El veto a ‘RT’ y ‘Sputnik’ abre heridas en la UE

La prohibición de los medios estatales rusos Sputnik y Russia Today (RT) en territorio comunitario, que ha entrado en vigor este miércoles, ha abierto un intenso debate en el seno de la Unión Europea, ya que esta decisión puede socavar uno de sus principios sagrados: la libertad de prensa. La Comisión Europea señala que estas plataformas «son parte de la maquinaria de guerra de Rusia», y las hace responsables de difundir las «mentiras de Putin», lo que avalaría el veto de su emisión en territorio comunitario. «Propagan la visión del Kremlin, básicamente. Y en ese contexto, no estamos tomando medidas contra medios de comunicación, sino contra canales de propaganda, esa es la diferencia», justifica el órgano ejecutivo de la UE.

Las redes sociales más populares, que cuentan con cientos de millones de usuarios, también han decidido silenciar en Europa a Sputnik y Russia Today. Google ha bloqueado las emisiones en YouTube de los dos medios de comunicación vinculados al Kremlin. Por su parte, Meta también los ha restringido en sus plataformas, que incluyen Facebook e Instagram. Finalmente, Twitter se ha mostrado más comedida y ha comenzado a añadir una advertencia en los mensajes que comparten enlaces y noticias de medios afiliados al Gobierno ruso, aunque también ha anunciado que tratará de reducir su circulación.

Las guerras también se libran en el control del relato, y en este contexto la desinformación se convierte en un arma excepcionalmente poderosa. Pero el enfrentamiento mediático entre la Unión Europea y Rusia no es un fenómeno reciente que se haya originado en los últimos días, con la deflagración del conflicto bélico. «Russia Today y Sputnik han estado en el punto de mira de las instituciones europeas desde que empezó el conflicto en Ucrania, en 2014/2015, cuando se decidió crear el East StratCom, una unidad de comunicación estratégica que depende del Servicio Europeo de Acción Exterior y que se dedica desde entonces a hacer monitoreo de toda la desinformación que viene de medios rusos», explica a RTVE.es Carme Colomina, investigadora del CIDOB.

«La capacidad de penetración de las narrativas rusas es un problema para la Unión Europea, pero cualquier medida que se tome en este sentido también plantea otros problemas, como la libertad de expresión o las represalias que una decisión así puede suponer para la prensa europea en Rusia», prosigue esta especialista en desinformación.

Una amenaza, la de las represalias, que no se cierne únicamente sobre los medios de la Unión Europea que trabajan en Rusia, sino también sobre los propios medios de comunicación rusos críticos con el Kremlin. El Fiscal General ruso ha exigido que se restrinja el acceso a Ekho Moskvy, una estación de radio moscovita, y al canal de noticias de internet TV Rain. Esta orden, que no ha tardado en ejecutarse, se ha justificado por la existencia de «publicaciones dirigidas y sistemáticas» en estos medios de comunicación «que llaman a actividades extremistas, violencia e información deliberadamente falsa sobre las acciones de las fuerzas rusas como parte de la operación especial en Ucrania».

«La desinformación se combate con información»

Desde que Bruselas anunció el veto a RT y Sputnik, numerosas voces se han mostrado críticas, planteándose no solo si esta decisión se ajusta a la legalidad y al espíritu comunitarios, sino si realmente será efectiva para combatir la propaganda lanzada por el régimen de Putin.

«La desinformación se combate con información veraz, no con censura. Por lo tanto es un riesgo con el que tenemos que vivir las democracias occidentales, que estamos abiertos a ese tipo de campañas insidiosas; pero censurar les sirve incluso para alimentar su propio discurso de que queremos mentir y ocultar», asegura a RTVE.es Jesús Núñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), quien cree que «lo que hay que hacer es potenciar nuestras capacidades de ofrecer una información veraz que contrarreste la basura que puedan difundir estos medios».

Núñez Villaverde apenas duda que «va a haber reciprocidad» por parte de Rusia, cuyo Gobierno «va a vetar a los medios europeos en su propio territorio», con lo cual «habrá más dificultades para hacer llegar información veraz a la población rusa que está siendo contaminada por un discurso que no se sostiene, pero que será el único que les llegue».

En esta misma línea, Javier Morales, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense, opina que «el principal peligro son las represalias que puede tomar Rusia. Si esto se traduce en la prohibición de los medios occidentales, con eso perdemos uno de los principales instrumentos que existen ahora mismo para parar la guerra, que es conseguir que la sociedad rusa pueda saber qué es lo que realmente está haciendo su Gobierno en Ucrania, y eso es algo que solamente van a poder hacer si pueden consultar medios de comunicación de países democráticos, además de los pocos medios independientes que aún sobreviven en Rusia».

