alternativamente, un precio de carbono de €50/tCO2e haría que tres cuartos de las inversiones necesarias fueran rentables, y un precio de carbono de €100/tCO2e haría que el 85% lo fueran.
La trayectoria presentada en el informe también muestra que lograr emisiones netas nulas podría lograr la independencia energética de Europa, aunque posiblemente la haría más dependiente de la importación de componentes y materiales tecnológicos de tecnología nula en carbono.
Asimismo, McKinsey & Company ha constatado que la UE tiene una gran oportunidad para acelerar su I+D y retener su liderazgo global en descarbonización de la economía.
«Nuestro informe muestra que descarbonizar Europa puede tener beneficios económicos: crea puestos de trabajo, fomenta la innovación y acelera el crecimiento. Esperamos que este informe ayude a los líderes empresarios y gubernamentales a tomar acciones decisivas y a lanzar proyectos de reducción de emisiones que nos aseguren un futuro saludable y próspero a los europeos», ha manifestado el socio senior que lidera la Práctica de Sostenibilidad de McKinsey en Europa, Tomas Nauclér.