El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha firmado este martes la «Ley de CHIPS y Ciencia», un proyecto que desbloquea 52.000 millones de dólares en subvenciones para impulsar la producción de semiconductores en Estados Unidos y competir con China en la carrera tecnológica. «El futuro se va a fabricar en Estados Unidos», ha afirmado en el acto de firma, en el jardín de la Casa Blanca.
El mandatario demócrata ha asegurado que la inversión histórica en estas piezas en el corazón de la tecnología moderna ayudará a la industria estadounidense a ganar «competencia económica en el siglo XXI», en medio del pulso con el gigante asiático en Taiwán, donde se producen más de la mitad de los semiconductores de vanguardia que se usan en el mundo.
El proyecto de ley, aprobado por el Congreso a finales de julio, también prevé decenas de miles de millones de dólares para investigación y desarrollo. Sin embargo, de momento se desconoce cuáles serán los criterios para las ayudas, que dependen del Departamento de Comercio, y cuánto tiempo se tardará en financiar los proyectos.
Arropado por las tecnológicas, que ya han comenzado sus inversiones
En el acto de firma en el jardín de la Casa Blanca, se han dejado ver algunos políticos republicanos y también los directores ejecutivos de las principales compañías tecnológicas, Micron, Intel, Lockheed Martin, HP y Advanced Micro Devices.
De hecho, según la Casa Blanca, la aprobación de la ley ya estaba estimulando las inversiones en microchips estadounidenses. Así, por ejemplo, Qualcomm acordó el lunes adquirir semiconductores por valor de otros 4.200 millones de dólares a la fábrica de GlobalFoundries en Nueva York, lo que eleva su compromiso total a 7.400 millones de dólares en compras hasta 2028.
Mientras tanto, Micron ha anunciado una inversión de 40.000 millones de dólares en la fabricación de chips de memoria, lo que aumentaría la cuota de mercado de Estados Unidos del 2% al 10%. Dicho desembolso, dicen, se ha planificado con «subvenciones anticipadas» por la ley.
Biden ha advertido que la ley «no está entregando cheques en blanco a las empresas», pero ha recibido críticas desde los sectores progresistas que consideran que se está premiando a compañías rentables que antes cerraron sus plantas de producción en el país.
Impulso a la política industrial
La legislación supone un gran empujón a la política industrial de Estados Unidos y pretende aliviar una escasez persistente de semiconductores desde la pandemia de coronavirus, que ha afectado a todas las industrias tecnológicas como coches, armas, electrodomésticos o videojuegos.
Entre las medidas, el proyecto incluye una bonificación fiscal del 25% de la inversión para las fábricas de chips, cuyo valor se estima en 24.000 millones de dólares. Asimismo, autoriza 200.000 millones de dólares a lo largo de 10 años para impulsar la investigación científica estadounidense. No obstante, el Congreso tendrá que aprobar una ley de asignaciones separada para financiar esas inversiones.
El objetivo de todo ello es competir mejor con China, que ha presionado contra este movimiento de Washington. La embajada china en el país ha calificado la ley de «mentalidad de Guerra Fría» y ha mostrado su oposición «firme».
«No es de extrañar que el Partido Comunista Chino haya presionado activamente a las empresas estadounidenses contra este proyecto de ley», ha afirmado, por su parte, Biden, y ha señalado que Estados Unidos necesita chips para sistemas de armas clave como los misiles Javelin.
Según recoge la agencia Reuters, muchos legisladores estadounidenses eran reacios apoyar estas cuantiosas subvenciones a empresas privadas, pero han acabado convencidos ante las decisiones en el mismo sentido en China y la Unión Europea. También han citado los riesgos para la seguridad nacional y los enormes problemas de la cadena de suministro global que han obstaculizado la fabricación mundial.