La guerra comercial entre China y Estados Unidos ha puesto su atención en las tierras raras luego de que EEUU aumentara los aranceles sobre estos productos.
Hace unos días, la Asociación de la Industria de Tierras Raras de China protestaba contra los nuevos aranceles impuestos por Donald Trump al país asiático y su estrategia de «bullying comercial», y aseguraba que estos impuestos deben ser pagados por los consumidores y mercados norteamericanos.
Enfadar a las principales las empresas que conforman el lobby de las tierras raras en China no es ninguna broma. Actualmente, alrededor del 80% de las tierras raras que utiliza Estados Unidos son importadas del gigante asiático y su producción de 15 mil toneladas en 2018, pese a ser de las más elevadas del mundo por detrás de Australia, representa una cifra insignificante en comparación a las 120 mil toneladas anuales producidas por China.
Sin embargo, ¿qué son las tierras raras y porqué tienen tanto valor?
Qué son las tierras raras y porqué son tan valiosas
Las tierras raras son 17 elementos químicos, formados por el escandio, itrio y los otros quince elementos del grupo de los lantánidos, entre ellos el neodimio, el disprosio y el holmio.
«A pesar de su nombre no son raros, se les llama así porque no se encuentran en altas concentraciones en la naturaleza, en comparación con otros elementos o compuestos, como la pirita o el oro», explica Juan Diego Rodríguez-Blanco, profesor de nanomineralogía en el Trinity College de Dublín.
Estos no se encuentran como puros en la naturaleza, sino que forman parte de óxidos o silicatos y muchas veces son impurezas. Algunos de estos elementos tienen unas propiedades electroquímicas y magnéticas que los hacen muy preciados.
Las tierras raras son esenciales para la fabricación de productos de alta tecnología y también para las energías renovables, como las turbinas eólicas o los coches eléctricos.
«Esto genera cierta competencia geopolítica, al ser elementos tan esenciales para la tecnología son muy codiciados», explica el profesor Rodríguez-Blanco.
El mayor depósito del mundo se encuentra en Bayan Obo, al norte de China, y es responsable, aproximadamente, de la mitad de la producción mundial de este mineral desde 2005.
Sin embargo, es esencial obtener estos minerales, pues son necesarios para industrias clave en las sociedades actuales.
«El holmio se emplea para crear barras de control en la industria nuclear, microondas… El neodimio sirve para hacer imanes muy fuertes, se usan para robots, coches, discos duros y turbinas eólicas», añade Rodríguez Blanco. El experto indica que las tierras raras nos hacen falta «desesperadamente», pues se utilizan en la industria aeroespacial y militar, para crear vidrios resistentes y también para aditivos de combustibles y láseres.
Además de la tecnología, también se emplean en el campo de la medicina y se emplean en ciertos tratamientos para el cáncer de pulmón, de próstata y de huesos, entre otros.
Codiciadas… y muy difíciles de obtener
Aunque estos elementos no son tan «raros» como su nombre parece indicar, su proceso de obtención y posterior tratamiento es muy complejo y costoso. Al no ser metales puros y no encontrarse en altas concentraciones en las rocas, son difíciles de separar. Se necesitan agresivos procesos para su obtención, como la extracción mediante disolventes orgánicos, la separación magnética o a altas temperaturas, alrededor de 1000 grados.
«Son métodos muy ineficientes y medioambientalmente agresivos. Muchas veces se pierde más del 50% de las tierras raras del yacimiento en su proceso de separación», explica Rodríguez-Blanco.
En muchas ocasiones, las aguas residuales procedentes de la mina tiene una mayor concentración de tierras raras que la que había previamente en las rocas¿Y porqué no reciclar estas aguas? «No hay métodos eficientes, son tan costosos que no tiene sentido aplicarlos», añade. Tan solo un 1% de las tierras raras se reciclan.
Por otra parte, su extracción tiene un alto coste medioambiental. Algunos de los procesos utilizan ácidos para su separación y las combustiones a altas temperatura emiten CO₂: en definitiva, un proceso muy sucio.
«Las tierras raras suelen tener como impureza un elemento radioactivo, el torio. No son altas concentraciones pero no sabemos cómo puede afectar al medio ambiente y a las personas que están cerca», explica el geólogo.
Pieza clave en el comercio internacional
China es consciente de que posee una poderosa arma en la guerra comercial contra Estados Unidos, pues el país norteamericano es fuertemente dependiente de las importaciones chinas de tierras raras.
A finales de mayo, la visita del presidente chino Xi Jinping a una de sus plantas de producción desató todo tipo de especulaciones y agitó los mercados internacionales. Según datos del Gobierno estadounidense, China alberga un 36,7 % de las reservas mundiales conocidas de tierras raras y produjo en 2018 un 70,6 % del total global. Si Pekín amenaza con cerrar el grifo, sería muy complicado obtener la producción necesaria de estos elementos, indispensables para las sociedades occidentales.
esa misma jornada, el Partido Comunista Chino a través de su periódico oficial puso en alerta a la comunidad internacional al pedir a Estados Unidos que «no subestime la capacidad china de contraatacar». «No digáis que no os lo advertimos», finalizaba el artículo en del diario.
Sin embargo, hay muchos otros países que albergan grandes reservas de tierras raras que, de ser extraídos, podrían nutrir a los mercados norteamericanos y europeos y terminar con la hegemonía china en cuanto a estos elementos.
Pero, aunque Rusia y Australia han incrementado notablemente su producción en la última década, el experto Rodríguez-Blanco afirma que el proceso de extracción de tierras raras implica una compleja fase de investigación.
Las tierras raras tienen la peculiaridad de que sus yacimientos han sido formados de manera completamente distinta, por lo que los métodos utilizados para su extracción no pueden ser exportados a otros países. Por ejemplo, la forma de separar los minerales en Bayan Obo serían completamente inútiles en un yacimiento australiano, explica el profesor Rodríguez-Blanco