La medida económica adoptada por el presidente Nicolás Maduro no tendrá un impacto en el poder adquisitivo de los ciudadanos, quienes afrontan la tasa inflacionaria más alta del mundo.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha anunciado un nuevo aumento del 58 por ciento del salario mínimo en Venezuela. La medida, sin embargo, busca tener un impacto más político que económico, de cara a las elecciones presidenciales, que han sido aplazadas este jueves a la segunda mitad de mayo.
El incremento, en un contexto de hiperinflación, recesión, escasez de bienes y medicinas, ha sido justificado por el mandatario como una forma de proteger a los trabajadores venezolanos. Un argumento similar al empleado en septiembre de 2017, cuando Maduro anunció un aumento del 40 por ciento y destacó que éste sería aplicable a todas las tasas salariales.
«En las semanas y meses que están por venir seguiré haciendo un esfuerzo porque el salario real de los trabajadores, el salario mínimo esté arriba, arriba, en el combate, en la guerra que tenemos contra los especuladores«, ha aseverado Maduro. Sin embargo, todas las promesas se diluyen ante una economía que registra las variaciones más altas de todo el mundo en el índice de precios al consumidor.
El nuevo sueldo mínimo mensual es de 392.646 bolívares (32 euros) frente a los 248.510 bolívares (20,26 euros) fijados tras el aumento del 40 por ciento. Es importante recordar que el país cerrará 2018 con una inflación estimada en el 13.000 por ciento, según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI); es decir, el incremento del 58 por ciento no será suficiente, siquiera, para afrontar la inflación registrada en un solo mes.
El constante aumento del precio de los alimentos y servicios obliga a que una familia con dos salarios mínimos sólo tenga los recursos necesarios para abastecerse de comida durante 15 días. Eso sí, siempre que no destinen ni un solo bolívar a otros aspectos como agua, luz, ropa o transporte.