«¿Por qué el Kremlin, aunque ha ido poniendo cada vez más dificultades, hasta ahora no ha expulsado a los corresponsales extranjeros ni cerrado el acceso a los medios de comunicación occidentales?», se pregunta este especialista en Rusia y Eurasia. «No lo ha hecho por el tema de la reciprocidad, porque sabía que si lo hacía, haríamos nosotros lo mismo. Por lo que es previsible que Rusia responda ahora de la misma forma, y lo que necesitamos es no cerrar las vías de acceso a la información real, veraz, que pueda tener la sociedad rusa», responde.

«Agujero negro informativo»

Si finalmente Rusia decide replicar en los mismos términos y vetar a los periodistas de la Unión Europea en su territorio, se produciría un «agujero negro informativo», en palabras de Edith Rodríguez, vicepresidenta de Reporteros Sin Fronteras (RSF), quien recuerda que algo muy similar ya ocurrió con el medio alemán Deutsche Welle. Esta es la principal razón por la que esta organización profesional se cuestiona el «coste/beneficio real» de la decisión anunciada por Bruselas.

El principal objetivo de Reporteros Sin Fronteras es defender la libertad de prensa en el mundo, por lo que no ha acogido con buenos ojos la medida comunitaria. «No compartimos el principio mismo de que un poder ejecutivo, como lo es la Comisión Europea, prohíba, vete o censure a cualquier medio de comunicación. Nos parece que eso atenta contra la libertad de prensa. Que eso vaya por delante. En las democracias, si se diera un caso extremo de que un medio tenga que ser prohibido o censurado de cualquier forma, tiene que ser una causa muy grave justificada legalmente, y en todo caso debería ser el poder judicial, ya que se trata de Estado de derecho», expresa Edith Rodríguez.

Sin embargo, la representante de RSF deja claro que «también somos perfectamente conscientes y condenamos con total rotundidad a aquellos medios que son meros lacayos de regímenes totalitarios, y esparcidores de propaganda. Y está demostrado que Sputnik y Russia Today lo son. No es que lo pensemos, es que está probado».

«Frente mediático»

Todos los conflictos bélicos tienen un frente mediático, que muchas veces comienza en el terreno de la palabra. Así, tanto RT como Sputnik no hablan de «guerra», sino de «operación militar especial», reproduciendo fielmente la terminología oficial del Kremlin, que también rehúye del término “invasión”, para hablar de «proteger a los ucranianos», o se refiere al “genocidio”, o a “desnazificar” Ucrania.

Su alineación total con el Gobierno ruso apenas deja lugar a dudas, con hechos como que la directora de Sputnik, Margarita Simonyan, felicitase públicamente al presidente bielorruso Lukashenko por el secuestro de un avión con destino a Minsk y la detención del periodista Roman Protasevich, crítico con este Gobierno aliado de Rusia. En 2018, el Ejecutivo de Boris Johnson advirtió a RT que perdería su licencia para operar en el Reino Unido si se confirmaba que Rusia era el responsable del envenenamiento del exespía Skripal en suelo británico.

«Siempre se ha dicho que la primera víctima de las guerras es la verdad, y yo creo que también la libertad de expresión. Lo que esta tiene de nuevo es que por la multiplicidad de frentes, de instrumentos, de canales, es mucho más difícil el control del relato», valora la investigadora del CIDOB Carme Colomina.

«La propia Unión Europea se lleva preguntando cómo combatir la desinformación desde 2015, y creo que las instituciones europeas han experimentado una evolución interna sobre su propia aproximación a la desinformación. Si bien en los primeros años las medidas que se tomaron estaban muy centradas en la detección de estas mentiras, cada vez más se han dado cuenta de que el problema no está tanto en el contenido como en su capacidad de penetración y de expansión, así que en los últimos tiempos están intentando encontrar soluciones legislativas que sobre todo pidan más control a las grandes plataformas tecnológicas no en censurar contenido, sino centrándose en estas arquitecturas algorítmicas que lo que hacen es potenciar la capacidad de expansión del contenido desinformativo, que apela a nuestros sentimientos», continúa.

«Es el modelo de negocio lo que es un problema, no el contenido en sí. Si respetamos la libertad de expresión, todo el mundo tiene derecho a decir lo que cree, incluso si es mentira«, reflexiona Colomina.