Twitter no se encuentra ni siquiera entre las diez redes sociales más usadas del mundo, pero Elon Musk ha desembolsado por ella una suma desorbitada: 44.000 millones de dólares. Para tener una perspectiva de la magnitud de la operación, Facebook compró Instagram por 1.000 millones de dólares en 2012 y Whatsapp por 19.000 millones de dólares en 2014.
Aunque su potencial es indudable, como ha repetido hasta la saciedad el propio Musk, la red social arrastra 16 años de fracaso empresarial continuado, ya que no ha conseguido rentabilizar sus 221 millones de usuarios. La publicidad es su principal fuente de financiación, pero solo en los dos últimos años ha registrado pérdidas por más de 1.300 millones de euros.
Desde que el empresario de origen sudafricano se convirtió en el accionista mayoritario de Twitter, como paso previo a la compra de la compañía en menos de un mes, todo el mundo se pregunta sobre sus planes a medio y largo plazo. Musk ha ido desgranando algunas pistas en su cuenta, en la que tiene más de 85 millones de seguidores, donde ha lanzado varias encuestas, en línea con ese aire «democratizador» que ha intentado imprimir a todo el proceso. Ha preguntado, por ejemplo, sobre si debería hacer público el algoritmo que decide qué tweets personalizados aparecen en el ‘time line’ de un usuario, o sobre si debe existir un botón para editar tweets una vez publicados. Todo, según él, «para favorecer la libertad de expresión».
«No lo veo tanto como una rentabilidad directa del negocio, que puede que la tenga, sino como indirecta: todo lo que va a generar esta gran campaña de comunicación/marketing que está haciendo y luego, aparte de ser un medio publicitario para sus propias empresas, por lo tanto, por ahí lo va a amortizar seguro», ha valorado en el Telediario de TVE Juan Merodio, experto en marketing digital. En la actualidad, entre sus múltiples proyectos empresariales, Musk es director general de SpaceX y de Tesla Motors -sus dos joyas de la corona, especialmente la segunda-, además de presidente de SolarCity -energías renovables- y copresidente de OpenAI -inteligencia artificial-.
Javier Pastor, editor de la publicación tecnológica Xataka, ha asegurado también en el Telediario que «44.000 millones de dólares parece muchísimo dinero por una red social que financieramente no funciona, pero es verdad que Musk siempre ha declarado que tenía un potencial».
En todo caso, el objetivo más acuciante de Musk será lograr la viabilidad empresarial, aunque no está muy claro cómo va a hacerlo. Los expertos especulan con diferentes fórmulas de monetización que incluyan nuevos modelos de publicidad, de suscripción, con comunidades especializadas privadas… Incluso con los NFT y criptomonedas que Musk ha apoyado en numerosas ocasiones.
«Defensa de la libertad de expresión»
Más allá de la vertiente puramente empresarial, Elon Musk siempre ha aludido a la defensa de la libertad de expresión como el verdadero motor de su operación financiera. «He invertido en Twitter porque creo en su potencial para que se convierta en la plataforma para la libertad de expresión en todo el mundo, y creo que la libertad de expresión es un imperativo social para una democracia que funcione», expresó en un comunicado que envió a los accionistas de Twitter junto con su oferta de compra. «Twitter tiene un potencial extraordinario. Lo desbloquearé […] Como ya he indicado, creo que la empresa debería ser privada para poder afrontar los cambios necesarios», justificaba.
El magnate ya ha avanzado que tiene intención de sanear a conciencia la red social, eliminando los miles de bots automáticos y de cuentas falsas. También se ha mostrado contrario a moderar las conversaciones y a eliminar perfiles, como pasó con el de Donald Trump, hiperactivo en esta red social, que vio cómo suspendían su cuenta de manera permanente por «riesgo de incitación a la violencia». Los seguidores del expresidente estadounidense, que se contaban por decenas de millones, ya se frotan las manos ante la posibilidad de que su regreso sea inminente.
Sin embargo, este supuesto aire democratizador se contradice en parte con alguien que, como Elon Musk, no encaja bien las críticas; o que, por ejemplo, se ha resistido con uñas y dientes a que sus trabajadores puedan estar representados por sindicatos. «Va un poco en contra de lo que él mismo ha hecho en Tesla o SpaceX, donde ha silenciado e incluso castigado declaraciones internas que criticaban esas compañías», expresa en este sentido Javier Pastor, editor de Xataka.