Grünheide, el pueblo que se enfrenta a Tesla

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Grünheide es un poblado al norte de Berlín que se ha mostrado en contra de la construcción de una mega fábrica de la marca Tesla

A Tesla, la marca estrella del coche eléctrico, le ha salido un enemigo. Es Grünheide, un pequeño pueblo a las afueras de Berlín. Su elección para albergar la cuarta gigafactoría del fabricante de vehículos estadounidense, acompañada de una lluvia de millones, no ha sentado bien entre vecinos y activistas, que se han levantado contra el proyecto por las más diversas razones, del consumo de agua de la planta al previsible encarecimiento de los alquileres en la región.

Todo empezó con un tuit de Elon Musk, director ejecutivo de Tesla. Fue el pasado noviembre cuando, durante una visita sorpresa a Berlín, anunció su intención de abrir su cuarta fabrica —y la primera en Europa tras las dos de Estados Unidos y la de China— en las afueras de la capital alemana. «Todo el mundo sabe que los ingenieros alemanes son sobresalientes, por supuesto. Esa es una de las razones por las que vamos a instalar la nueva Gigafactory Europa en Alemania», escribió.

La planta aspira, como sus hermanas, a lo superlativo. Tesla tiene previsto invertir unos 4.000 millones de euros para levantar, durante los próximos 18 meses, una fábrica gigante en la que producir baterías, sistemas de propulsión y unos 500.000 vehículos al año de los modelos 3 e Y, un SUV aún en fase de desarrollo. En comparación, el año pasado vendió unas 370.000 unidades.

La planta alemana generará entre 3.000 y 4.000 empleos directos y, según estimaciones en medios locales, hasta otros 7.000 u 8.000 puestos indirectos más en la región colindante. La fábrica, que según la Oficina de Medio Ambiente del estado de Brandeburgo estará operativa en julio de 2021, estará además bien conectada. Se situará cerca del nuevo aeropuerto de Berlín, que se prevé que abrirá este octubre, y entre la autovía A10 y una estación de tren.

Los primeros pasos ya sean han dado para hacer realidad los planes de Musk. El contrato de adquisición del terreno ya es firme. A principios de enero lo aprobó la comisión presupuestaria de la cámara regional de Brandeburgo y una semana más tarde dio el «sí» la dirección de Tesla. Poco después fue registrado ante notario. El Land tasó en 41 millones de euros las 300 hectáreas de bosque en las que el fabricante estadounidense quiere levantar su planta.

No obstante, se ha encargado una segunda valoración del terreno y la empresa se ha mostrado de acuerdo en abonar la cantidad más elevada. En cuanto Tesla pague se podrá empezar con la construcción, que se espera que siga el ejemplo de su hermana en Shanghai en cuestión de métodos y tiempos, para poder cumplir con los exigentes plazos previstos

Críticas medioambientales

Pero la sintonía en los despachos no se ha trasladado a la calle. La euforia palpable en la empresa y en el gobierno regional y federal de Alemania no se percibe en el conjunto de la sociedad. De hecho, lo que ha empezado a rezumar por las redes sociales y en Grünheide son las críticas al proyecto por los más diversos motivos. De la destrucción del bosque en la zona a las necesidades hídricas de la planta, pasando por el encarecimiento de la vida que va a suponer la llegada de la Gigafactoría, sin que muchos de los vecinos disfruten de sus beneficios económicos.

En primer lugar está la tala, el primer paso para que Tesla pueda empezar a producir vehículos junto a Berlín. Vecinos de la zona y ecologistas se han manifestado en los últimos fines de semana para impedir que se empiece a limpiar el bosque. «No a una gran fábrica en el bosque», se repetía en las pancartas de las primeras protestas. En un movimiento que implica por el momento a unos centenares de personas, se está empezando a generar toda una corriente de protesta y resistencia con toques que recuerdan a los «chalecos amarillos» franceses y a las técnicas que se han empleado para proteger el bosque primario de Hambacher Forst de la expansión de una mina de carbón a cielo abierto de la energética RWE en el oeste del país. Esta campaña es un referente de los activistas en Alemania, al haber impedido la ampliación de la minera durante más de siete años con barricadas, manifestaciones y casetas permanentemente habitadas en las copas de los árboles.

Tesla no ha tardado en responder. El propio Musk recurrió a Twitter para salir al paso de la avalancha de dudas y quejas. Recordó que no se trataba de bosque primario, sino replantado para la producción de «cartón». La empresa ha anunciado que plantará en otro lugar la misma cantidad de árboles talados y que, de la mano de expertos, apoyará el traslado de los animales autóctonos otro emplazamiento.

Pero el principal problema para los críticos es el consumo de agua. De los planes presentados por Tesla a las autoridades regionales se desprende que la fábrica podría llegar a consumir 372 metros cúbicos de agua del sistema público cada hora. En comparación, una familia alemana media de cuatro miembros consume, en todo un año, unos 168 metros cúbicos. Con lo que, cada hora, la Gigafactoría equivaldría al consumo de una ciudad de 80.000 habitantes.

Tras dos veranos consecutivos de sequía en Brandeburgo —una auténtica rareza en Alemania—, esta información ha desatado las alarmas. Y aquí ha vuelto a saltar al ruedo digital Musk. «¡Parece que tenemos que aclarar algunas cosas! Tesla no va a usar tanta agua diaria en términos netos», aseguró en Twitter. «Es posiblemente un caso raro de uso extremo, pero no algo que suceda todos los días», explicó. Sus palabras, sin embargo no calmaron a los críticos, que temen que la fábrica pueda acabar secando los ríos y lagos próximos si opera a plena capacidad.

Musk ha seguido tratando de tranquilizar a los críticos con su perfil más verde. Tesla «fabricará vehículos de energía sostenible empleando energía sostenible, de forma que el impacto medioambiental neto será extremadamente positivo». E incluso el fabricante ha abierto una pequeña oficina de representación en Grünheide, para tratar de acercar el proyecto a los vecinos. Pero las protestas siguen adelante y amenazan con consolidarse. Hay precedentes.

Preocupaciones económicas

Otros están preocupados con el encarecimiento del coste de la vida que inevitablemente traerá la llegada de Tesla a la región y, sobre todo, de sus cientos directivos y cargos intermedios, con sueldos muy por encima de la media del cinturón urbano que rodea a Berlín. Una de las cuestiones más señaladas es la vivienda. El alquiler medio se ha duplicado en la capital en los últimos diez años y uno de los factores clave en el repunte ha sido la llegada masiva de profesionales cualificados de otras ciudades alemanas y del extranjero.

Los recelos incluyen también a la izquierda política en la región. Los Verdes han advertido que exigirán que la planta tenga un impacto medioambiental mínimo y lamentado que la fábrica vaya a producir SUV, en lugar de modelos más ecológicos. Tanto ellos como Die Linke (La Izquierda) han apuntado asimismo que esperan que Tesla cumpla con los convenios colectivos sectoriales.

Algunos temen que la gran promesa de empleos e inversión de Tesla en el pequeño Grünheide pueda acabar en un sonoro fracaso. Así lo apuntaba recientemente en una columna Heiko Göbel, responsable de Política Económica en el diario Frankfurter Allgemeine. En algún momento, argumentaba, se puede acabar la «paciencia de Musk». «Quien tiene 4.000 millones de euros y promete 12.000 puestos de trabajo modernos también es bienvenido en otros sitios», advertía.

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